Memoria de Ignacio Prat
?Diez, doce a?os? Acaso llevaba m¨¢s tiempo sin verle. La memoria retiene, en el patio claustral de la facultad de Letras, la imagen de un muchacho pelirrojo. No visto, ni a¨²n entonces, con demasiada frecuencia: lo m¨¢s usual, lo m¨¢s tiempo o¨ªdo, era la voz por tel¨¦fono. Esa voz no vari¨®. Era la misma, en la conversaci¨®n ¨²ltima, en el tel¨¦fono de hace pocos meses. ?De qu¨¦ se hablaba? Lo dicho y la dicci¨®n resultaban inseparables. S¨®lo, quiz¨¢, en aquella voz ten¨ªan sentido aquellas palabras. As¨ª parecen ser, en mi recuerdo, su poes¨ªa, su prosa de sorprendente creaci¨®n.Dir¨ªase que esta obra extensa, ins¨®lita y, en gran parte, in¨¦dita s¨®lo podr¨¢ quiz¨¢ tener cabal sentido para quienes tratamos en alg¨²n momento a su autor, y que ¨¦ste, a sabiendas, eligi¨® tal destino. Pero aqu¨ª debemos suspender el juicio. Porque, de buenas a primeras, todos tendemos a creer que Ignacio Prat, deliberadamente, oscureci¨® el ¨¢mbito irradiador de su palabra po¨¦tica, la ci?¨® a coloquio con un n¨²mero no ampliable de iniciados.
Una cosa, sin embargo, no ofrece duda: en el caso de que esa obra tenga alg¨²n sentido para quienes no reconocieron a Ignacio Prat, en el caso de que nuestro recuerdo sea enga?oso y no se halle despojada de un valor perceptible para todos, la poes¨ªa de Ignacio Prat tendr¨¢ el valor m¨¢s alto. No hay t¨¦rmino medio: o es impenetrable o es sublime. Los otros -la posteridad- deber¨¢n decidir.
Est¨¢ luego el ensayo. Ah¨ª s¨ª es todo claridad meridiana; ah¨ª es ¨ªniposible no ver en acci¨®n a una de las mentes m¨¢s brillantes de mi generac¨ª¨®n hispana. No hab¨ªa yo experimentado un sentimiento tan punzante de mutilaci¨®n intelectual para un pa¨ªs y para una ¨¦poca desde que, diez a?os atr¨¢s, desaparec¨ªa Gabriel Ferrater. No establezco en modo alguno un paralelo. Me limito a indicar, con este referente temporal, la dimensi¨®n de la p¨¦rdida. Irrecuperable, adem¨¢s, aun contando con lo mucho y bueno que queda publicado -los trabajos sueltos, la monograf¨ªa sobre Jorge Guill¨¦n- y con lo presumiblemente muy valiloso que se halla in¨¦dito todav¨ªa -el trabajo sobre la juventud de Juan Ram¨®n-. En vida, Ignacio Pral, fue el principal obst¨¢culo para el afianzamiento pleno y amplio de su propia reputaci¨®n como estudioso y cr¨ªtico: hab¨ªa en ¨¦l, no dir¨¦ un pudor, pero s¨ª una incompatibilidad con lo que tuviera el m¨¢s leve viso de aceptaci¨®n social generalizada de cualquier imagen de s¨ª mismo que a ¨¦l le pareciera convencional. Sin duda, aqu¨ª el poeta conspiraba contra la carrera p¨²blica del estudioso, aunque no, desde luego, contra la calidad de su trabajo. Y, muy conscientemente, se aplicaba a emplear otra voz, acaso ¨¦l hubiera dicho otro falsete. Todos cont¨¢bamos con que el tiempo trabajar¨ªa a su favor. Lo har¨¢, acaso, de otro modo: retroactivamente, en la ultratumba.
Pecamos de ingenuos: hubiera debido prevenirnos aquella sensaci¨®n que, hablando con ¨¦l, se ten¨ªa constantemente de hab¨¦rselas con alguien que no formaba enteramente parte de este mundo, con alguien tan notable que su simple existencia, su simple supervivencia f¨ªsica, parec¨ªan vulnerar las leyes del planeta. Y eso se sab¨ªa desde siempre; no era cosa de salud o enfermedad.
Ten¨ªamos que estar preparados para la desaparici¨®n de Ignacio Prat, y ya era mucho para nosotros, en cambio, avezar el o¨ªdo a su diapas¨®n. Fue, si se quiere, nuestro Jacques Vach¨¦, y no es seguro que nosotros merezcamos o sepamos ser su Andr¨¦ Breton. Mas, merecida o no, debemos aceptar esta amarga encomienda que nos conf¨ªa hoy el tribunal sombr¨ªo de la historia.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.