Helmut Schmidt: "La realidad surgida de Yalta s¨®lo puede cambiarse por una evoluci¨®n pac¨ªfica en el interior de la Europa del Este"
Pregunta. ?Piensa en retrospectiva que su reacci¨®n a la declaraci¨®n de la ley marcial en Polonia no fue la m¨¢s apropiada? Se le ha criticado la decisi¨®n de permanecer en Alemania Oriental despu¨¦s de haber o¨ªdo1a noticia, sus posteriores referencias a Yalta y a la necesidad de mantener los acuerdos hist¨®ricos sobre las esferas de influencia en Europa y su primera declaraci¨®n, dando a entender que los sovi¨¦ticos no estaban profundamente implicados en los acontecimientos. Todo esto molest¨® bastante a los norte amer?canos. ?Piensa ahora que estuvo acertado?Respuesta. Hablando ahora con m¨¢s perspectiva, no lamento nada de lo que dije ni tengo nada que corregir. Jam¨¢s pens¨¦ ni dije que los sovi¨¦ticos no tuvieran nada que ver con los acontecimientos polacos del 13 de diciembre. Todo lo contrario, siempre he pensado que no pod¨ªa ocurrir nada de importancia pol¨ªtica en Polonia, en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana en Checoslovaquia o en ning¨²n otro pa¨ªs de Europa del Este sin la aprobaci¨®n de la jerarqu¨ªa sovi¨¦tica. Me gustar¨ªa recalcar que jam¨¢s he afirmado que Jaruzelski llevara a cabo las medidas que tom¨® sin presi¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Todo lo contrario, antes de Navidad le envi¨¦ una carta al secretario general, Le¨®nidas Breznev, pidi¨¦ndole que se ocupara de remediar la situaci¨®n polaca. Ahora s¨¦ que, con excepci¨®n de Ronald Reagan, fui el ¨²nico dirigente pol¨ªtico occidental que escribi¨® a Breznev sobre la situaci¨®n polaca. En cuanto a mi visita a la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, no lamento lo m¨¢s m¨ªnimo el no haberme marchado inmediatamente. ?Por qu¨¦ raz¨®n ten¨ªa que marcharme? ?Por qu¨¦ iba a castigar a mis propios compatriotas de Alemania Oriental por algo que hab¨ªa sucedido en otro pa¨ªs? Siento un gran cari?o por mis compatriotas, y a veces Estados Unidos no lo comprende.
Ese mismo domingo estaba visitando la catedral de Mecklenburg (Alemania Oriental), en compa?¨ªa de un jefe de Estado comunista. En la catedral ¨¦l tuvo que escuchar al obispo como yo. Era la primera vez que el jefe de Estado comunista de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana visitaba una catedral. Podr¨ªa haber elegido otro lugar para fomentar el cristianismo en Alemania Oriental, pero eleg¨ª esta catedral por la escultura de Ernst Barlach. Lo televisaron en toda Alemania del Este. Fue un acontecimiento que significaba mucho para Alemania del Este.
Sobre la cuesti¨®n de Yalta dije lo mismo que Fran?ois Mitterrand, y me reafirmo en mis palabras. Creo que es moralmente inaceptable dividir el mundo en diferentes esferas de influencia. Pero aun afirmando esto, hay que darse cuenta que Polonia lleva ya 35 a?os formando parte de la esfera de inter¨¦s sovi¨¦tica. Quiz¨¢ sea cierto que no se pens¨® que las cosas ocurrieran as¨ª, ni en Yalta, ni en Teher¨¢n, ni en Casablanca. Por otro lado, es una realidad de la vida internacional y hecho hist¨®rico que las potencias que contaban en Teher¨¢n, Yalta, Potsdam o Mosc¨² no consiguieron asegurarse la aceptaci¨®n por parte de la Uni¨®n Sovi¨¦tica del derecho de los pueblos a la autodeterminaci¨®n ni de la soberan¨ªa de las naciones. Pero ello no debe hacernos concebir la ilusi¨®n de que la realidad surgida de Yalta y Teher¨¢n se puede alterar por presiones pol¨ªticas o morales o por la fuerza. Unicamente puede cambiarse mediante una evoluci¨®n pac¨ªfica en el interior de la Europa del Este. Por el tipo de evoluci¨®n que de cuando en cuando vemos comenzar en algunos Estados bajo dominio comunista. Lo vimos en la Alemania del Este en 1953. Lo vimos en Hungr¨ªa en 1956. En Checoslovaquia en 1968. Lo estamos viendo ahora mismo en Polonia, desde agosto de 1980.
Estos intentos por parte de los pa¨ªses de la Europa del Este de comenzar una evoluci¨®n pac¨ªfica han sido aplastados, en la mayor¨ªa de los casos por la fuerza, por parte de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pero pienso que no debemos dejar que estos acontecimientos nos hagan perder la confianza en que es posible la evoluci¨®n. En realidad, dejan patente uno de los principales puntos d¨¦biles del sistema comunista bajo la direcci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, la incapacidad de adaptar sus sistemas a los deseos del pueblo y a la necesidad de los avances econ¨®micos, hist¨®ricos y pol¨ªticos.
P. Veamos, en primer lugar, la cuesti¨®n de Yalta. ?Piensa que se deben a Yalta los 35 a?os de relativa paz en Europa.
R. No, no; no creo que haya que atribuir ning¨²n m¨¦rito a Yalta. Simplemente digo que, efectivamente, Yalta se ha convertido en un s¨ªmbolo de la divisi¨®n de Europa en diferentes esferas pol¨ªticas. No creo que haya que atribuir ning¨²n m¨¦rito a Yalta. Creo que, moralmente, es inaceptable, pero se ha convertido en una realidad pol¨ªtica de la vida internacional. Deploro Yalta. Ha dividido a mi propio pa¨ªs en dos partes, y ambas son mi propio pueblo.
P. ?Cree entonces que ha llegado el momento de reevaluar los acuerdos de Yalta? ?Hay alguna forma de que Occidente pueda garantizar su seguridad a la Uni¨®n Sovi¨¦tica sin que tenga que haber un Estado totalitario en Polonia?
R. No es cuesti¨®n de que Occidente garantice una forma de gobierno en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, ni mucho menos.
P. ?Ni siquiera su seguridad?
R. La misi¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y de los dem¨¢s pa¨ªses de la Europa del Este y la de los pa¨ªses de Europa occidental y de Estados Unidos es procurar que no haya guerra en Europa. Hace falta que haya negociaciones y tratados para asegurar que no se va a producir una continua carrera armament¨ªstica, una cadena infinita de amenazas y contraamenazas con el riesgo de que tales procesos se nos escapen de las manos. Pero no es necesaria una reevaluaci¨®n de la situaci¨®n de la Europa del Este. Lo que hace falta son negociaciones como las que se est¨¢n desarrollando en Ginebra en este momento. Como las que llevaron a los SALT I y a los SALT II. Como las que llevaron al tratado de no proliferaci¨®n de armas nucleares; acuerdos de ese estilo.
P. Le he hecho esta pregunta porque George Kennan argumentaba hace unos d¨ªas en el Herald Tribune que est¨¢bamos arrinconando a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que si quer¨ªamos ver cambios, una evoluci¨®n en Polonia y en otros estados de la Europa del este ten¨ªamos que asegurarnos de que no d¨¢bamos la impresi¨®n de estar intentando, al mismo tiempo, socavar su seguridad. Me preguntaba si habr¨ªa tratado usted con Breznev en alguna ocasi¨®n esta cuesti¨®n de los cambios en la divisi¨®n de Europa, de su evoluci¨®n, de c¨®mo se puede trabajar juntos para reducir la carrera armament¨ªstica y permitir, al mismo tiempo, una evoluci¨®n pol¨ªtica.
R. Dada la falta de flexibilidad sovi¨¦tica, tanto ideol¨®gicamente como en t¨¦rminos de su estrategia pol¨ªtica, la evoluci¨®n, en su caso, es un proceso muy largo. Contribuimos a hacer posible la evoluci¨®n mediante el documento final de Helsinki. Esto abri¨® posibilidades de evoluci¨®n pac¨ªfica, incluso en Polonia. La creaci¨®n de Solidaridad y otros acontecimientos revolucionarios dentro de Polonia no hubieran sido posibles si Helsinki no les hubiera precedido en 1975. Nosotros, los alemanes en particular, hemos contribuido a las posibilidades de evoluci¨®n en la Europa del Este mediante una serie de tratados que firmamos en los a?os setenta con Mosc¨², Checoslovaquia y Alemania del Este.
En cada caso, los signatarios se comprometieron a no utilizar la fuerza mutuamente. Firmaron un tratado renunciando al empleo de la fuerza. Fue algo muy importante para quienes viven en la Europa del Este. Ya no estaban obligados a creer lo que les dec¨ªa su propaganda, que ten¨ªan que estar permanentemente alerta, que ten¨ªan que soportar un nivel de vida bajo y sacrificar parte del producto nacional bruto para rearmarse contra una Alemania vengativa. Esta amenaza hab¨ªa sido uno de los instrumentos principales para oprimir a la gente de esos pa¨ªses. Les arrebatamos este instrumento. Los tratados alemanes no eran ¨²nicamente una forma de estabilizar la paz en Europa; eran, sobre todo, una forma de eliminar, para millones de polacos y para millones de ciudadanos de la Europa del Este, el sentimiento de verse amenazados. Consecuentemente, era una forma de permitir la. evoluci¨®n. Nuestros tratados han hecho desaparecer el miedo a los alemanes, y con ¨¦l desapareci¨® uno de los instrumentos de opresi¨®n de los Gobiernos.
P. El general Jaruzelski tiene en Polonia un historial honroso de resistencia a las ¨®rdenes de disparar contra otros polacos. Cuando tom¨® el poder era evidente, por una serie de grabaciones hechas durante una reuni¨®n de la direcci¨®n de Solidaridad, que algunos miembros dirigentes del sindicato estaban discutiendo el derrocamiento del comunismo. Tal como se est¨¢n desarrollando actualmente los acontecimientos, ?cree que Occidente se ha mostrado demasiado duro en su juicio de Jaruzelski y que deber¨ªa darle m¨¢s tiempo?
R. Es dif¨ªcil de decir. No conozco esas grabaciones. No las he o¨ªdo.
P. Fueron ampliamente divulgadas en su momento.
R. Se divulga tanto...; no s¨¦. Me inclino a pensar que un avance m¨¢s lento de Solidaridad podr¨ªa haber tenido m¨¢s ¨¦xito. En cuanto a Jaruzelski, jam¨¢s he hablado con ¨¦l, no le conozco. Conozco a algunos dirigentes polacos. A algunos de los que han sido arrestados y encerrados en esos campos de internamiento. Tambi¨¦n conozco a algunos de los actuales dirigentes. Pero me resulta dif¨ªcil evaluar la situaci¨®n actual del partido comunista polaco. Desde el 13 de diciembre, e incluso desde antes, han ocurrido unas cuantas cosas en Polonia que no estaban previstas ni por el partido comunista ni por el Politbur¨®. No quiero utilizar una palabra demasiado fuerte, pero ahora mismo existe claramente un peligro de reestalinizaci¨®n, que puede verse tambi¨¦n provocado por las influencias de Occidente. Me corregir¨¦: podr¨ªa ser provocado por influencias psicol¨®gicamente equivocadas que provienen de Europa occidental o de Estados Unidos. Hay que contar con esa posibilidad.
P. ?Sugiere que estamos tratando mal el tema?
R. Es posible que lo estemos llevando mal, s¨ª. Yo estoy a favor d¨¦ una fuerte presi¨®n moral sobre los militares polacos. Por otro lado, tenemos que mostrar, al mismo tiempo, cierta disposici¨®n a ayudar a Polonia si se produce un cambio: el levantamiento del estado de guerra, la restauraci¨®n de la libertad de expresi¨®n y el di¨¢logo nacional entre el partido, la Iglesia cat¨®lica, los trabajadores, y habr¨ªa que a?adir actualmente los militares. Es decir, una fuerte presi¨®n moral, pero mostrando, por otra parte, que estamos dispuestos a ayudarles en caso de que haya un retorno a la normalidad en Polonia.
Helmut Schmidt
de la primavera checoslovaca de 1968. Al mismo tiempo, he visto lo que es posible, dada la inteligencia del dirigente comunista Janos Kadar. Occidente le consider¨® un gran traidor en 1956. Y, sin embargo, ha sido posible, mediante una evoluci¨®n muy lenta, crear una forma de gobierno comunista mucho m¨¢s aceptable a los h¨²ngaros de lo que lo es el actual Gobierno militar para los polacos.P. ?No cree que algunas de las cosas que se est¨¢n afirmando en estos momentos no contribuyen a favorecer ese proceso de evoluci¨®n?
R. Creo que es necesario expresar nuestras propias convicciones morales. Por otra parte, las convicciones morales no constituyen necesariamente una pol¨ªtica acabada. No hay que enfrentar nunca una serie de medidas contra nuestros valores elementales o morales. Pero no es suficiente con expresar nuestras creencias o incredulidades. La pol¨ªtica internacional no es un teatro, no es una iglesia donde se va uno a confesar. Es un foro de debate en donde se intenta llevar a otras personas o a otros Gobiernos hac?a ciertos objetivos que se tiene en mente. Hay que emplear muchos m¨¢s instrumentos que la simple expresi¨®n de una repulsa moral. Yo expres¨¦ mi respulsa moral antes que ning¨²n otro dirigente. Lo hice el 18 de diciembre. Es decir, dos d¨ªas antes de que el presidente Reagan alzara su voz. Y lo hice no en una entrevista, sino en una declaraci¨®n oficial, dada personalmente ante el Parlamento de Bonn. El Parlamento alem¨¢n aprob¨® una resoluci¨®n, de manera casi un¨¢nime, sobre Polonia el 18 de diciembre, pidiendo la abolici¨®n del estado de guerra, la liberaci¨®n de los prisioneros y el reinicio del di¨¢logo nacional en Polonia. Es decir, expresamos nuestra opini¨®n mucho antes que todo el mundo.
P. Sin embargo, la reacci¨®n norteamericana a su visita a Washington en enero fue r¨¢pida y furiosa, incluso brusca y violenta. ?Qu¨¦ es lo que hay realmente en la base de los problemas entre Alemania y Estados Unidos?
R. No hay ning¨²n. problema entre Alemania y Estados Unidos. Usted est¨¢ hablando de la reacci¨®n de algunos medios de comunicaci¨®n, no del presidente. Ni del secretario de Estado.
P. Pero sigue siendo un problema de comunicaci¨®n con un grupo de gente -no me refiero al presidente-, un grupo de pol¨ªticos que, a partir de la Administraci¨®n Carter, han ido saliendo de campos en los qu? no han tenido una larga y profunda experiencia de los asuntos exteriores. ?O se trata simplemente de un sentimiento antigermano latente, una secuela de la segunda guerra mundial, que ten¨ªa por fuerza que reaparecer en el momento en que Alemania sintiera que pod¨ªa m¨ªnimamente volver a reafirmarse?
R. No, no creo que sea una secuela de la segunda guerra mundial. Hay gente que s¨ª, gente que ha estado en campos de concentraci¨®n nazis, por ejemplo; no todos, pero algunos podr¨ªan dejarse llevar por el recuerdo. Pero la mayor¨ªa no.
Me gustar¨ªa decirles a los lectores norteamericanos de su peri¨®dico que los alemanes sienten gran cari?o por la naci¨®n polaca. Alemania, por su cuenta y por iniciativa propia, ha enviado a Polonia, en Navidad y A?o Nuevo, m¨¢s paquetes -dos millones de paquetes por valor de aproximadamente cien millones de marcos- que el resto del mundo junto. El motivo es un profundo sentimiento de compasi¨®n. Creo que esa es la palabra correcta, un sentimiento profundo, un sentimiento de compasi¨®n profundamente arraigado que surge de lo que todos nosotros hemos padecido en los ¨²ltimos mil a?os. Y me refiero, naturalmente, a mil a?os de historia polaco-germana. En ocasiones fue muy fruct¨ªfera. Por ejemplo, hubo momentos en que los polacos escogieron sus reyes en Alemania, eligieron pr¨ªncipes alemanes para la corona de Polonia. Durante los ¨²ltimos doscientos a?os o m¨¢s, la historia entre alemanes y polacos se ha amargado, desde la divisi¨®n de Polonia entre Rusia, Austria y Prusia hasta la ¨¦poca del reparto de Polonia entre Stalin y Hitler. Los alemanes saben que, despu¨¦s de los jud¨ªos y los rusos, los polacos fueron la naci¨®n que m¨¢s sufri¨® bajo la bota de Hitler. Por eso los alemanes quieren compensarles.
Para empezar, no fue una tarea f¨¢cil para los alemanes, porque muchos alemanes llevaban siglos, ellos y sus antecesores, viviendo en la Prusia oriental y en Pomerania y Silesia, y hab¨ªan sido expulsados al final de la guerra. Cre¨ªan que les hab¨ªan expulsado los polacos. En realidad, su expulsi¨®n se debi¨® al traslado total de la naci¨®n polaca que se hab¨ªa acordado en las conferencias anteriormente mencionadas..,
He visitado Polonia en tres ocasiones. Debo agradecer que, incluso bajo el Gobierno comunista, encontr¨¦ no s¨®lo a ciudadanos polacos normales, sino incluso a dirigentes pol¨ªticos que estaban empe?ados en la tarea de contribuir a la consecuci¨®n de la paz no s¨®lo sobre el papel, sino en la realidad. Por todas estas razones, jam¨¢s emplear¨ªa una palabra como campo de concentraci¨®n para describir lo que est¨¢ actualmente sucediendo en Polonia. S¨¦ lo que supon¨ªa un verdadero campo de concentraci¨®n cuando los hombres eran asesinados por.millones en las c¨¢maras de gas. No es f¨¢cil de entender para alguien que viva en el me
P. Podr¨ªa decirse que el Gobierno militar de Polonia destruye el dominio del partido de una manera bastante seria. Jaruzelski ha roto el poder del partido y adem¨¢s, dadas las condiciones existentes, es posible que el partido no pueda volver a establecerse jam¨¢s de la misma manera. ?Cree que tal argumento tiene sentido, y, en caso afirmativo, cu¨¢les son las consecuencias?
R. Es dif¨ªcil predecir el futuro de Polonia, el del partido comunista polaco o el de los militares polacos. Lo ¨²nico que se puede predecir con seguridad es que los polacos, como naci¨®n., se mantendr¨¢n fieles a sus creencias religiosas. Esto es algo indudable. Por fuerza hay que contar con la fuerza integrada e inmaculada de la Iglesia cat¨®lica. No creo que sea tarea de alguien que est¨¢ todav¨ªa en el Gobierno hacer predicciones de ese tipo. Est¨¢ bien para gente como George Kennan. Tiene derecho a hacerlo por sus ¨¦xitos, perspicacia y experiencia de toda una vida. Pero yo soy un dirigente pol¨ªtico todav¨ªa en activo, y eso es muy diferente.
P. En su discurso de apertura del Parlamento de! Bonn el a?o pasado dijo que el proceso de distensi¨®n no aguantar¨ªa otro golpe como el de Afganist¨¢n. ?Ha sido Polonia ese golpe final?
R. Polonia es una cuesti¨®n muy diferente. El caso de Afganist¨¢n es la invasi¨®n de un pa¨ªs pac¨ªfico no ligado por ning¨²n tratado de adhesi¨®n a una alianza defensiva. Fue un caso de violaci¨®n de la soberan¨ªa de un Estado. Polonia es, sin duda, un caso de categor¨ªa diferente. Claramente no se puede comparar a Polonia con el aplastamiento de la primavera checoslovaca de 1968, ni con Hungr¨ªa. En estos dos casos se trat¨® del empleo de la fuerza del poder militar sovi¨¦tico para intervenir y entromellerse en los asuntos internos de dos Estados. Polonia es un caso diferente.
No suelo utilizar con frecuencia la palabra distensi¨®n, pero lo que quiero decir en realidad es que el estado de las relaciones entre Occidente y la Uni¨®n Sovi¨¦tica se ver¨¢ afectado si la Uni¨®n Sovi¨¦tica contin¨²a invadiendo Estados y metiendo sus tropas en Estados en donde no tienen por qu¨¦ estar. No hay duda tampoco de que el caso polaco ha cambiado las relaciones Este-Oeste, a pesar de su diferente naturaleza. Pero, a pesar de la impresi¨®n que algunos medios de comunicaci¨®n norteamericanos dan a sus lectores y oyentes, no han cambiado las relaciones Este-Oeste, hasta el punto de que ya no haya di¨¢logo entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Hace poco tuvo lugar una larga reuni¨®n entre los dos secretarios de Asuntos Exteriores, Alexander Haig y Andrei Gromiko, y a¨²n contin¨²an las conversaciones de Ginebra para conseguir un acuerdo sobre la limitaci¨®n de armas nucleares en el teatro europeo. Yo me opongo a romper el di¨¢logo.
Consecuentemente, estoy de acuerdo con la l¨ªnea que ha tomado Ronald Reagan. No voy a criticar al presidente norteamericano ni a su Gobierno por decir lo que piensan. Yo mismo dije lo que pensaba antes de que ellos abrieran siquiera la boca. Tambi¨¦n he participado en la emisi¨®n televisiva "Dejad en paz a Polonia". Me gustar¨ªa recordar a todo el mundo la ¨²ltima frase del himno nacional polaco: "... todav¨ªa no est¨¢ perdida Polonia".
P. ?Usted mantiene la postura de que independientemente del ca riz que podr¨ªan tomar los aconte cimientos polacos en los pr¨®ximo meses, va a respetar los acuerdo de la ostpolitik en temas tales como el del gasoducto y la necesidad de aumentar los intercambios comerciales?
R. Ya sabe que a los americano les es f¨¢cil hablar de comercio por que no tienen mucho comercio, ni con la Uni¨®n Sovi¨¦tica ni, en general, con el resto del mundo. Estados Unidos no tiene gran necesidad de comercio internacional porque tiene todas las materias primas dentro de su territorio. Tienen petr¨®leo, gas natural, carb¨®n tienen de todo. En Alemania en hay nada excepto un poco de carb¨®n a gran profundidad. En Alemania no existe la miner¨ªa a cielo abierto. Hay que cavar en la tierra agujeros de 12.000 metros de profundidad. Por eso somos una naci¨®n comercial, al igual que el Reino Unido, Francia, Holanda y la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, y esto ha sido as¨ª desde el final de la Edad Media. Sin embargo, nuestro comercio con la Uni¨®n Sovi¨¦tica es relativamente bastante peque?o; quiz¨¢ represente un 2% del total de nuestro comercio. Exportamos menos a la Uni¨®n Sovi¨¦tica que a la peque?a Suiza. Por eso los europeos lo pensamos m¨¢s a la hora de entrometernos en el comercio, porque es una de las arterias de nuestra vida econ¨®mica. A pesar de todo, es perfectamente cre¨ªble, no se puede excluir, que podamos participar en sanciones comerciales en un caso concreto. Por ejemplo, nosotros jam¨¢s hemos exportado tecnolog¨ªa que pudiera resultar de utilidad para fines militares a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y no lo vamos a hacer en el futuro. Adem¨¢s, tampoco hemos exportado cereales a la Uni¨®n Sovi¨¦tica porque no tenemos excedentes de cereales. Y hemos participado en el boicoteo norteamericano de los Juegos Ol¨ªmpicos de Mosc¨², tras la invasi¨®n de Afganist¨¢n.
P. ?Es esta, entonces, su respuesta, canciller, a mi pregunta de que, pase lo que pase en Polonia en los pr¨®ximos meses, usted cree necesario respetar los acuerdos econ¨®micos de la ostpolitik?
R. No he roto jam¨¢s un tratado o un acuerdo firmado por m¨ª o al que me haya comprometido. Y no lo voy a hacer en el futuro. A prop¨®sito, el Gobierno de Estados Unidos no me ha pedido que viole ning¨²n acuerdo. No, no me lo piden. Puede que algunos peri¨®dicos s¨ª lb hagan, pero el mismo Reagan declar¨® que ¨¦l no lo har¨ªa.
P. En el Gobierno de Reagan hay una escuela de pensamiento que argumenta que Estados Unidos est¨¢ mucho m¨¢s capacitado para tomar parte en la carrera armament¨ªstica que la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Su argumentaci¨®n es que si la carrera de armamento contin¨²a, la presi¨®n interna para lograr un nivel de vida m¨¢s alto obligar¨¢ a la Uni¨®n Sovi¨¦tica a sentarse en la mesa de negociaciones para emprender unas conversaciones m¨¢s serias. Para esta escuela de pensamiento, cualquier ayuda econ¨®mica, tal como el gasoducto siberiano, contribuye a retrasar el momento en que la Uni¨®n Sovi¨¦tica se ver¨¢ obligada a negociar con m¨¢s seriedad. ?Le concede alg¨²n cr¨¦dito a esta teor¨ªa?
R. Para empezar, ning¨²n miembro del Gobierno de Estados Unidos me ha expresado jam¨¢s tal teor¨ªa. Y no s¨¦ si es cierto que haya alguien en el Gobierno norteamericano que la comparta. En segundo lugar, puede que sea cierto que Estados Unidos est¨¦ m¨¢s capacitado para participar en una carrera de armamentos a gran escala con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En tercer lugar, no me gustar¨ªa que esto ocurriera. Y, por ¨²ltimo, argumentaciones de este tipo no me van a convencer de que debo cancelar el acuerdo para la construcci¨®n del gasoducto. La econom¨ªa alemana necesita gas del exterior, igual que necesita petr¨®leo. Los norteamericanos no nos pueden abastecer de petr¨®leo al precio antiguo. Estados Unidos no puede proporcionarnos gas natural, hasta que, en el pr¨®ximo siglo, se construya un gasoducto a trav¨¦s del Atl¨¢ntico norte. Y otro tanto se puede decir respecto a Francia y a otros pa¨ªses europeos. Quisiera repetir que Ronald Reagan no me ha pedido que cancele el acuerdo firmado porque sabe muy bien que ning¨²n gobernante puede violar un acuerdo al que ha prestado su nombre.
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