Sobre el asunto L¨®pez Quint¨¢s
Los hechos de que discutimos no ocurrieron "supuestamente" hace unos trece a?os, sino solamente diez: es psicoanal¨ªticamente revelador el deseo de echar tiempo encima a sucesos desagradables, pero la historia nunca se arrastra con la velocidad que le desear¨ªamos. En aquellos d¨ªas, los profesores no numerarios trat¨¢bamos de conseguir las m¨ªnimas garant¨ªas laborales que se nos negaban; en apoyo de estas reivindicaciones se llev¨® a cabo en la Universidad Aut¨®noma de Madrid una huelga de ex¨¢menes que concluy¨® con la expulsi¨®n de sus puestos de trabajo de una serie de profesores por el entonces rector y luego ministro de Educaci¨®n, el poeta Julio Rodr¨ªguez. Ciertas personas decidieron que tal situaci¨®n represiva era una buena ocasi¨®n para diezmar el departamento de Filosof¨ªa de dicha universidad, cuyo talante cr¨ªtico e inconformista le hab¨ªa convertido en la b¨ºte noire de los tradicionales mandarines del trapicheo escol¨¢stico que pasaba por filosof¨ªa en las c¨¢tedras espa?olas. Sobre la identidad de tales personas quiz¨¢ pudiera informar el profesor Mill¨¢n Puelles, en cuyos labios la palabra "tergiversaci¨®n" tiene el mismo chirriante sonido que "aborto" en los de L¨®pez Quint¨¢s. Los profesores expulsados -"noPasa a la p¨¢gina 12
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renovaci¨®n de contrato" era el eufemismo que encubr¨ªa tal medida represiva- seguimos asistiendo a nuestros despachos por consejo de nuestros abogados, hasta que la Brigada Social nos llam¨® a sus dependencias y Saturnino Yag¨¹e nos disuadi¨® amablemente de ello. Pues bien, cierto d¨ªa, al llegar a nuestra facultad y a nuestro despacho, nos encontramos dentro con el dial¨®gico L¨®pez Quint¨¢s y dos o tres ac¨®litos, alguno de ellos conocido miembro del Opus Dei. Nos sentimos, en efecto, "bastante irritados" por tal intrusi¨®n, y los alumnos no se mostraron mucho m¨¢s complacidos, e hicimos patente nuestro descontento de modo tan inequ¨ªvoco que los invasores optaron por la retirada. Este primer asalto se frustr¨®, pero el departamento permaneci¨® desmantelado, sus profesores desperdigados y uno de los intentos de dar otro rostro a la filosof¨ªa espa?ola se trunc¨® as¨ª.
No me hago demasiadas ilusiones sobre la perspicacia de L¨®pez Quint¨¢s, pero me niego a creer que desconoc¨ªa todas las circunstancias antedichas y que ignoraba que ¨¦l y su equipo iban a un departamento con tres profesores expulsados y otros cuatro apartados de la docencia (fueron expulsados al expirar su contrato de dos a?os). Lo decisivo en este asunto no es firmar o no firmar contrato, sino la operaci¨®n que se mont¨® y a la que se prest¨® L¨®pez Quint¨¢s. Que luego no se decidiera a seguir adelante ante la actitud de profesores y alumnos y la firme oposici¨®n del director del departamento, Carlos Paris, es algo de lo que tampoco sabemos lo que significaba en aquellos d¨ªas y en aquella universidad (de unos y otra quedan todav¨ªa demasiado visibles cicatrices) colaborar en el aplastamiento de lno todos se atreviesen a llevar tal colaboraci¨®n hasta sus ¨²ltimas consecuencias./ .
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