Secuestros
EL SECUESTRO de Jos¨¦ Lipperheide por un comando de ETA Militar puede sugerir diversas interpretaciones acerca del significado y de la intencionalidad de ese acto de barbarie. Sin embargo" tales an¨¢lisis, aunque necesarios, jam¨¢s deber¨ªan servir para una inconsciente aceptaci¨®n de la brutalidad de unos comportamientos que no se relacionan con la lucha pol¨ªtica, sino con el m¨¢s com¨²n de los bandolerismos. En este sentido, el caso del industrial vizca¨ªno no es sustancialmente diferente del secuestro del doctor Iglesias.El goteo de actos terroristas tiende a familiarizar a la opini¨®n p¨²blica con su existencia, al igual que los ciudadanos de un sistema totalitario terminan por acostumbrarse en su vida cotidiana a la arbitrariedad y a los abusos del poder. Pero una sociedad civilizada, para merecer el nombre de tal y continuar existiendo, tiene que conservar siempre intactos los resortes de asombro e indignaci¨®n moral ante hechos que rebajan la condici¨®n humana al nivel de las escasas especies biol¨®gicas cuyos miembros se dan muerte entre s¨ª de forma gratuita. La utilizaci¨®n de la vida de una persona como instrumento del chantaje y como medio para conseguir unas demandas es uno de los m¨¢s deleznables recursos inventados por la maldad humana a lo largo de su historia. Esas gestoras que piden la libertad de los etarras encarcelados o denuncian las torturas de los detenidos muestran hasta qu¨¦ extremos de irracionalidad pueden llegar. ?C¨®mo se puede pedir la amnist¨ªa para quienes, como ocurri¨® despu¨¦s de octubre de 1977, est¨¢n dispuestos a seguir asesinando o secuestrando nada m¨¢s salir de prisi¨®n y no ofrecen abandonar las armas e integrarse en la convivencia democr¨¢tica? ?Desde qu¨¦ postura moral se pueden denunciar las violaciones de los derechos humanos en departamentos gubernamentales y apoyar, a la vez, esa refinada forma de tortura que es un secuestro o esa violencia definitiva que es un asesinato?
Entre los secuestradores del jugador Quini o el doctor Iglesias y los secuestradores del ingeniero Ryan y el industrial Lipperheide no hay m¨¢s diferencia que la puramente formal del lenguaje que reivindica la triste haza?a. Unos y otros est¨¢n animados por el mismo desprecio a la vida y los derechos humanos y por la misma fr¨ªa decisi¨®n de transformar en mercanc¨ªa y negocio rentable la existencia de un semejante. Desde esta perspectiva, ETA Militar es indistinguible de cualquier otra banda mafiosa, por mucho que se esfuercen sus ide¨®logos por buscar coartadas justificatorias de car¨¢cter pol¨ªtico. El proceso de descomposici¨®n moral y ruina hist¨®rica de las formaciones de este g¨¦nero, que convierten la fuerza de las armas y el culto de la violencia en su ¨²nico discurso te¨®rico, ha transformado, desde hace ya a?os, a los etarras en una simple pandilla de asesinos.
El secuestro del industrial vizca¨ªno puede ser analizado, de a?adidura, como un s¨ªntoma de la actual. situaci¨®n de ETA Militar. Un trabajo policial mejor planificado y la superior eficacia de los servicios de informaci¨®n han permitido, al parecer, desmontar buena parte de la infraestructura de apoyo de los terroristas. Tambi¨¦n parece probable que la colaboraci¨®n del Gobierno franc¨¦s, tras el destronamiento de Giscard, haya trabado la escandalosa libertad de movimientos en el santuario pirenaico de los etarras. Las inequ¨ªvocas actitudes del Gobierno de Vitoria, secundado por la direcci¨®n del PNV, y las duras declaraciones de Xavier Arzallus contra las extorsiones mafiosas, denominadas impuestos revolucionarios, han sido decisivas para el aislamiento social de los terroristas. Dentro de la izquierda abertzale, Euskadiko Ezkerra, comprometida con la defensa de la paz y del sistema democr¨¢tico, est¨¢ librando una batalla pol¨ªtica e ideol¨®gica contra Herri Batasuna.
Esa convergencia de factores est¨¢ enrareciendo el aire que respira ETA Militar y priv¨¢ndole de los ingresos que el imperio del terror le permit¨ªa recaudar mediante la extorsi¨®n de los industriales, comerciantes y profesionales vascos. El secuestro de Jos¨¦ Lipperheide se propone, seg¨²n parece, intimidar a los ciudadanos del Pa¨ªs Vasco que se niegan a pagar las extorsiones, tanto por sentimiento de la propia dignidad y defensa de sus intereses como por el respaldo prometido por el Gobierno de Vitoria y el presidente del PNV. La eventual exigencia de un rescate por la libertad del industrial vizca¨ªno tambi¨¦n pertenece a la l¨®gica siniestra de ese departamento de hacienda montado por ETA Militar y administrado mediante la sangre, la tortura y el asesinato. En el tr¨¢gico caso del ingeniero Ryan, los secuestradores exigieron por su libertad una condici¨®n de imposible cumplimiento. La repetici¨® n de ese chantaje s¨®lo servir¨ªa para ocultar la sed de dinero y la necesidad de normalizar los pagos de las extorsiones bajo apariencias no monetarias. Sin embargo, a nadie puede enga?ar ya la cobertura pol¨ªtica con que ETA Militar trata de ocultar su tentativa por seguir defendiendo los intereses que tiene como, vulgar banda criminal que ha decidido convertir el crimen en una remuneradora profesi¨®n, al igual que los secuestradores que retienen en su poder al doctor Iglesias.
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