Nubarrones en la econom¨ªa internacional
LOS AUGURIOS sobre el comportamiento de la econom¨ªa mundial durante 1982 no destacan por su optimismo. Los pa¨ªses industriales siguen afectados por los coletazos depresivos de la ¨²ltima crisis del petr¨®leo de 1979 1980, sin que termine de vislumbrarse la luz al final del t¨²nel. Aunque durante los primeros seis meses de 1981 se produjo un inesperado crecimiento en sus exportaciones hacia los pa¨ªses de la OPEP, la actividad de las naciones, industriales se ha estabilizado en el segundo semestre del a?o e incluso ha retrocedido en Estados Unidos. Los informes de algunos expertos predicen que a partir del pr¨®ximo verano los pa¨ªses occidentales empezar¨¢n a remontar la crisis y se instalar¨¢n en un ritmo de crecimiento anual del 3% de su producto nacional bruto. Sin embargo, la confianza en esa lenta marcha hacia la recuperaci¨®n, como la ha bautizado la OCDE, no es compartida por otros analistas. En cualquier caso, hasta los, pronosticadores m¨¢s optimistas confiesan que el paro s¨®lo puede aspirar, en el mejor de los casos, a moderar su escalada en el inmediato futuro. Durante 1982, el desempleo en el ¨¢rea industrial de Occidente seguir¨¢ castigando a m¨¢s de veintiocho millones de trabajadores potenciales, sin que nadie pueda afirmar que esa escalofriante cifra marque la cota m¨¢xima de paro posible. El recuerdo del per¨ªodo abierto por la crisis de 1929 y cerrado con el cataclismo de la segunda guerra mundial, con el ascenso del nazismo europeo en su seno, resulta demasiado preocupante para arrojar al olvido los estragos producidos por el desempleo durante aquellos a?os y cerrar los ojos ante los arrasadores efectos para la estabilidad democr¨¢tica que implica la existencia, ahora de millones de hombres y mujeres sin ocupaci¨®n y de cientos de miles de j¨®venes que ni siquiera tienen la oportunidad de entrar por vez primera en el mercado de trabajo.Desde el mirador de Estados Unidos, Europa ofrece el panorama desolador de una econom¨ªa estancada y, a la vez, castigada con una alta tasa de inflaci¨®n, dualidad parad¨®jica que caracteriza la crisis mundial de los a?os setenta. La incapacidad europea para ajustar su aparato productivo a los desaf¨ªos lanzados por la elevaci¨®n del precio de los crudos ser¨ªa la causante, seg¨²n los expertos norteamericanos, de su rezagamiento respecto a Estados Unidos y Jap¨®n. La revista americana Bussines Week traza este desagradable y casi apocal¨ªptico cuadro: Un malestar econ¨®mico asola Europa, donde los v¨ªnculos creados por el Mercado Com¨²n se desintegran y surge, a velocidad inusitada, una polarizaci¨®n de derechas e izquierdas. La Comunidad Europea comienza a ser irrelevante en la medida en que el proteccionismo interpone los mismos obst¨¢culos a una exportaci¨®n desde Francia a Alemania que a una importaci¨®n desde Australia. Los europeos se sienten inseguros y amenazados respecto a su destino".
Algunos peri¨®dicos europeos se han quejado de este desmoralizador an¨¢lisis, atribuy¨¦ndole rasgos exagerados y, sobre todo, acus¨¢ndole de ahondar el desentendimiento entre los Gobiernos europeos y la Administraci¨®n Reagan. Sin embargo, el Viejo Continente tampoco oculta su alarma. Le Monde pronostica para 1982 diez millones de parados en los pa¨ªses del Mercado Com¨²n, cifra que podr¨ªa elevarse a quince millones de desempleados en 1984-1985 si la pol¨ªtica econ¨®mica comunitaria no cambiara de rumbo. Financial Times critica igualmente esa carencia de direcci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica en momentos en que el Estado del bienestar se halla al borde de la quiebra por la imposibilidad de hacer frente a sus gastos y el esp¨ªritu empresarial se diluye y debilita.
Los europeos critican a los norteamericanos por su incapacidad para equilibrar el d¨¦ficit del sector p¨²blico, resultado inevitable de la inquebrantable decisi¨®n de la Administraci¨®n Reagan de aumentar los gastos militares sin un incremento paralelo de los impuestos. La consecuencia ha sido un alza espectacular de los tipos de inter¨¦s, que dificulta la recuperaci¨®n de la inversi¨®n y de la actividad. Los defensores de las virtudes del Viejo Continente subrayan que, si bien los logros del Mercado Com¨²n se encuentran todav¨ªa por debajo de los ¨¦xitos coneguidos dentro del espacio econ¨®mico norteamericano, se ha recorrido ya un largo trecho en el proceso de integraci¨®n europea y las rivalidades nacionalistas han sido considerablemente suavizadas.
Europeos y norteamericanos coinciden en la existencia de un grave y amplio desentendimiento dentro de la Alianza Atl¨¢ntica. Tambi¨¦n temen que la lenta marcha hacia la recuperaci¨®n econ¨®mica encierre serios conflictos y conduzca eventualmente a nuevos ego¨ªsmos nacionalistas, que retrasar¨ªan la salida del estancamiento.
Las interrelaciones del mercado mundial explican que la p¨¦rdida de aliento de la econom¨ªa occidental agrave todav¨ªa m¨¢s la casi cong¨¦nita crisis econ¨®mica del, mundo comunista, cada vez menos capaz de una gesti¨®n eficiente de sus recursos, tanto por la desaparici¨®n artificial de los mecanismos reguladores del mercado como por la baja productividad de los trabajadores, desprovistos de las m¨¢s elementales libertades, pol¨ªticas y sindicales. Los pa¨ªses subdesarrollados, con exclusi¨®n de los beneficiados por el man¨¢ del petr¨®leo, ni siquiera podr¨¢n mantener, a falta de mercados para sus exportaciones, el modesto crecimiento conseguido en los ¨²ltimos tiempos. Los pr¨®ximos a?os ser¨¢n un per¨ªodo crucial para la cohesi¨®n o la dispersi¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica y la integraci¨®n europea. Muchos temen que la eventual quiebra del orden econ¨®mico internacional no deje su lugar a un nuevo orden m¨¢s integrado y m¨¢s beneficioso para todos los pueblos de la Tierra, sino que anuncie las v¨ªsperas de una posible cat¨¢strofe. En la voluntad de los Gobiernos que rigen los pueblos est¨¢ la ¨²nica posibilidad de evitarlo.
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