Calder¨®n y el albedr¨ªo
La celebraci¨®n del centenario de Calder¨®n nos ha deparado montajes actualizados e imaginativos de La hija del aire y La vida es sue?o. La rigurosa labor de Jos¨¦ Luis G¨®mez como director de esta ¨²ltima ha conseguido una elocuci¨®n del texto de tal nitidez y naturalidad que la obra calderoniana se nos hace, por vez primera en un escenario espa?ol, totalmente inteligible. Ello no quiere decir que la comprendamos. En punto a su contenido, los pareceres difieren: alg¨²n critico ha insinuado que la inteligibilidad del montaje de G¨®mez descubre la trivialidad del tema de la obra, consideraci¨®n sorprendente por cuanto el fondo de la Vida es sue?o plantea uno de los temas cruciales en la cultura europea. El tema fundamental de la obra calderoniana no es lo que se declara en su t¨ªtulo, verdad antigua y conocida ya en la Biblia o en la par¨¢bola de Chuanz Tzu y la mariposa, sino algo m¨¢s dram¨¢tico, profundo y pol¨ªticamente actual: la lucha entre albedr¨ªo y determinismo, individuo y sociedad, que existe desde que en Occidente se reivindic¨® la libertad personal.El nacimiento del individuo es una creaci¨®n occidental: Europa, crisol del albedr¨ªo, ha enriquecido el acervo cultural del mundo con la invenci¨®n de las libertades personales. En la organizaci¨®n tribal primitiva, el individuo no exist¨ªa, s¨®lo el grupo; en las monol¨ªticas teocracias de Oriente, el individuo no contaba, y todav¨ªa sigue sin prevalecer en China, Jap¨®n o la India; es en Europa, y durante el Renacimiento, donde nace el individuo. En Grecia se invent¨® la democracia, pero no el individuo, ¨¦ste era miembro de la polis y quedaba subsumido en el cuerpo pol¨ªtico, atado adem¨¢s por lazos de sangre a su clan; entre el griego y nosotros hay toda la distancia que media entre Orestes y Hamlet.
Ante la misma obligaci¨®n de vengar al padre, Orestes mata sin vacilaci¨®n, empujado por lazos de sangre incluctables, vinculantes, que se lo exigen desde un fondo ancestral de clan y tribu; en el mismo caso, Hamlet duda con todos los grados de libertad que da a las decisiones el individualismo. Albedr¨ªo es la facultad de obrar con reflexi¨®n y elecci¨®n. La reflexi¨®n nace en Grecia, pero la elecci¨®n no alcanza a¨²n a Orestes; la elecci¨®n es fruto del Renacimiento, tal como la explica Pico de la Mirandola en el Discurso sobre la dignidad del hombre. Entre Orestes y Hamlet, la civilizaci¨®n europea ha dado a luz el individualismo. Gaud¨ª llamaba a Hamlet el Orestes g¨®tico y comparaba la disparidad entre los dos personajes a la diferencia entre el templo griego y la catedral g¨®tica: claro, preciso, transparente, el uno; oscura, cerrada, ambigua, luz y sombras, la catedral, como la introvertida psicolog¨ªa de Hamlet.
La historia de la literatura -sobre todo del teatro- europea de los ¨²ltimos cuatro siglos es la expresi¨®n de la lucha entre albedr¨ªo y determinismo; los grandes mitos de Europa: Don Quijote, Don Juan, Segismundo, Hamlet, Fausto, son arquetipos del individuo en su lucha contra el todo: la realidad, la religi¨®n, las estrellas, el clan, la ciencia; en todos se ejemplifican los problemas que aparecen cuando se autoafirma el individuo. Don Quijote es el anarquista supremo que campa solo cuando ya los caballeros forman en los tercios y que quiere individualizar la mism¨ªsima realidad, deform¨¢ndola, a su manera. Don Juan no es s¨®lo el homosexual sublimado o el burlador castizo, sino algo m¨¢s fundamental: el que cree y no teme; por eso en Tirso muere irredento y le quita, en cambio, su grandeza, quien le hace arrepentir en el ¨²ltimo momento. Hamlet es el hombre del Renacimiento que, educado en el humanismo, titubea ante el conflicto de una moral cristiana y la b¨¢rbara obligaci¨®n de matar por ancestral venganza de casta.
Fausto es el ni?o mimado de la tecnolog¨ªa que, ah¨ªto de conocimientos, pide siempre m¨¢s de la vida y quiere penetrar sus ¨²ltimos secretos aun a costa de vender la otra. Y Segismundo.
Segismundo, en La vida es sue?o, ejemplifica dos problemas fundamentales del individualismo: la oposici¨®n albedr¨ªo-destino y la paradoja realidad-sue?o; la primera tiene que ver con la ciencia natural; la segunda, con el mundo ps¨ªquico; la astrolog¨ªa es la met¨¢fora calderoniana de la primera, la p¨®cima psicod¨¦lica que "el opio, la adormidera y el bele?o compusieron", de la segunda. Como Edipo, Segismundo es objeto de una predicci¨®n: las estrellas anuncian a su padre, el rey, que el hijo reci¨¦n nacido le atacar¨¢ y depondr¨¢; de Edipo se predijo que matar¨ªa al padre y esposar¨ªa la madre. Edipo sufre las consecuencias del hado y s¨®lo puede arrancarse los ojos para no ver.
Las cosas suceden ineluctablemente -destino en la tragedia griega-, pero, en Calder¨®n, Segismundo cambia el hado en el ¨²ltimo momento por una libre decisi¨®n de su albedr¨ªo, perdonando al padre y ofreciendo el cuello a su acero: "Sentencia del cielo fue: por m¨¢s que quiso estorbarla ¨¦l, no pudo; ?y podr¨¦ yo? Se?or, levanta, pues, que ya vencer aguarda mi valor grandes victorias, hoy ha de ser la m¨¢s alta vencerme a m¨ª".
Dec¨ªa Whitehead que el destino de la tragedia griega se convirti¨® en la ley natural de las ciencias, trasladando el determinismo del destino humano a la regularidad de los fen¨®menos celestes formalizada en ecuaciones matem¨¢ticas. El determinismo cient¨ªfico extrapolado a las ciencias sociales equipara el individuo a la estad¨ªstica indistinci¨®n de las mol¨¦culas de un gas o la obligada trayectoria de un sat¨¦lite del rey Sol. Esta tensi¨®n entre determinismo y albedr¨ªo, individuo y sociedad, es la irresuelta problem¨¢tica fundamental de Occidente, el coste de su genial invenci¨®n, el individualismo. Libre del ancla referencial de clan o tribu, el individuo disfruta de una. gama de posibilidades personales jam¨¢s conocidas: la realidad y el sue?o se confunden cuando la posibilidad aumenta ilimitadamente.
La confusi¨®n y desconcierto de Segismundo son la perplejidad del individuo ante la libertad de ejercer su albedr¨ªo; el determinismo es m¨¢s sencillo: normas claras y taxativas encauzan la pasi¨®n de obedecer; la iniciativa individual, en cambio, es m¨¢s comprometida; de ah¨ª la dif¨ªcil tesitura pol¨ªtica de las sociedades occidentales, que est¨¢n buscando desde la Revoluci¨®n Francesa estructuras colectivas compattbles con el libre albedr¨ªo individual. En este sentido, la tem¨¢tica de Calder¨®n, Cervantes o Shakespeare se me antoja mucho m¨¢s actual, profunda y f¨¦rtil, que embelecos futuristas como superman y las galaxias, pues antes de ocuparse del superhombre conviene repiantear y resolver los problemas pol¨ªticos que con.lleva el nivel de hombre, tal como lo plante¨® la irrealizada promesa del Renacimiento.
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