"Las intervenciones papales en la orden comenzaron muy temprano", dice el historiador jesuita Miguel Batllori
Miguel Batllori, Jesuita catal¨¢n, 72 a?os, de la Real Academia de la Historia y maestro de historiadores, es conocido por su libertad de esp¨ªritu. ?Antes del concilio dec¨ªa que no era te¨®logo, gracias a Dios; ahora digo que no lo soy desgraciadamente?, coment¨® el profesor em¨¦rito de la Gregoriana, a quien no le gustan los carism¨¢ticos, ?y Arrupe lo es, pero empec¨¦ a ponerme de su parte cuando comenz¨® a ser atacado?. En su haber est¨¢ el haber desinflado muchos mitos, como cuando dice, a prop¨®sito de las reducciones de Paraguay, que ?el punto de partida era la convicci¨®n de los misioneros de que los indios no estaban preparados para la propiedad privada?. El trasfondo de la conversaci¨®n es la crisis de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, que Batllori relativiz¨® con la mirada del historiador, al tiempo que puntualiza afirmaciones anteriores y que han podido resultar pol¨¦micas. Las controversias teol¨®gicas son ahora neutralizadas por mentalidades human¨ªsticas.
Pregunta. Sobre los jesuitas circulan varias im¨¢genes. Decimos en castellano jesuitismo y entendemos gusto oculto por el dominio de las conciencias o zorrer¨ªa pol¨ªtica envuelta en doble moral. Pero, de un tiempo a esta parte, se est¨¢ imponiendo la imagen progresista del jesuita comprometido, casi guerrillero.Respuesta. Existen muchos t¨®picos sobre la Compa?¨ªa de Jes¨²s, que no resisten el an¨¢lisis hist¨®rico. Para empezar por alg¨²n punto, se ha dicho que san Ignacio la fund¨® para luchar contra la reforma protestante, creando un cuerpo disciplinado a las ¨®rdenes del Papa. La verdad es que naci¨® para defender la fe en aquel contexto europeo, y para llevarla a otros continentes. S¨®lo indirectamente ten¨ªa que ver con Lutero.
P. Y los jesuitas cumplen esos grandes objetivos con un toque de distinci¨®n, casi con un aire aristocr¨¢tico.
R. El aristocratismo nada ten¨ªa que ver con la pertenencia a una clase social, sino con la procedencia intelectual de los primeros fundadores: todos eran universitarios, aunque no todos doctores.
P. La Compa?¨ªa de Jes¨²s orienta esa cualificaci¨®n intelectual desde el primer momento hacia la educaci¨®n de la gente bien y de la clase pudiente.
R. Ese es un error hist¨®rico.
Desde el siglo XVI liasta 1773, los colegios de los jesuitas eran absolutamente gratuitos, y, por tanto, abiertos a todo el mundo. Los colegios deb¨ªan, ser fundados, esto es, dotados de una financiaci¨®n externa que no gravara a las familias de los alumnos. La situaci¨®n cambia a ra¨ªz de las grandes secularizaciones del siglo XIX, que acaban con las fundaciones. Entonces, los jesuitas hubieron de pedir al Papa un r¨¦gimen excepcional para poder aceptar compensaciones econ¨®micas de los alumnos por la ense?anza que se les daba. No se me oculta que, aunque b¨¢sicamente antes todos los ni?os o j¨®venes pod¨ªan acudir a sus aulas, de hecho no todos pod¨ªan igualmente aprovechar la oportunidad: unos, por que ten¨ªan que trabajar desde su edad temprana, y otros, porque s¨®lo sent¨ªan la necesidad de un aprendizaje primario, para consumar luego en el estamento al que pertenec¨ªan sus familias.
P. No hay que olvidar, sin embargo, que el elitismo se puede dar por la extracci¨®n social de los alumnos o por el contenido de la ense?anza. Se ha dicho de los jesuitas que acostumbran a educar en funci¨®n de las ideas dominantes.
R. En los dos ¨²ltimos siglos eran m¨¢s bien las ideas dominantes en el mundo eclesi¨¢stico, pero no en el pol¨ªtico. Las ideas dominantes de los siglos XIX y XX eran las de una burgues¨ªa ascendiente, directa e indirectamente enfrentada con la Iglesia. La Iglesia, tambi¨¦n los jesuitas, iban a contrapelo de la ideolog¨ªa pol¨ªtica que entonces imperaba.
P. Los jesuitas son gente rigurosa. El confesor jesuita tiene fama de ser de manga estrecha. Pero en el siglo XVII parten en guerra contra el rigorismo de Port-Royal, de los jansenistas y del mism¨ªsimo Pascal.
R. Efectivamente, en aquella contienda los jesuitas estaban del lado de lo que sus adversarios consideraban laxismo. Sin embargo, para entender el papel de los jesuitas en aquella crisis que conmovi¨® a Europa hay que tener en cuenta dos tipos de motivaciones. Unas eran doctrinales: el enfrentamiento del molinismo jesu¨ªtico contra el agustinismo jansenista. Otras eran pol¨ªtico-religiosas: el jansenismo pronto adquiri¨® connotaciones regalistas y la devoci¨®n de los jesuitas al Papa les obligaba a defender los intereses pontificios.
P. Molinismo contra tomismo, jesuitas contra dominicos. ?Se puede decir que las doctrinas del jesuita Molina, tan sensible a la libertad del hombre, y las de santo Tom¨¢s, m¨¢s preocupado de respetar la iniciativa de Dios, reflejan la pertenencia a dos mundos distintos: medieval, el de los dominicos, y moderno, en el sentido renacentista, el de losiesuitas?
R. Yo no lo afirmar¨ªa. Todas aquellas disputas entre dominicos y jesuitas forman ya parte del manierismo y del barroco. El verdadero humanismo renacentista muere con Erasmo en 1536 o poco despu¨¦s. Aquellas controversias teol¨®gicas son un juego especulativo cuyas ra¨ªces renacentistas han quedado neutralizadas por mentalidades dogm¨¢ticas, cada vez menos humanistas. El rigorismo inicial de la Compa?¨ªa y la tacha de laxismo en tiempos de Pascal dan a entender que los jesuitas nunca han sido tan monol¨ªticos como se dice.
"Entre los jesuitas no hubo heterodoxos famosos"
P. Pero no se ven en la Compa?¨ªa rebeldes o heresiarcas, como, por ejemplo, Savonarola o Giordano Bruno, entre los deminicos.
R. Eso puede tener una explicaci¨®n hist¨®rica. Los jesuitas nunca disfrutaron de la exenci¨®n de censura eclesi¨¢stica como los maestros de la Orden de Predicadores, por ejemplo. Los libros editados por jesuitas, sobre todo los teol¨®gicos, hab¨ªan de someterse a una severa censura previa. Ello no quiere decir que no hubiera voces discordantes cuya existencia hace patente la investigaci¨®n de sus tratados manuscritos y de sus apuntes de clase. De todas formas, al no poderse imprimir, nunca alcanzaban la difusi¨®n que tuvieron las figuras que usted acaba de mencionar. Entre los jesuitas no hubo heterodoxos famosos -si exceptuamos el caso del chileno Lacunza, en tiempos de la supresi¨®n- pero s¨ª autores que vieron condenadas algunas de sus obras, como es el caso de Juan de Mariana. Para entender la postura de los jesuitas, hay que referirse a dos medidas papales que pesaron en toda la Iglesia y, particularmente, en la Compa?¨ªa de Jes¨²s: la condenaci¨®n de Galileo y la de Descartes. A consecuencia de ello, en los territorios de predominio cat¨®lico qued¨® algo mermada la libertad de investigaci¨®n; en los otros pa¨ªses, en cambio, se ech¨® mano ya entonces del artilugio de la hip¨®tesis, al lado de la tesis oficial, lo que permiti¨® un avance sobre los temas m¨¢s discutidos.
P. Al fin y al cabo, los jesuitas nacen con una devoci¨®n especial por el Papa. ?No dec¨ªa san Ignacio ?si la jerarqu¨ªa me dice que lo blanco es negro, pues es negro ??
R. Es una manera expresiva de hablar para significar que si la Santa Madre Iglesia Jer¨¢rquica se pronuncia en temas de dogma y doctrina, debe ser acatada.
P. Pero siempre estar¨¢ ese cuarto voto de obediencia especial al Papa.
R. Una cosa es la particular vinculaci¨®n de la Compa?¨ªa al Pontificado y otra ese cuarto voto que tiene un objetivo preciso: circa missiones, esto es, obediencia particular al Papa en sentido estricto cuando nos env¨ªa a cualquier parte del mundo y, en sentido m¨¢s amplio, cuando nos encarga alguna tarea por dif¨ªcil que sea. Para entender ese voto, sobre el que tanto se ha especulado, hay que situarlo en la doctrina moral medieval, seg¨²n la cual ning¨²n superior pod¨ªa enviar, en virtud del voto de obediencia cl¨¢sico, a pa¨ªses donde peligrara su vida.
P. A pesar de todo, no se puede decir que entre el Papado y los jesuitas haya habido siempre las mejores y m¨¢s cordiales relaciones. Hasta hubo un general, el padre Ricci, que muri¨® encarcelado en el castillo papal de Sant'Angelo.
R. Este fue un caso l¨ªmite, consecuencia factual de la supresi¨®n de la Compa?¨ªa por Clemente XIV y dif¨ªcilmente repetible. S¨ª ha habido los normales conflictos, m¨¢s frecuentes quiz¨¢ entre quienes mantienen relaciones m¨¢s estrechas. La verdad es que los papas han intervenido frecuentemente en los destinos de la Compa?¨ªa de Jes¨²s. Y el historiador tiene que reconocer que esas intervenciones han tenido sus efectos positivos y sus consecuencias negativas.
Cuando muere san Francisco de Borja, en 1572, y algunos se quejan de que los tres primeros generales hayan sido espa?oles, el papa Gregorio XIII impone que el siguiente no sea espa?ol, sugiriendo el nombre de Everardo Mercuriano, belga. Esta decisi¨®n contribuy¨® a internacionalizar a la orden y tuvo la desventaja de tener un Prep¨®sito General bastante inferior a los tres primeros. Ignacio, La¨ªnez y Borja. Inocencio XI tambi¨¦n interviene, esta vez imponiendo un general espa?ol, el rigorista Tirso Gonz¨¢lez, para acabar con el supuesto laxismo doctrinal de la Compa?¨ªa. La medida papal ayud¨® a desarraigar las doctrinas morales demasiado avanzadas, pero impuso un superior manifiestamente incapaz. El culto y fino Benedicto XIV tampoco se priv¨® de interferir en los asuntos de la Compa?¨ªa, condenando los ritos chinos, lo que tranquiliz¨® algunas conciencias, pero asest¨® un golpe mortal a las florecientes misiones en China. En fin, Pablo VI impidi¨® ¨²ltimamente la democratizaci¨®n interna de la orden, al oponerse a la desaparici¨®n de los grados dentro de los jesuitas. profesos de cuatro votos, de tres, coadjutores, etc¨¦tera.
P. ?C¨®mo hay que valorar la decisi¨®n de Juan Pablo II, imponiendo al frente de la Compa?¨ªa un hombre de su confianza?
R. Un historiador necesita m¨¢s tiempo para valorar acontecimientos.
P. AI menos, ?c¨®mo se lo explica?
R. Prefiero no opinar... Lo que hist¨®ricamente no se puede afirmar es que la crisis actual en la Iglesia y en la Compa?¨ªa provenga del Vaticano II. Las cosas vienen
El futuro de la Compa?¨ªa de Jes¨²s
de mucho m¨¢s atr¨¢s. La segunda guerra mundial, como todas las guerras, trajo consigo una crisis general que vino a coincidir con la ¨²ltima fase de un desfasado triunfalismo eclesi¨¢stico, en cuyo seno se gest¨® la crisis. Lo que me parece nuevo en esta historia es que por primera vez las ¨®rdenes y congregaciones religiosas juegan el papel de la avanzadilla, y no el de la reacci¨®n.P. Parece que en la decisi¨®n papal ha pesado otra vez la pol¨ªtica de los jesuitas, pi¨¦nsese en Centroam¨¦rica.
R. La historia de la relaci¨®n de los jesuitas con la pol¨ªtica es un tema bastante estudiado; por ejemplo, la influencia de confesores de reyes, aut¨¦nticos primeros ministros en el orden de la conciencia, de los preceptores de pr¨ªncipes, tambi¨¦n muy influyentes. S¨®lo que ahora, para todos los cristianos, lo social es m¨¢s acuciante que la pol¨ªtica.
P. Lo que no impidi¨® las famosas expulsiones de los jesuitas.
R. Efectivamente, y comenzaron muy temprano. La primera se da a finales del siglo XVI, en Francia, de donde les echaron en gran parte por su vinculaci¨®n particular con el Pontificado romano. Luego vino, a comienzos del siglo XVII, la expulsi¨®n de la Rep¨²blica de Venecia, por motivos muy semejantes. Las m¨¢s sonadas, sin embargo, fueron las de Pombal, en 1759, y de Carlos III, en 1767.
Espa?a pesaba mucho todav¨ªa y fue la potencia que m¨¢s presion¨® sobre Clemente XIV para que decretara la supresi¨®n de la Compa?¨ªa, como sucedi¨® de hecho.
Quiero llamar la atenci¨®n sobre la explicaci¨®n que se ha dado de este acontecimiento. Siempre se ha dicho, y yo tambi¨¦n le he cre¨ªdo en parte un tiempo, que un Carlos III. progresivo e ilustrado, se enfrent¨® a unos jesuitas reaccionarios y oscurantistas. Modernos estudios documentales permiten, sin embargo, afirmar que los Estados absolutistas del tiempo se sent¨ªan doblemente amenazados por las teor¨ªas defensoras de la libertad individual, mantenida por el molinismo jesu¨ªtico, y tambi¨¦n por la reaparici¨®n de la vieja tesis medieval sobre la licitud del tiranicidio y por el apoyo que a ello pod¨ªa prestar el probabilismo de los jesuitas. Est¨¢ probado que la revuelta de 1766 en Espa?a fue vivida por la corte con gran sobresalto, como si se tratara de una revoluci¨®n social, a la que no eran ajenos los Jesuitas, seg¨²n algunos pol¨ªticos del tiempo, al menos indirectamente, con sus ense?anzas.
P. Sus conocimientos hist¨®ricos le permiten relativizar el alcance de las motivaciones pol¨ªticas, internas o religiosas, que quiz¨¢ ha tenido Juan Pablo II en lo referente a la Compa?¨ªa de Jes¨²s. Lo cierto es que a la mayor¨ªa les ha dolido esta decisi¨®n y, sin embargo, nadie se ha quejado p¨²blicamente: las cr¨ªticas han sido de puertas adentro. ?Es esa la ¨²ltima manifestaci¨®n del jesuitismo?
R. Es dif¨ªcil saber cu¨¢l sea la mayor¨ªa cuantitativa y la cualitativa. Sin embargo, en Alemania algunas personalidades relevantes han hecho una cr¨ªtica que se ha hecho p¨²blica. Lo que en general ha dominado creo que es la obediencia gozosa de algunos y la aceptaci¨®n obediente de otros. Quisiera subrayar, adem¨¢s, el se?or¨ªo con que las dos personas m¨¢s afectadas por esa medida, el prep¨®sito general Pedro Arrupe y su reci¨¦n nombrado vicario Vincent O'Keefe, han sabido encajar la decisi¨®n papal.
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