Madrid, Polonia y la CSCE
Quince meses de sesi¨®n han sido todav¨ªa insuficientes: la fase en Madrid de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE) ha debido, de nuevo y por tercera vez, suspender sus trabajos y fijar una nueva fecha de reanudaci¨®n.?Fracaso definitivo? ?Impotencia? ?Inutilidad? La reflexi¨®n no puede obtener conclusiones simplistas o dram¨¢ticamente apresuradas. Tampoco debe extender sucintos certificados de defunci¨®n. La negociaci¨®n contin¨²a y ninguno de sus protagonistas ha sentido la necesidad de retirar su participaci¨®n. Unos, por creencia profunda en la virtualidad del ejercicio. Otros, quiz¨¢ los m¨¢s, por simple inercia. Muchos, porque en los tiempos de tribulaci¨®n que nos acechan prefieren mantener la esperanza, por tenue que se ofrezca, encarnada en un punto de di¨¢logo. Desde hace quincemeses, Madrid ha venido albergando ese punto. Hoy y ahora, diciembre de 1981, la significaci¨®n del nombre de nuestra capital, asociado a una negociaci¨®n cobre de nuevo singular relieve.
Cansancio
Es dif¨ªcil evitar una cierta sensaci¨®n de cansancio. A veces incluso de relativa futilidad. El balance de los meses transcurridos y de sus resultados no puede ser calificado de despreciable: textos existen ya que, con diversa fortuna, pero con asentimiento generalizado, contemplan, por ejemplo, la colaboraci¨®n internacional contra el terrorismo, la cooperaci¨®n en los terrenos de la econom¨ªa y de la t¨¦cnica, medidas para facilitar la reunificaci¨®n familiar, para promover la difusi¨®n cultural, para fomentar aspectos educativos...
Sin embargo, en los meandros de la negociaci¨®n han debido quedar orillados temas que encerraban g¨¦rmenes de progreso y modernidad en los usos internacionales. Y esos mismos meandros han conocido tambi¨¦n recovecos de casi imposible soluci¨®n cuando en el centro de las discusiones se ha encontrado la convocatoria de una conferencia sobre los aspectos militares de la seguridad: la URSS ha hecho de esa convocatoria condici¨®n indispensable para su aceptaci¨®n de todo el resto -y con ello la CSCE en Madrid se ha transformado lentamente en negociaci¨®n militar, cuando primordialmente lo hab¨ªa sido pol¨ªtica y humana-. El esfuerzo occidental para mantener equilibrada la negociaci¨®n y, al mismo tiempo, evitar que la eventual reuni¨®n militar tuviera una dimensi¨®n puramente propagand¨ªstica viene arrojando frutos positivos. Pero la conversi¨®n conceptual de una confierencia pol¨ªtica en otra casi paramilitar ha forzado las estructuras del proceso. De manera natural, los; tiempos se han resentido y alargado. Y las dudas han aflorado con m¨¢s fuerza que nunca.
Para un Occidente interesado, sobre todo, en dar mayor fluidez a las relaciones pol¨ªticas y humanas de un continente dividido, ?vale la pena encarar resultados que siempre contendr¨¢n fuertes dosis de ambig¨¹edad y previsibles y altos grados de incumplimiento? Para los sovi¨¦ticos, que: concibieron la CSCE como notable operaci¨®n de un apaciguamiento cosm¨¦tico, ?vale la pena continuar, cuando los textos de Helsinki se han convertido en testigos nada mudos de una larga serie de violaciones a los hombres y a los pueblos en sus derechos?
Los interrogantes no son nuevos. Ten¨ªan ya gravedad: las cosas en las relaciones internacionales no son lo que eran en 1975, cuando se firma el Acta Final de Helsinki, ni siquiera lo que fueron antes de la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n, en diciembre de 1979. Tanto m¨¢s en los d¨ªas de este diciembre de 1981, cuando la situaci¨®n en Polonia adquiere niveles de gravedad en los que la posibilidad de una intervenci¨®n sovi¨¦tica directa ha dejado de ser, desgraciadamente, una especulaci¨®n remota de c¨ªrculos iniciados en la diplomacia o en la politolog¨ªa.
La situaci¨®n en Polonia ha impedido el aplazamiento con un acuerdo pol¨ªtico de principio: la URRS se ha visto repentinamente pose¨ªda por un deseo de r¨¢pida suspensi¨®n. Para los occidentales, una forma m¨¢s radical de la vieja duda se ha puesto de nuevo de manifiesto. ?C¨®mo acelerar la conclusi¨®n de un acuerdo que pronto podr¨ªa quedar en el rid¨ªculo de su incumplimiento?
No tengo f¨¢ciles respuestas a esos interrogantes. Constato lo que muchos otros: la situaci¨®n en Polonia afecta ya, y muy negativamente, a la situaci¨®n mundial. Un agravamiento, traducido en la intervenci¨®n extranjera, tendr¨ªa consecuencias imprevisibles en esa situaci¨®n. ?Puede la CSCE impedir o alterar el curso de los acontecimientos? ?Cu¨¢l es la capacidad real de disuasi¨®n que frente al aventurisnio puede encerrar la reuni¨®n de Madrid? Pero al mismo tiempo, ?d¨®nde estar¨ªamos si Madrid y su conferencia no existieran? Para aquellos que, con dudo sa responsabilidad, y por varias razones, critican o inducen a la cr¨ªtica de esta nuestra conferencia ?han parado m¨ªnimamente a eva luar su proyecci¨®n como punto de referencia, elemento de negocia ci¨®n y foro de di¨¢logo en tiempos que, por no ser f¨¢ciles, han necesitado doblernente de un lugar deencuentro y pac¨ªfica confrontaci¨®n?
Al lento ritmo de los trabajos de la CSCE, la sobriedad en las evaluaciones ha ido imponiendo su fuerza. Tambi¨¦n, y a ese mismo ritmo, ha ido ganando terreno una experiencia: este foro madrile?o, sus antecedentes y sus consecuentes, forman ya parte del tejido de un mundo desgarrado. Desgarrado no porque los armamentos se acumulen, sino porque, como Polonia est¨¢ demostrando, la potencialidad conflictiva se encuentra en los pueblos privados de libertad. La CSCE es todav¨ªa el signo de que lo irreparable no ha sucedido y una leve esperanza de que todav¨ªa no est¨¢ todo perdido.
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