El nuevo f¨²tbol
A la orilla izquierda del Manzanares, con el se?or alcalde en el palco, el domingo por la tarde, y con el estadio repleto, fue consagrado, a mayor gloria de? Real Madrid, el nuevo f¨²tbol. Para la afici¨®n, que lo hab¨ªa visto venir al grito de as¨ª, as¨ª gana el Madrid, no constituy¨® una sorpresa, aunque s¨ª un espantable asombro. Como ante toda innovaci¨®n, que entierra una ¨¦poca, al espanto se uni¨® la incomprensi¨®n, la c¨®lera, la amargura crispada, el des¨¢nimo e, incluso, la injusticia. Injusticia, porque, a tenor de los par¨¢metros del nuevo f¨²tbol, la victoria por un gol de diferencia no traduce el derroche de m¨¦ritos que el ganador perpetr¨®.Si bien es cierto que para nada bueno va a servir este giro copernicano a la hora de jugar el Mundial, ?por qu¨¦ no admitir que, junto al arte nuevo, la nueva cocina, la nueva novela o la nueva democracia, haya tenido que caernos tambi¨¦n encima el nuevo f¨²tbol? S¨®lo los nost¨¢lgicos empecinados seguir¨¢n convencidos de que la Tierra es el centro del sistema y de que los ¨¢rbitros ayudan al Madrid. Despu¨¦s de la palmaria demostraci¨®n del domingo, cada vez ser¨¢n m¨¢s los que crean en la inmovilidad del Sol y en que algunos ¨¢rbitros juegan con el Madrid.
Ha quedado invalidada aquella ingenua met¨¢fora del jugador n¨²mero doce para designar al p¨²blico. En el nuevo f¨²tbol el p¨²blico tiene como misi¨®n adivinar en los diez primeros minutos con qu¨¦ equipo ha salido a jugar, sin met¨¢foras, el se?or vestido de negro. Los ochenta minutos restantes est¨¢n destinados a que el p¨²blico aprecie, admire y glore la habilidad, sagacidad y trapacer¨ªa del jugador vestido de negro para que su equipo remonte cualquier resultado adverso y se alce con la victoria. Sin pretender convertirnos en el nuevo don Pedro Escart¨ªn, los aficionados que no miramos hacia atr¨¢s con complacencia sabemos que en este jugador, enlutado a la antigua usanza, radica la esencia del nuevo f¨²tbol. Con un juez por banda, basta y sobra.
Nadie podr¨¢ afirmar que el n¨²mero doce del Real Madrid tocase una sola vez el bal¨®n, cuando el esf¨¦rico estaba en juego. Eso no est¨¢ admitido en el nuevo reglamento. En realidad, el nuevo reglamento, como sucede en casi todas las revoluciones americanas, es un trasunto del viejo reglamento, astutamente perfeccionado para que gane el que siempre tiene que ganar. Si el p¨²blico se enfad¨® (y hasta cuando se pit¨® alguna falta a favor del Atl¨¦tico lleg¨® a enfadarse, ignorando la reciente derogaci¨®n de la ley de la ventaja siempre que la ventaja sea rojiblanca), probablemente fue debido a la natural ignorancia de las normas que el domingo comenzaron a regir. Parte de culpa en esta ignorancia (que al de negro no le excus¨® de su cumplimiento) tuvo el se?or alcalde, por no anunciarlo mediante el correspondiente bando, siendo los dos rivales de la capital. Al ciudadano hay que tenerle informado.
Sin previo aviso municipal, jugando a rachas un f¨²tbol cl¨¢sico de ataque y a rachas un cerrojazo cl¨¢sico, con dos goles a favor impecables y con el fondo sur del estadio exultante (hasta el punto de cegar a Aguinaga con sus botes de humo m¨¢s que el sol con sus rayos), el Atl¨¦tico demostr¨® su ignorancia de c¨®mo se juega al f¨²tbol blanquinegro. No olvidaron que en tal balompi¨¦ se saca, para disimular, a un alem¨¢n que juegue cl¨¢sicamente muy bien. Pero no bastaba con jugar once contra Stielike, cuando a los diez acompa?antes de Stielike hab¨ªa que sumar un vizca¨ªno, al que nadie se encarg¨® de marcar.
?Maravilloso partido el de este nuevo fichaje! No se?al¨® una sola falta peligrosa contra su equipo, propici¨® un primer gol se?alando una falta inexistente al borde del ¨¢rea, invent¨® una nueva normativa del penalti que, en el futuro, obligar¨¢ a la defensa a estarse r¨ªgida, sac¨® unas ocho tarjetas a los jugadores contrarios y expuls¨® a dos, permiti¨® intervenir al entrenador blanco (y van trece ... ) y en todo momento alent¨® la prepotencia y arrogancia de su equipo hasta corroer la moral de los rivales, hasta desesperar a la afici¨®n y hasta enfadar a las piedras. Se suicidaron menos forofos, gracias a las nuevas cubiertas de las nuevas fachadas del estadio. Toda transformaci¨®n exige sus v¨ªctimas.
L¨¢stima que el se?or Ur¨ªzar Azpitarte vaya a tardar en pisar de nuevo el c¨¦sped del Manzanares. A cambio, su oscura sombra no se olvidar¨¢ pronto. ?Qui¨¦n dijo hace a?os que el gran jugador de f¨²tbol es el que sabe jugar sin bal¨®n? Los hay profetas.
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