Las violaciones y el honor
PROBABLEMENTE EL n¨²mero de violaciones que se cometen en nuestro tiempo es menor en proporci¨®n a la densidad de poblaci¨®n, y aun en n¨²meros absolutos, que en cualquier ¨¦poca pasada; pero la publicidad, las detenciones y las condenas y la repulsa continua de la sociedad son mucho mayores. Este paso de lo velado, lo oculto y lo vergonzoso a la conciencia p¨²blica es una muestra clara de c¨®mo se: va elaborando una civilizaci¨®n que tiende al m¨¢ximo respeto humano. Intervienen varios factores en este progreso: uno es la mayor valoraci¨®n de la mujer (valoraci¨®n en un sentido real, m¨¢s ac¨¢ de los mitos medievales y del supuesto respeto por una sacralizaci¨®n del "vaso sagrado" en que se produce la vida); otro, la lucha misma, valerosa y dif¨ªcil, de las mujeres por repudiar el estado de sumisi¨®n; un tercero es la nueva facilidad para hablar en la Prensa y en p¨²blico de temas bajo cuyo tab¨² anterior pod¨ªa ocultarse el crimen, y, en fin, esa noci¨®n creciente de respeto a los derechos individuales y a la voluntad de libre disposici¨®n del propio cuerpo.La sentencia de un juez de Ipswich (Inglaterra) acerca de una violaci¨®n ha supuesto un paso atr¨¢s en este camino de la conciencia: conden¨® al culpable a una multa y la v¨ªctima fue reprendida porque, al practicar el auto stop, sab¨ªa a lo que se expon¨ªa y en cierto modo realizaba una provocaci¨®n. Afortunadamente, la sentencia ha sido casada, y el Lord Chief Justice del Reino Unido ha advertido a los jueces de que no deben caer en estas aberraciones. La tesis de la provocaci¨®n es muy esgrimida en todas partes como atenuante; algunos defensores la emplean o la insin¨²an, pero la forma habitual de la defensa es m¨¢s grave a¨²n: un contrainterrogatorio de la v¨ªctima, hiriente y duro. Desde las preguntas iniciales de la polic¨ªa hasta el juicio mismo, pasando por el reconocimiento m¨¦dico cuando ha lugar, la mujer que denuncia una violaci¨®n se ve sometida a tal clase de humillaciones que muchas dudan antes de ejercer la denuncia. Se calcula que en las grandes ciudades del mundo s¨®lo son denunciadas la cuarta parte de las violaciones que se cometen. Muchos jurisconsultos mantienen que este procedimiento es, sin embargo, inevitable, puesto que hay un delito muy frecuente, que es el de la falsa acusaci¨®n de violaci¨®n.
Entre las f¨®rmulas que se sugieren en las reuniones internacionales sobre este tema, una de ellas es la creaci¨®n de servicios especiales dentro de la polic¨ªa, adiestrados psicol¨®gicamente para el interrogatorio de las v¨ªctimas; la ayuda de centros especializados, igualmente, que la acompa?en desde el momento mismo de la denuncia, y la posibilidad de que en los juicios por violaci¨®n, cuando las pruebas y las evidencias sean ya suficientemente claras, no est¨¦n presentes las v¨ªctimas. Cualquiera que haya consultado la gu¨ªa telef¨®nica de Nueva York podr¨¢ haber visto que en los tel¨¦fonos de urgencia, junto al de los bomberos y ambulancias, figura uno de ayuda a las violadas. No aspiramos -?por qu¨¦ no?- a que la sensibilidad social espa?ola d¨¦ para tanto. Pero s¨ª creemos que es muy necesario hacer alg¨²n trabajo en este terreno cuanto antes. Se trata tambi¨¦n de mentalizar a las mujeres en el sentido de que abandonen pudores o verg¨¹enzas, desde el momento en que la sociedad ya no discrimina a una mujer violada. Lo cual no siempre es exacto. Hay determinados medios sociales, que desgraciadamente a¨²n son una mayor¨ªa, en los que la mujer violada suscita simult¨¢neamente compasi¨®n y un repudio clandestino, y la aparici¨®n de su nombre en los peri¨®dicos puede marcarlas. Sin contar con el efecto de choque psicol¨®gico que sufren por la violaci¨®n misma las que han sido educadas en determinadas condiciones y ambientes.
Se intenta tambi¨¦n reducir el papel de los defensores: que se ci?an exclusivamente al suceso en s¨ª, sin entrar en antecedentes, historiales sexuales, circunstancias de los dos protagonistas del suceso. No parece f¨¢cil, desde el momento en que parece que cada violaci¨®n, como cada delito, es un hecho peculiar en s¨ª mismo, y la personalidad misma del culpable va desde la psicopat¨ªa a la brutalidad pura, y sus relaciones con la v¨ªctima son muy variables.
En cualquier caso, una de las atenuantes que hay que rechazar -o cuando menos mirar con extrema desconfianza- es esa de la supuesta provocaci¨®n. Las condiciones de la denunciante, desde la que puede exhibir certificados de castidad hasta la que se dedica a la prostituci¨®n, no tienen por qu¨¦ influir en la sentencia o en la consideraci¨®n del delito. Este no es, como reza nuestra tradicional jurisprudencia y legislaci¨®n, un acto contra el honor de las personas, sino contra su propia libertad. Dejar de contemplar los honores supuestamente mancillados y fijarse en cambio en el respeto inalienable al libre albedr¨ªo individual sobre su propio cuerpo es lo que resulta necesario.
Apoyada por todas las leyes, por la discreci¨®n de la polic¨ªa y de la Prensa -aunque insistiendo en que la publicidad de las violaciones ayuda a reducirlas, como la de las sentencias-, por la actitud de los jueces y por la solidaridad de la sociedad, la mujer es parte decisiva en que se progrese por este camino de la represi¨®n de un delito particularmente odioso: nada debe retenerla a la hora de denunciar, reconocer y carearse con el culpable. La violaci¨®n s¨®lo deshonra a quien la comete, y quien la padece no debe luego verse sometido a la vejaci¨®n a?adida de unos interrogatorios y unas pruebas a veces casi tan abominables como la violaci¨®n misma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.