Hijos de la noche, amantes de la luz
Algunos periodistas se quejan del horario pol¨ªtico un tanto irracional. Casi todo lo importante que ocurre -dicen- sucede por la noche. Y as¨ª es. Que la nocturnidad suele ser caracter¨ªstica habitual de la pol¨ªtica espa?ola, aunque por fortuna la alevos¨ªa s¨®lo lo sea de manera excepcional.Esto no es de ahora. Ya don Juan Rico y Amat recoge el hecho en su Diccionario de los pol¨ªticos (1855). Entonces, Ias altas horas de la noche" son "aquellas en que ocurren los m¨¢s notables acontecimientos pol¨ªticos". Seg¨²n don Juan, porque "como entonces est¨¢n ya los faroles apagados y desiertas las calles, pueden hacerse todas esas cosas sin que se enteren los profanos". Todas esas cosas eran Ias ca¨ªdas y subidas ministeriales", y los profanos ser¨ªan, los que no ca¨ªan ni sub¨ªan por mor de Narv¨¢ez, de Bravo Murillo o de Sartorius (no don Nicol¨¢s, sino su bisabuelo).
Tambi¨¦n en las altas horas de la noche de 1978 se pact¨®, c¨ªvica y gastron¨®micamente, nuestra Constituci¨®n; en las altas horas de la noche del 23 de febrero de este a?o -?qu¨¦ noche la de aquel d¨ªa!-, se salv¨®, y en otras altas horas de la noche d¨¦ otros d¨ªas acaso menos altos sigui¨® su vida...
La vocaci¨®n nocturna de1a pol¨ªtica espa?ola parece, pues, evidente, ayer y hoy. Lo chocante es otra cosa. A saber: que ese amor pr¨¢ctico a la noche es s¨®lo equiparable al amor te¨®rico por la luz. Tanto que nuestros pol¨ªticos vienen a ser a la vez licnobios y fot¨®filos: empedernidos ejercientes del noctambulismo y enamorados plat¨®nicos de la luz. Todo acontece en virtud del principio de Arqu¨ªmedes, por el cual la cantidad de nocturnidad que soportan es equivalente al volumen de fotomet¨¢foras que desalojan... Y es as¨ª que esas noches germinales, oscuras, dial¨¦cticas y sin duda laboriosas revientan luego durante los debates diurnos en artificios de luz.
Nada m¨¢s l¨®gico. Ya dec¨ªan algunos viejos fil¨®sofos que la raz¨®n y el verbo -hijos del Sol- tienen su base material en la Luna. Es la luz hecha de sombra. Sospecho que por ah¨ª va la explicaci¨®n de tanta fotomet¨¢fora.
Durante muchos a?os hablaron de "la antorcha de la libertad", pues la libertad era luz y la dictadura oscuridad, por mucha que fuera la propensi¨®n hidroel¨¦ctrica de los dictadores. Y hablaron de "luz y taqu¨ªgrafos", expresi¨®n tan encendida en nuestras democracias que era capaz de deslumbrar a la mism¨ªsima "luz de Trento", que esa s¨ª que fue luz, y no, como otras... No falta la luz en el m¨¢s famoso discurso de nuestra historia parlamentaria, el pronunciado por don Emilio Castelar en 1869 en un debate sobre la libertad religiosa. Comienza Castelar su oraci¨®n -nada improvisada, por cierto, sino tomada de su novela Ernesto- con un montaje ret¨®rico digno de la cinematograf¨ªa estereof¨®nica de Cecil B. de Mille: "Grande es Dios en el Sina¨ª; el trueno le precede, el rayo le acompa?a, la luz le envuelve, la tierra tiembla., los montes se desgajan... ". Ah¨ª est¨¢ ya la luz, aunque tal vez sin valor simb¨®lico. Aun as¨ª no pod¨ªa faltar. Como tampoco falta en las no menos estereof¨®nicas queimadas de Fraga y sus conjuros gallegos: Iume, lume, lume, lume lumeada para aloumi?ar a queima que?mada". Y es que la luz, como la calle, es de todos y nadie puede decir "la luz es m¨ªa".
Pero la fotomet¨¢fora s¨ª es m¨¢s de unos que: de otros. En el siglo XIX se encend¨ªan con ella los liberales, y a principios del XX, los republicanog. En nuestros d¨ªas hubo un senador socialista de la legislatura constituyente, don Jos¨¦ Federico de Carvajal, que ten¨ªa una verdadera fijaci¨®n fotoman¨ªaca. En mis libretas de "apuntes parlamentarios" tengo anotada una intervenci¨®n del se?or Carvajal, por supuesto luminosa: "Y entonces Carvajal dice que los socialistas son m¨¢s patriotas que nadie, m¨¢s europe¨ªstas que nadie y que ¨¦l va a rom per una lanza por la entrada en Europa. Y entonces el presidente Font¨¢n se echa atr¨¢s para evitar que la lanza le diera en un ojo. Y Carvajal dice as¨ª: 'Se?ores senadores, europeos somos...'. Y el personal queda esperando aquello de y el camino andamos. Nada de nada. Carvajal explica que ya en el a?o 810 antes de Cristo, los comerciantes de Focia desembarcaron en Ampurias... Y luego da un verdadero salto mortal al a?o 1930 despu¨¦s de Cristo y dice: 'All¨¢ por los a?os treinta, las tinieblas se abatieron sobre Europa...'. Y sigue en plan Mariano Medina o Manuel Toharia, a lo hombre del tiempo, describiendo c¨®mo las tinieblas llegan tambi¨¦n a Espa?a (aunque el centro de la borrasca andaba por la Alemania hitleriana). La cosa no estaba nada clara entonces. Por ello dec¨ªa: 'La dictadura, se?ores senadores, es oscuridad. ..'. Y en el congreso extraordinario del PSOE, septiembre de 1979, volver¨¢ a su fijaci¨®n fotoman¨ªaca: 'La d¨¦bil luz de la esperanza'; 'que yo viera la luz'...".
Pol¨ªticos todos o casi, hijos de la noche y amantes de la luz. Hombres que, al parecer, "desde lo oscuro hacia lo claro aspiran", digo yo. En estos d¨ªas, tan dados al sentimiento e incluso a la sensibler¨ªa, casi todos querr¨ªamos que esto fuera algo m¨¢s que una met¨¢fora. Una fotomet¨¢fora, naturalmente.
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