Contra la suciedad
Por confesi¨®n de bastantes extranjeros, Espa?a les parece diferente m¨¢s por su suciedad que por tantas cosas t¨ªpicas que la propaganda oficial tur¨ªstica se encarga de airear. Al fin y al cabo, ellos tienen hasta sol, aunque parezca una luna. La suciedad es a menudo lo primero que le asalta e indigna tambi¨¦n al espa?ol que regresa de otros pa¨ªses europeos. Cruzada la frontera, uno empieza a indignarse con los bares sembrados de papeles, colillas y restos de comida. Uno se indigna con la indignaci¨®n del cort¨¦smente amonestado que escupe en la v¨ªa p¨²blica y, si te descuidas, hasta en tus zapatos.En este pa¨ªs es norma la suciedad p¨²blica: denunciarla es a menudo transgredir un uso, y el denunciante aparece simplemente como desviado y rid¨ªculo. Dif¨ªcil lo tiene la autoridad que se enfrenta a este uso establecido del ensuciamiento de lo p¨²blico: las plazas, las calles, las paredes de institutos y universidades, los trenes, las playas (?qu¨¦ verg¨¹enza!), los parques, los bosques (que hasta se queman), el aire, los mares. Despu¨¦s de m¨¢s de un acto ecologista en contra de la contaminaci¨®n y de la suciedad, ambiental se ha visto el escenario plagado de porquer¨ªa, incluso habiendo papeleras.
La imagen de Espa?a es sucia. Hay que lavar esta vergonzosa fachada: lo es, entre otras cosas, porque delata la deserci¨®n individualista de lo p¨²blico y la magnificaci¨®n de lo particular y privado. As¨ª ocurre con la pulcra mujer espa?ola que, despu¨¦s de jabonar meticulosamente "su" casa, arroja el agua sucia a la Calle, aunque se cuente con, una buena infraestructura de desag¨¹e. Es como si el ensuciamiento callejero respondiese a una necesidad sentida y cuya satisfacci¨®n produce evidentemente placer. A veces, el sucio arremete contra papeleras, cabinas telef¨®nicas y otros s¨ªmbolos de lo p¨²blico. Aunque con esta destrucci¨®n no obtiene normalmente beneficio material alguno, s¨ª parece encontrar una satisfacci¨®n: afirmar la
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voluntad de deserci¨®n y aniquilamiento de lo que considera "no suyo".
Para quien ya se acostumbr¨® civilizadamente" a ver lo p¨²blico tambi¨¦n corno propio, aquel destructivismo le tienen que sorprender e indignar. ?A qu¨¦ puede deberse' esta porquer¨ªa?: quiz¨¢ al secular alejamiento -m¨¢s bien impuesto, ciertamente-. y alienaci¨®n del espa?ol respecto de lo comunal. Otra raz¨®n: la falta de ejemplaridad de una pol¨ªtica y administraci¨®n igualmente sucias,aunque posiblemente ¨¦stas aleguen.escasez de recursos para instalar papeleras, muchas papeleras, imponer multas, promover la calidad de la vida y tamb¨ªen que la gente ni exige ni parece desear la limpieza, y menos todav¨ªa la est¨¦tica: por ejemplo, la est¨¦tica del ¨¢rbol en tantos pueblos castellanos, extreme?os y manchegos hechos de piedra y barro, sin color verde, sin ning¨²n color, sin ¨¢rboles, sin ning¨²n ¨¢rbol.Naturalmente, en la explicaci¨®n del hecho social de la suciedad p¨²blica se nos antojan -como siempre ocurre con los fen¨®menos sociales-otras razones, que bien pueden relacionarse y retroalimentarse con todo lo anterior. Me refiero a la injusticia fiscal, la,tard¨ªa industrializaci¨®n y consiguiente urbanizaci¨®n y urbanismo (por eso se escupa quiz¨¢ en la calle como en un gran campo), el hacinamiento y, volviendo al t¨®pico, hasta la influencia mora. ?Cualquiera sabe! Para saberlo mejor habr¨ªa que investigarlo y, de momento, hay que airearlo. Los editoriales y art¨ªculos de fondo de la Prensa jam¨¢s lo tratan.. Pese a que esta desgraciada imagen nacional (aqu¨ª s¨ª que cabe hablar de la naci¨®n espa?ola) hiere a los ojos y huele tan mal, nadie con autoridad intelectual arremete contra ella: quiz¨¢ por temor a ensuciarse. ?Ser¨¢ esta inhibici¨®n un hecho social m¨¢s, cuya norma es la suciedad generalizada? Alg¨²n intelectual que yo conozco ha llegado a hablar despectivamente de la puntualidad como de una "virtud burguesa", y con igual talante de la limpieza p¨²blica. Personalmente, pienso que ¨¦sta y aqu¨¦lla son simplemente "virtudes industriales" y que el tema no es banal ni mucho menos. Quiz¨¢ por su "banalidad", nuestros humoristas gr¨¢ficos no han tenido humor para ridiculizar en sus vi?etas esta estampa. Yo mismo he tardado en escribir sobre el tema pensando que el pa¨ªs tiene problemas m¨¢s serios sobre los que opinar en peri¨®dicos serios. Pero alguna vez hay que ocuparse de esto. La suciedad p¨²blica se me antoja ser un profundo "rasgo cultural" del pa¨ªs.
Alguna vez se han emprendido campa?as contra esta fealdad colectiva, pero nunca han tenido ni garra ni fuerza para vencer la imponente y rutinaria oposici¨®n de aqu¨¦lla, que se resiste a morir por instinto de conservaci¨®n. Creo que los ayuntamientos democr¨¢ticos, desde su legitimada posici¨®n popular, pueden y deben abrir los ojos de la gente a la calle, "su" calle, a los parques, "sus" parques, a la cosa p¨²blica y su belleza, "su" cosa. El desinter¨¦s por lo p¨²blico y comunal no puede continuar, so pena de ensuciamiento colectivo y mayor verg¨¹enza ante otros-pueblos m¨¢s limpios que el nuestro.
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