La pol¨¦mica que no cesa
La apertura de la cueva de Altamira, ha estado envuelta en una dura pol¨¦mica entre los que se opon¨ªan a su cierre y los que estaban dispuestos a no abrirlas.Como suele ocurrir cuando se radicalizan las posturas, la raz¨®n estaba en el t¨¦rmino medio. As¨ª se deduce de las conclusiones de los investigadores: no se repetir¨¢ el disparate que supuso la entrada de hasta 4.000 personas diarias ni se emprender¨¢n obras de reforma sin haber estudiado sus consecuencias, pero tampoco ha sido de recibo cerrar las cuevas durante cuatro a?os sin control ni supervisi¨®n de los t¨¦cnicos.
Esta pol¨¦mica no ha sido la primera en torno a la llamada capilla sixtina del arte prehist¨®rico ni, muy probablemente, ser¨¢ la ¨²ltima. Todas ellas, por cierto, de dudosa intenci¨®n, es decir escondiendo casi siempre rencillas y celos profesionales. Recordemos que el descubridor de Altamira, Sanz de Sautuola, fue tachado de falsificador y que, al hilo de las resoluciones del Concilio de Colonia, de 1.860, en el que se hab¨ªa condenado el concepto del origen del hombre que estaban defendiendo algunos prehistoriadores, hasta se dijo que su hallazgo era una trampa que los jesuitas hab¨ªan tendido para desacreditar a prehistoriadores tan osados.
Por otra parte, el que cient¨ªficos de la talla del franc¨¦s Mortillet negaran, sin verlas, la autenticidad de las pinturas descubiertas en Cantabria no escond¨ªa sino la rabieta del cient¨ªfico que ve como se le adelanta otro que parec¨ªa tener menores m¨¦ritos. Pero no olvidemos que las apasionadas disputas de hace un siglo dieron paso a la unanimidad y que, al igual que antes ocurri¨® con la dr¨¢stica reducci¨®n de visitas en la cueva francesa de Lascaux, ni el turismo ni el prestigio de Altamira van a resentirse porque, en lugar de 4.000 mil personas diarias, a partir de ahora las visiten menos de cien y por riguroso orden de solicitud.
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