Reagan, hacia su segundo a?o
ALGUNOS TEORICOS de la pol¨ªtica de Estados Unidos estiman que el segundo a?o de la vida presidencial es el decisivo: el anterior es una espec¨ªe de exposici¨®n y de toma de medidas generales, y los dos ¨²ltimos estar¨ªan dedicados a seguir demasiado de cerca la evoluci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, con vistas a la reelecci¨®n, como para corresponder exactamente a su propio programa. No deja de ser una hip¨®tesis. Reagan ha iniciado su segundo a?o con lo que puede ser la pieza clave de su paso por la historia oficial: el proyecto de presupuesto para 1983 que deben examinar los congresistas, atentos a su vez a unas elecciones de medio t¨¦rmino que renuevan parte del Senado y de la C¨¢mara este mismo a?o. C¨¢mara y Senado est¨¢n reacios al presupuesto, no s¨®lo en las filas democr¨¢ticas, sino tambi¨¦n en las republicanas. Les asusta la persistencia del d¨¦ficit, y les asusta que el recorte en los programas sociales llegue a tocar en la misma carne de los electores. El presidente de la C¨¢mara de Representantes -Dole, dem¨®crata- piensa que la idea de que el plan de Reagan pueda reducir el d¨¦ficit presupuestario por debajo de los 100.000 millones de d¨®lares es una hip¨®tesis "digna de Alicia en el pa¨ªs de las Maravillas". Esta hip¨®tesis consist¨ªa en el programa con el que Reagan parti¨® de conseguir para 1984 el equilibrio presupuestario. Nadie cree que lo logre sin elevar algunos impuestos, y el no elevarlos era otra de sus promesas. Una de las dos va a quedar incumplida.Parece que Reagan tiene confianza en que pasar¨¢ su proyecto de presupuesto a lo largo de todos los obst¨¢culos, y que esa confianza se basa, esencialmente, en su propia popularidad. No ha descendido. Los consejeros del presidente creen que, en un momento dado, ¨¦ste puede movilizar al pueblo americano para que apoyen su presupuesto a cambio de la nueva imagen que le est¨¢ dando de s¨ª mismo. La nueva derecha que le iz¨® al poder bas¨¢ndose en un complejo de frustraciones antiguas, de una ilusi¨®n de patriotismo y una confianza en la fuerza, le sigue escoltando en la peligrosa aventura abierta en varios puntos del globo. Estiman que la dureza de su plante frente a la situaci¨®n de Polonia y la explotaci¨®n impecable, de ave de presa, de lo que se estima una debilidad sovi¨¦tica, y la contenci¨®n de los revolucionarismos latinoamericanos a toda costa, su fortalecimiento de Israel -a¨²n a costa de alguna contradicci¨®n verbal al mismo tiempo que asegura toda la zona ¨¢rabe contra la penetraci¨®n sovi¨¦tica, corresponde exactamente a la imagen del americano tranquilo, imp¨¢vido y fuerte, que es el que ellos mismos desean tener. Es curioso que la mityor parte de los ataques vengan de la derecha: precisamente de una derecha que a¨²n le considera demasiado blando y que estima que ha comenzado su segundo a?o con mucha m¨¢s moderaci¨®n que la que presidi¨® el primero, sobre todo en cuestiones de pol¨ªtica exterior. Esta misma movilizaci¨®n de la derecha puede favorecerle a ojos del electorado, capaz de considerarle ecu¨¢nime. Lo que dificilmente puede llamarse izquierda en Estados Unidos, o sea, un pensamiento liberal y amplio que reccige la corriente que va desde Roosevelt hasta Kennedy y a los dos primeros a?os de Carter, est¨¢ m¨¢s bien inc¨®moda. No se atreve a enfrentarse con demasiada claridad a Reagan -salvo en la pol¨ªtica econ¨®mica, que es su punto d¨¦bil- para no enfrentarse tampoco con la opini¨®n p¨²blica que slgue siendo mayoritaria. Se limita, m¨¢s bien, a hacer ciertos presagios.
Efectivamente, el inventario de reservas que se puede tener en el balance del primer a?o de Reagan es considerable. Primero: no se sabe si la situaci¨®n de Polonia se ha endurecido como respuesta de los militares sovi¨¦ticos y polacos al cerco de Reagan y si la reforma polaca hubiera seguido adelante con unos Estados Unidos m¨¢s desentendidos del tema; segundo: no se sabe si la brecha abierta entre Estados Unidos y los aliados europeos por este mismo tema -adem¨¢s de por una concepci¨®n global del mundo- va a desembocar en situaciones m¨¢s graves; tercero: no se sabe si el compromiso de Estados Unidos en El Salvador y otras zonas latinoamericanas va a producir un efecto vietnamita, una guerra sucia, una trampa sin salida; cuarto: no se sabe si la doble pol¨ªtica de derechos humanos va a arrastrar seriamente una conciencia mundial en contra de Estados Unidos; quinto: no se sabe hasta qu¨¦ punto el amago de guerra puede llegar a ser concretamente una guerra, que los m¨¢s bizarros electores de Reagan no desean porque han partido de una premisa, la de que es la exhibici¨®n de fuerza, y no la de la debilidad, la que impedir¨¢ la guerra. Si esa premisa es falsa o la aproximaci¨®n a la guerra es demasiado real, la opini¨®n p¨²blica puede retractarse. Y sexto: no se sabe finalmente si el programa econ¨®mico, el New Deal al rev¨¦s, puede llegar a producir una cat¨¢strofe econ¨®mica similar a la de 1929, la que se resolvi¨® precisamente con el New Deal.
El hecho es que, despu¨¦s del primer a?o de presidencia de Reagan, la situaci¨®n en Polonia est¨¢ peor que antes y no la van a aliviar las supuestas medidas de sanci¨®n y dureza; Afganist¨¢n sigue ocupado; los aliados europeos est¨¢n m¨¢s lejanos que nunca; Ir¨¢n contin¨²a con su revoluci¨®n; el Pr¨®ximo Oriente est¨¢ en peor situaci¨®n, sobre todo por la duda que ofrece Mubarak, por el crecimiento de la fuerza isl¨¢mica, por la incomodidad de Israel; y Latinoam¨¦rica no ha vencido las revoluciones, :a pesar del riego de d¨®lares y de consejeros m¨¢s o menos armados. El hecho de que la imagen de Reagan no se haya deteriorado puede incluirse en el mundo de las esperanzas y de las ilusiones: los electores no han abandonado a Reagan porque no se han abandonado a s¨ª mismos y al sue?o que llevaron con ellos a las urnas. Puede que tengan raz¨®n y que en el segundo a?o de poder Reagan exhiba unos triunfos reales que hasta ahora son s¨®lo imaginarios. Pero puede tambi¨¦n que no sea as¨ª, y la ca¨ªda podr¨ªa ser demasiado espectacular para que fuera un bien por s¨ª misma.
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