A?o Nuevo sangriento
Los INCIDENTES ocurridos el d¨ªa de A?o Nuevo en Renter¨ªa inauguran 1982 con tristes hechos de sangre la desesperante repetici¨®n de unas actuaciones de orden p¨²blico no s¨®lo impropias de un Estado democr¨¢tico de derecho, sino tambi¨¦n brutalmente contraproducentes ,para los objetivos de pacificaci¨®n y reconciliaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco. Se dir¨ªa que algunos responsables -si bien es dudoso que tal denominaci¨®n les cuadre- del mantenimiento de la seguridad ciudadana en el Pa¨ªs Vasco no han aprendido nada a lo largo de estos ¨²ltimos a?os. Esa ins¨®lita incapacidad para extraer lecciones de la experiencia y, para adecuar la pol¨ªtica de orden p¨²blico al marco constitucional es, precisamente, lo que puede dar cierta base a la inaceptable conjetura de que sucesos como los ocurridos anteayer en Renter¨ªa no son fruto tanto de la torpeza como de prop¨®sitos inconfesables.Renter¨ªa, fue escenario, en julio de 1978, de una vand¨¢lica irrupci¨®n de una compa?¨ªa de la Polic¨ªa Nacional que produjo considerables destrozos y suscit¨® una justificada reacci¨®n popular de protesta. Pese al expediente abierto en su d¨ªa por el ministro del Interior, nunca llegaron a dilucidarse por completo las responsabilidades de aquel inveros¨ªmil suceso. Ahora, una unidad de vigilancia de la Guardia Civil ha aplicado medios aparatosamente desproporcionados en el cumplimiento de su misi¨®n, al disparar con fuego real contra un grupo de manifestantes ?legales, en pleno centro de la ciudad guipuzcoana, y herir a un hombre de 68 a?os, a un ni?o de siete y a una mujer ajenos a la protesta. Resulta evidente que la pol¨ªtica de orden p¨²blico de un Estado democr¨¢tico -o simplemente respetuoso con los derechos humanos excluye la posibilidad de responder a insultos o pedradas con r¨¢fagas de -metralleta, en vez de aplicar procedimientos disuasorios que no produzcan un mal mucho mayor que el que se pretend¨ªa evitar. Que las balas, en esta ocasi¨®n, hayan herido a un ni?o y a dos adultos ajenos a la manifestaci¨®n ?legal no- hace sino elevar a niveles de esc¨¢ndalo esa desmesurada inadecuaci¨®n entre el desorden p¨²blico producido y los medios aplicados para restablecer la normalidad. Porque intervenciones de este g¨¦nero multiplican por mil esa inseguridad ciudadana que se trata de evitar y esa injusticia que se intenta eliminar.
Es de sobra conocido que la. estrategia de ETA y de su orla civil se basa, casi exclusivamente, en la espiral acci¨®n-represi¨®n-acci¨®n, orientada a que las provocaciones de los terroristas o de sus apologistas reciban una desmesurada y desproporcionada respuesta punitiva de las fuerzas de orden p¨²blico, manipulada luego como pretexto para las movilizaciones populares de protesta, el enfrentamiento de la sociedad con los cuerpos de seguridad y la ampliaci¨®n de las bases de apoyo, simpat¨ªa o complicidad de las bandas armadas. El suceso de Renter¨ªa ha ensombrecido el A?o Nuevo de todos los ciudadanos comprometidos con la defensa de los derechos humanos y tambi¨¦n de aquellos responsables del orden p¨²blico en el Pa¨ªs Vasco y en el resto de Espa?a que han aprendido ya los perversos y contraproducentes efectos implicados en este tipo de abusos de poder de los cuerpos de seguridad. Es probable, sin embargo, que los estrategas de la tensi¨®n y los justificadores de la violencia criminal de ETA -que ayer perpetr¨® un nuevo bestial asesinato en Ber¨¢stegui- hayan recibido, con mal disimulada complacencia, la noticia de que otra vez podr¨¢n poner en funcionamiento la siniestra espiral acci¨®n-represi¨®n-acci¨®n.
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