Veinte "maestros" participaron en Orihuela en el concurso nacional de charlatanes
Acaba de celebrarse en Orihuela (Alicante) el concurso nacional de charlatanes, uno de los oficios a punto de desaparecer. Veinte participantes lucharon por conseguir vender su maestr¨ªa, en vez de proclamar productos maravillosos. Claro que no falt¨® quien regal¨® peines, billeteros o medias, aunque todos reivindicaron su profesi¨®n.
Una veintena de charlatanes rivalizaron en Orihuela, dentro del programa de las fiestas de san Ant¨®n, en demostrar no que sus productos fueran los mejores, sino que cada uno de ellos era el que mejor los sab¨ªa vender. Mantas, peines, relojes, hierbas silvestres e incluso los inventos m¨¢s insospechados sirvieron de pretexto para que estos profesionales de la labia demostraran ante un p¨²blico entusiasta y acostumbrado a los vendedores ambulantes sus habilidades.Los organizadores del concurso nacional de charlatanes, concurso patrocinado por el Ayuntamiento de Orihuela, hab¨ªan previsto una duraci¨®n m¨¢xima de cinco minutos por participante. Tiempo que fue escrupulosamente respetado por todos ellos, que acudieron all¨ª a "hacer amigos, no clientes"; a dar consejos del estilo de "el dinero es la perdici¨®n de la humanidad"; a regalar peines, billeteros y medias. Pero, sobre todo, a reivindicar una profesi¨®n que lleva camino de extinguirse, porque "del cielo para abajo cada cual come de su trabajo".
Y, como ellos se empe?aron en reiterar una y otra vez, "todos en esta vida somos unos charlatanes. Todos vendemos alg¨²n producto". Para contrastar su idea hubo referencias a distintas profesiones, aunque, por aquello de la competencia, los m¨¢s aludidos fueron los vendedores de detr¨¢s del mostrador, "que en cuanto uno se descuida acaban pregunt¨¢ndote por la familia, a la que no conocen de nada, para infundirte confianza y poder vender mejor".
Castillos de plumas
Los juegos de palabras, las rebajas sobre rebajas, y sobre todo una velocidad de v¨¦rtigo en la exposici¨®n verbal de su producto, fueron las caracter¨ªsticas de unos charlatanes que, llegado el momento, no tuvieron inconveniente, dentro de su juego, en reconocer que "nuestras palabras son como castillos de plumas que el viento se las lleva y a las que no hay que hacer mucho caso".Aunque lo importante era demostrar una habilidad y unas dotes para el enrolle, hubo quienes aprovecharon el viaje y, fuera ya de turno, se dedicaron a vender sus productos entre el p¨²blico asistente. Otros, sin embargo, prefirieron la fiesta y acudieron con sus mejores galas o con ins¨®litos productos. Hubo quien ofreci¨® transistores y bol¨ªgrafos submarinos para poder escuchar la m¨²sica al tiempo que se escrib¨ªa la tarjeta del veraneo durante el ba?o; motocicletas de bolsillo; nueces rellenas con billetes de 5.000 pesetas. Incluso hubo uno que lleg¨® a ofrecer a la venta palabras. A peseta la palabra.
Al final, los premios. Todos los charlatanes participantes se llevaron premio. Una copa y un sobre sorpresa con distintas cantidades de dinero. El primer premio fue para Juan Gab¨ªn, m¨¢s conocido por su nombre de guerra, Ramonet tercero, miembro de la saga de los Ramonet, uno de los cuales tambi¨¦n gan¨® el premio el a?o pasado, y en la edici¨®n actual particip¨® como asesor del concurso. Descendientes todos ellos del primer Ramonet, que dio nombre a la dinast¨ªa y aut¨¦ntica figura en el mundo de la venta ambulante, a juzgar por los elogios que para su recuerdo, tuvieron los participantes.
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