Un gran discurso
EL DISCURSO pronunciado por el Rey con motivo de la tradicional Pascua Militar ha acentuado su condici¨®n de capit¨¢n general de las Fuerzas Armadas y responsable de su mando supremo. Y si no temi¨¦ramos rayar la adulaci¨®n, habr¨ªa que decir desde un principio que el discurso en cuesti¨®n es a un tiempo inteligente, conciliador y en¨¦rgico.El golpe de Estado frustrado del 23 de febrero y otros acontecimientos posteriores -como el manifiesto de los cien- quebraron la disciplina y neutralidad de las Fuerzas Armadas desde el comienzo de la transici¨®n y materializaron la amenaza de una politizaci¨®n partidista y sectaria de sectores militares en beneficio de programas ideol¨®gicos que s¨®lo recibieron un respaldo m¨ªnimo -ni siquiera un 2% de los votos depositados- en las ¨²ltimas elecciones generales. La preocupaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica y los medios de comunicaci¨®n durante los ¨²ltimos meses en torno a las cuestiones militares no ha tenido por eso como objeto tanto a las Fuerzas Armadas como instituci¨®n del Estado, sino a los conspiradores y sediciosos. La gran falacia montada por los libelos de la ultraderecha ha sido tratar de identificar falsamente dos actitudes tan diferentes entre s¨ª como son el antigolpismo de la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos espa?oles y un antimilitarismo que s¨®lo existe en las manipuladas tergiversaciones, de quienes, para derribar a la Monarqu¨ªa parlamentaria, no tienen m¨¢s recurso posible, dada su orfandad electoral, que un acto de fuerza. Ser¨ªa necio discutir o dudar de la necesidad de unas Fuerzas Armadas eficaces y disciplinadas para garantizar y asegurar la soberan¨ªa e independencia nacionales y defender su integridad territorial. Pero ese obvio reconocimiento se complementa con la exigencia de que nadie pretenda utilizar el poder¨ªo militar, destinado a rechazar a los potenciales enemigos de todos los espa?oles, para imponer los caprichos de una exigua minor¨ªa de fan¨¢ticos.
El Rey se ha, referido, de manera inequ¨ªvoca, al car¨¢cter profundo y necesario del proceso de transformaci¨®n democr¨¢tica de la sociedad espa?ola al que las Fuerzas Armadas deben acomodarse. Los cambios pol¨ªticos, aunque no siempre resulten f¨¢ciles de asimilar para quienes aceptaron honestamente la legitimidad del anterior r¨¦gimen, han sido el resultado de la voluntad mayoritaria del pueblo. Don Juan Carlos ha recordado a las Fuerzas Armadas, cuyo mando Supremo ostenta, "la necesidad de integrarse en la organizaci¨®n pol¨ªtica que se ha dado el pueblo espa?ol y que precisamente deb¨¦is defender". El respeto por el pasado -ese pasado que tiene, por lo dern¨¢s, colores muydiferentes para los espa?oles que lo disfrutaron y para los espa?oles que lo padecieron- no puede convertirse, tras el refer¨¦ndum constitucional, en una coartada para no respetar el presente. Por esa raz¨®n el Rey exige a quienes acataron la legalidad del r¨¦gimen anterior que ahora den "toda la entrega tambi¨¦n a la legalidad vigente" y observen siempre "el mandato de la mayor¨ªa, porque el respeto al derecho ajeno es la paz".
Como capit¨¢n general de los tres Ej¨¦rcitos, don Juan Carlos ha recordado que el poder que significa para los hombres de la milicia ese monopolio de la fuerza que la sociedad les entrega tiene como obligada contrapartida la exigencia de responsabilidad y disciplina, sin la cual las Fuerzas Armadas desaparecer¨ªan como instituci¨®n.
El Rey ha pedido, tambi¨¦n, que esa entrega leal y disciplinada de las Fuerzas Armadas tenga, en la sociedad civil, el justo correlato de la consideraci¨®n y el respeto que "la alta misi¨®n que la Constituci¨®n les encomienda" exigen. Don Juan Carlos ha exhortado a la tolerancia y a la comprensi¨®n, a fin de que "cada instituci¨®n, cada grupo, cada sector" de la vida espa?ola reciba el tratamiento adecuado y aprenda, a su vez, a conceder a los dem¨¢s el tratamiento que necesitan y que se les debe". Las dificultades de adaptaci¨®n al sistema democr¨¢tico no afectan s¨®lo a las Fuerzas Armadas, "sino tambi¨¦n a muchos otros sectores de la sociedad" y s¨®lo el mutuo respeto y el ejercicio de la tolerancia pueden hacer posible su convivencia. El desentendimiento entre la Prensa y las Fuerzas Armadas puede y debe ser superado sin menoscabar en un ¨¢pice la libertad de expresi¨®n ni la dignidad del Ej¨¦rcito. Periodistas y militares deben ser conscientes de la necesidad de restablecer un clima de di¨¢logo que no obvie la cr¨ªtica y que se rompi¨® de manera dram¨¢tica en la noche del 23-F
Don Juan Carlos ha expresado igualmente su dolor por "la propaganda, insidiosa y mendaz" y por la campa?a de calumnias -"con la mentira como lema, la confusi¨®n como m¨¦todo y la afrenta corno objetivo"- que ha tratado de involucrar a la Corona en el golpe de Estado frustrado. Don Juan Carlos ha subrayado por fin que el valor, cualidad que no es patrimonio de ning¨²n sector o instituci¨®n en particular, "consiste en buscar la verdad y decirla". Tambi¨¦n ha exhortado a "que el patriotismo no se considere como exclusiva de algunos" y ha advertido contra el peligro de que alguien "pretenda erigirse en salvador del resto de sus compatriotas contra la voluntad de ¨¦stos libremente expresada".
Quienes contemplaron con aprensi¨®n las palabras del Rey durante su ¨²ltima visita oficial a Arag¨®n, se habr¨¢n visto reconfortados con esta intervenci¨®n del d¨ª4 de la Pascua Militar, que constituye un gran discurso. La voluntad democr¨¢tica de la Corona, demostrada durante toda la transici¨®n y ratificada con tonos de dramatismo en el pasado mes de febrero, es obviamente imperturbable. Su discurso de ayer es todo un cat¨¢logo de deseos de convivencia y di¨¢logo, de respeto a la libertady de esfuerzos de concordia. Pero un sistema pol¨ªtico como el que tenemos no se construye ni se consolida con la voluntad de un hombre solo, por altos que sean su rango o su representaci¨®n. La fragilidad esencial de nuestro r¨¦gimen reside hoy en la disposici¨®n de aquellos cavern¨ªcolas -unos con oficio de pluma y otros con oficio de espada- que ensue?an sus nostalgias construidas sobre la opresi¨®n y la barbarie. Si es justo que pidamos a los militares a¨ªslen, en el seno de su profesi¨®n, a los sectores golpistas, no es menos justo por lo mismo que exijamos de los civiles hagan lo propio con quienes no desisten de su tarea de agitaci¨®n (no s¨®lo la mal¨¦vola, sino incluso cuando es fruto de la inocencia o de la estupidez). Cualquier autocr¨ªtica resulta peque?a cuando lo que est¨¢ en juego es la libertad y la pervivencia de la democracia. Lo irrenunciable es ¨¦sta, objetivada legal y jur¨ªdicamente en la vigencia y aplicaci¨®n de la Constituci¨®n.
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