"No dejaremos de ser comunistas"
Ante las cr¨ªticas que ha recibido la l¨ªnea que mantiene la direcci¨®n del PCE, H¨¦ctor Maravall afirma: "Los comunistas, que hemos contribuido con todas nuestras fuerzas a la lucha por la libertad y el progreso, debemos ya desprendernos del s¨ªndrome de 'la prueba de fuego democr¨¢tica' y no aceptar esas demandas de 'pureza democr¨¢tica' que nos exigen incluso desde la izquierda, en curiosa coincidencia con los sectores m¨¢s reaccionarios".
Con motivo del golpe militar en Polonia, la toma de postura n¨ªtida del PCE est¨¢ dando lugar a significativos debates dentro y fuera del partido.Hay quienes consideran que se ha llegado a una situaci¨®n de enfrentamiento intolerable, pr¨¢cticamente de ruptura, con el PCUS, con el bloque sovi¨¦tico, con la tradici¨®n comunista; y los que, por su parte, consideran tibia o insuficiente la reacci¨®n.
Los primeros, ante lo que califican como irreversible socialdemocratizaci¨®n del PCE (y del PSUC), encuentran aqu¨ª el pretexto para construir un partido dogm¨¢tico, con una estrategia diferente y en dependencia con el PCUS, proyecto que, si bien cristaliza en estas semanas, viene siendo gestado desde tiempo atr¨¢s; los segundos exigen una ruptura total con el PCUS, con los partidos del bloque sovi¨¦tico, declaraciones tajantes de que esas sociedades no son socialistas, etc¨¦tera, y aprovechan para presentar al PCE ante la opini¨®n p¨²blica como un partido no suficientemente decantado por el socialismo en libertad, e incluso con contradicciones entre sus declaraciones y su pr¨¢ctica interna.
Los comunistas, que hemos contribuido con todas nuestras fuerzas a la lucha por la libertad y el progreso, debemos ya desprendernos del s¨ªndrome "de la prueba de fuego democr¨¢tica", no aceptar esas demandas de "pureza democr¨¢tica" que nos exigen incluso desde la izquierda, en curiosa coincidencia con los sectores m¨¢s reaccionarios. Y en este sentido, resultar¨ªa chocante para unos, y oportunista para otros, que el PCE rompiera todo tipo de relaciones con el PCUS o con los partidos del bloque sovi¨¦tico (lo que llevar¨ªa aparejadas otras rupturas con otros partidos comunistas de pa¨ªses capitalistas), cuando, por ejemplo, nadie plantea la ruptura de las relaciones existentes, y no especialmente tensas, entre el PSOE y el PCUS.
Pero vayamos al fondo de la cuesti¨®n. La posici¨®n aprobada por el Comit¨¦ Central del PCE el 9 de enero de 1982 deslinda dos aspectos de forma clara: lo que es una declaraci¨®n pol¨ªtica inequ¨ªvoca sobre el golpe polaco, de un contenido en s¨ª similar a la resoluci¨®n votada por el Congreso de los Diputados, aunque nosotros la enmarcamos en un contexto internacional del que no se pueden desligar Turqu¨ªa, El Salvador o Guatemala; y lo que es un avance en el an¨¢lisis de las sociedades del bloque sovi¨¦tico. En ese segundo aspecto de an¨¢lisis podemos distinguir, a su vez, dos niveles, en primer lugar, una definici¨®n de principios tajante: esas sociedades, en cualquier caso, ni nos identificamos con ellas ni son el modelo por el que estamos luchando los comunistas en Espa?a.
El otro nivel es una seria profundizaci¨®n en los an¨¢lisis que se iniciaron ya en nuestro partido, en 1956, sobre el car¨¢cter de las sociedades del bloque sovi¨¦tico.
Y antes que nada resulta imprescindible hacer un llamamiento al rig¨®r te¨®rico: ya desde 1918, en las filas del marxismo revolucionario se inicia un debate sobre la revoluci¨®n rusa, sobre la construcci¨®n del socialismo en la URSS y, posteriormente, sobre el tipo de sociedades existentes no s¨®lo en este pa¨ªs, sino tambi¨¦n en China y Cuba y, en general, en el bloque sovi¨¦tico.
Desde Rosa Luxemburgo hasta Trotski, pasando por Gramsci y Luckas en los a?os veinte, hasta nuestros d¨ªas, con nombres como Bettelheim, Mandel, Shaff, A. Heller, Gunder Frank, Ellenstein, Colletti, Arrighl, Bahro, Marcuse etc¨¦tera, y la disparldad de valoraciones va, por decirlo esquem¨¢ticamente, desde quienes nlegan el car¨¢cter socialista de estas sociedades, a quienes lo reconocen, aunque con aspectos degenerados en el terreno pol¨ªtico; desde los que hablan de unas nuevas clases dominantes hasta los que plantean la usurpaci¨®n del poder pol¨ªtico por n¨²cleos de la alta burocracia del partido que pueden ser desplazados por los efectos de una revoluci¨®n pol¨ªtica; los que conslderan que estamos ante unas sociedades en transici¨®n al socialismo condicionadas por el car¨¢cter atrasado de las sociedades en que se produjo la revoluci¨®n (Rusia, China), a los que han acu?ado nuevos conceptos, como capitalismo de Estado, etc¨¦tera.
En este contexto de debates y pol¨¦micas, las posiciones de un ¨®rgano de direcci¨®n pol¨ªtica deben ser rigurosas pol¨ªticamente y deben contribuir al debate te¨®rico en las filas del marxismo, pero ser¨ªa poco adecuado plantear que dijeran la ¨²ltima palabra ex c¨¢tedra al respecto.
A mi manera de ver, los ¨®rganos de direcci¨®n de un partido comunista son algo muy distinto a una revista te¨®rica o a un grupo de pensadores o investigadores sociales, cuyo trabajo tiene diferente proyecci¨®n ante la sociedad.
Un ¨®rgano de direcci¨®n pol¨ªtica, en sus an¨¢lisis, debe dirigir a sus militantes, y presentarse ante sus electores y simpatizantes, al conjunto de los trabajadores, a la opini¨®n p¨²blica, con resoluciones, en especial las que pueden tener importante trascendencia, que sean coherentes, que vayan a la ra¨ªz de los problemas, que eviten caer en concesiones a la galer¨ªa; deben ser un instrumento que contribuya a la clarificaci¨®n. En definitiva, eludir pol¨¦micas sobre lo secundario y entrar en lo esencial.
Sin embargo, la resoluci¨®n del PCE no escurre el bulto, y aqu¨ª s¨ª hay un avance sustancial con los posicionamiento s en 1968 (Checoslovaquia) y 1979 (Afganist¨¢n). En aquellos momentos, el PCE se centr¨® b¨¢sicamente en posicionamientos pol¨ªticos de condena y animaba al debate de los te¨®ricos marxistas, o de los militantes que a t¨ªtulo personal quisieran hacerlo, entrar en el tema de fondo ciel car¨¢cter de estas sociedades.
Hoy, por el contrario, estamos entrando en la ra¨ªz: hay al inenos tres ep¨ªgrafes en la resoluci¨®n de 9 de enero de 1982 ("degenejraci¨®n de un modelo de socialismo", "una nueva etapa", "nuestra concepci¨®n del partido") ' que, si bien apuntaban en las tesis del IX y X congresos, suponen una profundizaci¨®n sustancial, y sobre estas cuestiones se est¨¢ abriendo ?in debate en el conjunto del partido, y que no puede darse por concluido a la vuelta de unas semanas. Porque, en definitiva, este debate incide en la construcci¨®n de la v¨ªa democr¨¢tica al socialismo y supone un intento de desarrollo de la obra de Marx, de las formas de transici¨®n de un sistema de prodticci¨®n a otro, y esto en el "fragor de la batalla" (y al respecto, no conviene olvidar que aun hoy d¨ªa hay serios debates sobre el paso del fetidalismo al capitalismo, sobre el car¨¢cter del modo de producci¨®n asi¨¢tico, etc¨¦tera).
El octubre de 1917
Por ¨²ltimo, entre los requerimientos que se nos hacen a los partidos eurocomunistas es que rompamos, por decirlo de alguna forma, con octubre de 1917, propuesta que significa romper con el origen y papel de los partidos comunistas, reconocer cornio un error la ruptura de 1921 entre comunistas y socialistas, y en esta direcci¨®n va la singular oferta de B. Craxi al PCI de que ingrese en la II Internacional.
Cuando nosotros decimos que la Revoluci¨®n de Octubre ha abierto un per¨ªodo hist¨®rico en la emancipaci¨®n de la humailidad (como en otro sentido lo fue la Revoluci¨®n Francesa) estamos hablando de la revoluci¨®n rusa como el primer eslab¨®ri hist¨®rico en la lucha por el socialismo, y tambi¨¦n nos estamos refiriendo a la revoluci¨®n china, a los movimientos de liberaci¨®n nacional en los pa¨ªses del Tercer Mundo (desde la guerrilla de Castro hasta el FLN argelino, pasando por el proyecto de socialismo democr¨¢tico de Mugabe en Zimbabue), las grandes luchas obreras de mayo de 1968 y oto?o de 1969, o las luchas de liberaci¨®n contra las dictaduras en Latinoam¨¦rica, y tambi¨¦n de la historia de luchas heroicas de los trabajadores espa?oles.
Nosotros no podemos ni queremos renunciar a sentirnos parte integrante de las luchas de emancipaci¨®n social, desarrolladas a menudo en condiciones dram¨¢ticas, como tambi¨¦n valoramos la contribuci¨®n de los compaileros socialistas -?c¨®mo vamos a:negar a S. Allende, a Prieto o a Largo Caballero!- a la solidaridad de sindicatos y partidos socialistas europeos con las luchas de los trabajadores espa?oles, los importantes avances sociales de los Gobiernos socialdem¨®cratas o el papel hist¨®rico de W. Brandt encabezando la ostpolitik.
Nootros queremos superar los efectos de la ruptura de 1921, pero no en base a negar nuestra identidad, sino en asumirla criticarnente y en potenciarla adecu¨¢ndola a las tareas de nuestro tiempo, como tambi¨¦n deber¨¢n hacerlo los socialistas. Nosotros, en palabris de Berlinguer, "no dejaremos nunca de ser comunistas", y vamos a defender firmemente la indisolubilidad entre democracia y socialismo.
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