?Un intelectual de izquierdas?
En los a?os sesenta y al comienzo de los setenta, el poder en Espa?a estaba en gran medida en manos de los tecn¨®cratas y la izquierda quedaba fuera de toda participaci¨®n. Ahora la izquierda se ha envalentonado y cree que va a poder llegar sola al poder, sin tener que compartirlo con otras fuerzas mediante el consenso. Espera marginar, de esa forma, de cualquier participacion a los que no coincidan con su credo y se apoya para ello en el deterioro de la situaci¨®n, haciendo responsable del mismo al equipo de gestores pol¨ªticos que han gobernado estos ¨²ltimos anos. Buscar¨¢ tambi¨¦n la incorporaci¨®n de savia nueva mediante el apoyo de la intelectualidad. Probablemente vamos a asistir en Espa?a a un nuevo lanzamiento pol¨ªtico de la clase pensante basado en el cacareado eslogan del escaso cultivo desde la derecha de la parcela intelectual. El sofisma se cierra con una frase aparentemente feliz divulgada en un reciente programa de Televisi¨®n Espa?ola: Los intelectuales s¨®lo pueden ser de izquierdas.
Una cosa es cierta: la pol¨ªtica como simple t¨¦cnica de gesti¨®n est¨¢ llamada al fracaso. Pero tampoco est¨¢ asegurado el ¨¦xito de la pol¨ªtica como pura expresi¨®n de la inteligencia. Y hay algo tambi¨¦n seguro: el pensamiento no es patrimonio de la izquierda. ?Cu¨¢l es el papel pol¨ªtico de un intelectual? Por naturaleza, un verdadero intelectual debe ayudar a practicar la may¨¦utica, es decir, el parto de las ideas. Las ideas son fruto del ide¨®logo. El intelectual es el partero que a veces se encari?a con aquello que ha ayudado a nacer, pero que tambi¨¦n puede llegar a horrorizarse con el engendro. El intelectual, para no convertirse en un sectario, ha de reconocer la leg¨ªtima paternidad de muchos hijos del pensamiento y no s¨®lo de aquellos que le son los m¨¢s pr¨®ximos, los m¨¢s afines, los m¨¢s queridos, o los m¨¢s deseados por una u otra raz¨®n, o por determinados intereses no forzosamente bastardos. Un intelectual debe alejarse del mercantilismo de las ideas y no debe ser excluyente ni pretender comenzar antes de nada por descalificar al rival. No se debe volver a los tiempos ya superados en Francia del Manifiesto Dreyfus, en 1898, cuando los intelectuales por primera vez irrumpieron en la pol¨ªtica, lo que les vali¨® el calificativo de Maurice Barres de "arist¨®cratas del pensamiento, pobres bobos incapaces de pensar como un franc¨¦s corriente, genios vergonzantes, inteligencias estrechas". Un intelectual no es por naturaleza un contestatario, sino un critico. No debe ser un propagandista, sino un riguroso analista. No debe hablar de elecciones aunque se acerque el per¨ªodo electoral, sino que ha de estudiar las ideas y los programas y exponer su filosof¨ªa.
No es, pues, cierto que cuando se produce una expresion de ideas tenga que ser forzosamente un intelectual de izquierdas el que hable. No me gustan los ejemplos del pasado. Ni siquiera los que se refieren al siglo XIX o a Ortega y la generaci¨®n del 98. Prefiero analizar la realidad de hoy, con abundantes ejemplos de intelectuales desencantados con la m¨¢s reciente experiencia de izquierda europea, prestos a romper el t¨¢ndem con gobiernos que ellos mismos han contribuido a crear. No me refiero, por supuesto, tampoco a la Nueva Derecha gala con Alain de Benoist, peligrosamente ut¨®pica, y que quiere vestirse con los ropajes del pensamiento intelectual. Esa derecha resulta, en gran parte, escandalosa. Desde luego, no es popular. Mezcla el mito con la pol¨ªtica y el resultado es la chapuza. Todo lo contrario del rigor del pensamiento l¨®gico y cartesiano. Estoy de acuerdo con que su valor no puede estar en alza y disiento de atribuirle el concepto de intelectual aunque hable de leyes biol¨®gicas y pretenda ser cient¨ªfica olvidando, como dec¨ªa el propio Edgar Morin, que "toda teor¨ªa cient¨ªfica aplicada a la sociedad resulta esencialmente biodegradable".
La experiencia de izquierda europea, que ha tardado muchos a?os en llevar a un oscuro escritor de origen curiosamente conservador al El¨ªseo se est¨¢ divorciando a toda prisa del apoyo que antes del 10 de mayo le prestara la clase intelectual. En la V Rep¨²blica de las letras, como la llaman en los libros de reciente aparici¨®n de Herv¨¦ Hamon y Patrick Rotmn, se van a empezar a o¨ªr muy pronto, como en la Espa?a de la Rep¨²blica, los gritos de "no es eso, no es eso". Jean Denis Bredin exhorta desde Par¨ªs a preferir la Francia de 1982 a la de mayo de 1968, y denuncia a los intelectuales quim¨¦ricos que de hecho abandonan al Gobierno de izquierdas al decidir esperar para apoyarlo a que alcance la virtud perfecta.
Los intelectuales, escribe Fran?ois Jacob, corren el peligro del dogmatismo. Este mismo bi¨®logo franc¨¦s declara en El juego de posibles que no hay nada m¨¢s peligroso que la certeza de tener raz¨®n. Nada causa tanta destrucci¨®n como la obsesi¨®n de una verdad considerada absoluta. Incluso el marxismo llega a ser puesto en solfa por el propio Regis Debray, consejero activo de pol¨ªtica exterior de Mitterrand y hombre clave para entender la pol¨ªtica en Africa e Iberoam¨¦rica, cuando asegura en la Cr¨ªtica de la raz¨®n pol¨ªtica que toda ideolog¨ªa responde a la tentativa de dar un sentido m¨ªtico a la experiencia pol¨ªtica y que Marx se aleja del cientifismo en la medida en que pretende dominar los acontecimientos previendo matem¨¢ticamente un desenlace cuando, en realidad, la naturaleza humana se rebela contra todo automatismo y tiende a alejarse de la planificaci¨®n. Surge, pues, el principio de incertidumbre que enaltece al aut¨¦ntico intelectual en la medida en que supone una confesi¨®n de humildad.
El intelectual, si no es un totalitario excluyente, sino un cr¨ªtico que busca el rigor, dif¨ªcilmente podr¨¢ cabalgar largo tiempo subido al carro de la izquierda sin que su esp¨ªritu se rebele como se rebela tambi¨¦n frente a cualquier involucionismo seudoconservador incapaz de alumbrar las v¨ªas del futuro. Un intelectual moderno debe buscar la nueva expresi¨®n de ideas que sirva para amoldar los esquemas tradicionales a las necesidades del a?o 2000. Sin cientifismos pedantes. Con realis mo atroz. Hablando al pueblo el lenguaje que est¨¢ deseando escuchar, porque para gobernar no se puede depender s¨®lo de la t¨¦cnica, pero no es leg¨ªtimo querer adornar un falso populismo con ropaje de intelectualidad. Del intelectual y el poder podr¨ªa decirse que son extra?os compa?eros de cama, que forman una pareja singular perpetuamente abocada a la ri?a, que, sin embargo, puede consolidar la uni¨®n si supera las tentaciones de la separaci¨®n y el divorcio. Pero s¨®lo se perfeccionar¨¢ la uni¨®n cuando se solidifique el v¨ªnculo, admitiendo el pol¨ªtico la cr¨ªtica intelectual y alej¨¢ndose el representante de la inteligencia del falso utopismo.
La realidad es que la contraposici¨®n no debe hacerse entre la derecha y la izquierda, sino entre el totalitarismo y la libertad. ?Qu¨¦ forma hay de evitar que la libertad no se vea arrastrada hacia modelos de totalitarismos? ?Qu¨¦ ideolog¨ªa sirve mejor. al hombre? ?D¨®nde florece m¨¢s el pensamiento y se satisface m¨¢s la necesidad no s¨®lo material? Despu¨¦s de haber estado clamando en el exilio o en la lejan¨ªa del poder, ?qu¨¦ han hecho, en realidad, los pa¨ªses donde la izquierda, con el apoyo intelectual, se ha instalado ya?.
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