Algo m¨¢s que una declaraci¨®n
EL ACTUAL Gobierno, en cuyo activo no se contabiliza precisamente una pol¨ªtica sensible y realista con relaci¨®n a los pa¨ªses latinoamericanos, parece dispuesto a abandonar el letargo y la insensibilidad que hasta ahora ha observado hacia Centroam¨¦rica con la declaraci¨®n hecha en M¨¦xico por su titular de Asuntos Exteriores, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca. El ministro espa?ol ha manifestado de forma tajante que "las soluciones militares en el istmo centroamericano son inaceptables para Espa?a", al tiempo que: pon¨ªa de relieve el repudio de nuestro pa¨ªs "a las violaciones de los derechos humanos en cualquier hemisferioLa declaraci¨®n ha estado acompa?ada por una petici¨®n de no intervenci¨®n a las potencias extranjeras, que puede contribuir a desestabilizar a¨²n m¨¢s la ya precaria situaci¨®n en la zona. Como punto de partida, la declaraci¨®n de P¨¦rez-Llorca, aunque tard¨ªa, es aceptable y responde a una demanda de la sociedad espa?ola, que asiste horrorizada a la masacre diaria que se comete en varios pa¨ªses centroamericanos, principalmente El Salvador y Guatemala. Resulta realmente ir¨®nico leer en el reciente in5orme publicado por la Administraci¨®n Reagan -informe, por cierto, fuertemente contestado por amplios sectores del propio Congreso norteamericano- que el respeto de los derechos humanos en El Salvador ha mejorado porque los asesinatos han descendido en un a?o de 11.000 a s¨®lo 6.000.
Sin embargo, la petici¨®n de no intervenci¨®n a Estados Unidos, por una parte, y a la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Cuba, por otra, y aun reconociendo la buena fe del ministro espa?ol en su formulaci¨®n, resulta evidentemente pueril. Washington no parece querer cejar en su apoyo a la actual Junta de El Salvador porque piensa que la ca¨ªda del r¨¦gimen de Duarte puede suponer una segunda Nicaragua en Am¨¦rica Central, con peligro de contaminaci¨®n para M¨¦xico. Mosc¨² tratar¨¢ de seguir rentabilizando la situaci¨®n.
Espa?a tiene la obligaci¨®n de aportar algo m¨¢s que peticiones antiintervencionistas, y no ser¨ªa la primera vez que el Gobierno de Madrid y la Corona espa?ola han intervenido a lo largo de la historia en la mediaci¨®n de los conflictos que, de una forma u otra, han afectado a los pa¨ªses latinoamericanos. Que sepamos, hasta este momento ning¨²n pa¨ªs ha intentado la mediaci¨®n entre los contendientes en El Salvador. Los Gobiernos se han limitado a apoyar, seg¨²n sus particulares intereses, a una de las partes del conflicto, cuando en los momentos actuales resulta evidente que el fin de la guerra civil salvadore?a no parece pr¨®ximo y que la celebraci¨®n de elecciones generales el pr¨®ximo mes, si se produce, no s¨®lo no conducir¨¢ a la terminaci¨®n de la lucha armada, sino que puede ser el preludio de un incremento de la violencia y toda una farsa in¨²til.
La mediaci¨®n, dif¨ªcil, pero no imposible, precisa unas grandes dosis de imaginaci¨®n. Adem¨¢s de El Salvador hay otros puntos neur¨¢lgicos sobre los que habr¨ªa que concentrar los esfuerzos de la diplomacia espa?ola. El reto es grande, pero podr¨ªa ser la ocasi¨®n de demostrar que Espa?a siente como propios los problemas de aquella zona, que tiene una pol¨ªtica latinoamericana propia que no va a remolque de las seguidas por las grandes potencias y que no se limita, como ha ocurrido hasta ahora, a grandilocuentes declaraciones sobre la comunidad de destinos de los pueblos hisp¨¢nicos.
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