Catedrales que se caen
Espa?a es una primera potencia clar¨ªsimamente en el terreno cultural, y m¨¢s espec¨ªficamente en patrimonio hist¨®rico-art¨ªstico. Quiz¨¢ un buen procedimiento para comprender cu¨¢l sea el estado de este patrimonio nos lo dan las catedrales espa?olas. En efecto, como se sabe, as¨ª como la arquitectura civil de otros pa¨ªses europeos puede tener una mayor importancia art¨ªstica, en cambio, en arquitectura religiosa, un papel decisivo en la historia del arte de todas las ¨¦pocas corresponde a edificios espa?oles.Como en otros pa¨ªses, la construcci¨®n de las catedrales espa?olas representa un esfuerzo colectivo y duradero desde la Edad Media hasta fechas muy posteriores. La historia de cada una de las catedrales espa?olas es una sucesi¨®n de proyectos interrumpidos, demoliciones, reformas parciales, ampliaciones y adiciones que modificaron de forma sustancial los proyectos primitivos, alter¨¢ndolos incluso bien avanzado el siglo XVIII o en alg¨²n caso, incluso, entrado el XIX. El caso m¨¢s significativo a este respecto es el de la catedral de Le¨®n, que, desde su construcci¨®n en el siglo XIII y el comienzo de su ruina en el XV, no ha quedado configurado definitivamente hasta la segunda mitad del XIX Otros ejemplos elocuentes ser¨ªan, poiejemplo, el de la catedral de Pamplona, rom¨¢nica, hundida parcialmente a finales del siglo XIV para ser concluida a finales del XVIII con una fachada neocl¨¢sica de Ventura Rodr¨ªguez; o la catedral de Sevilla, que se inicia a comienzos del siglo XV, demoliendo previamente un templo anterior muy deteriorado, y finaliza su construcci¨®n en 1506, para hundirse parcialmente luego. La historia de las catedrales espa?olas es, por tanto, la historia del gusto arquitect¨®nico, y no deben extra?ar tantas transformaciones, que todav¨ªa podr¨ªan haber sido mayores: como es sabido, a mediados del siglo XVI, con ocasi¨®n de unas fiestas religiosas, la fachada de la catedral de Toledo fue cubierta con una especie de enorme bambalina que sustitu¨ªa temporalmente sus formas g¨®ticas por otras de corte cl¨¢sico.
Este inmenso tesoro arquitect¨®nico, producto de esfuerzos colectivos tan considerables y tan largos en el tiempo, ha llegado a nosotros con grav¨ªsimos problemas de conservaci¨®n. Pr¨¢cticamente todas las catedrales espa?olas tienen en el momento actual problemas de este tipo m¨¢s o menos graves, pero, en todo caso, suficientes para que generaciones futuras no puedan apreciar su belleza si la generaci¨®n actual no es capaz de conservarlas. En t¨¦rminos generales se puede decir que los problemas de las catedrales espa?olas se reducen a tres: problemas de estabilidad, probiemas derivados de la mala conservacion ordinaria y, en tercer lugar problemas derivados del impacto de las nuevas condiciones de la vida actual, y en especial la poluci¨®n.
Quiz¨¢ los problemas de estabilidad puedan parecer m¨¢s aparatosos. Se nos dice que la catedral de Le¨®n tiene problemas estructurales por la disminuci¨®n de la capacidad de resistencia de sus materiales; que en la Seo de Zaragoza se est¨¢ produciendo un reventamiento de los pilares, o que la torre derecha de la fachada del Obradoiro, en Santiago de Compostela, corre peligro inmediato. Lo cierto es que estos problemas de estabilidad son relativamente reducidos en n¨²mero y en algunas ocasiones han sido magnificados con la consecuencia de provocar una intervenc¨ª¨®n excesiva que hubiera alterado las caracter¨ªsticas mismas de los edificios. Frecuent¨ªsimo es, sin embargo, el caso de la mala conservaci¨®n ordinaria provocada por la carencia de inversiones de mantenimiento en cubiertas, bajantes y desag¨¹es que los obispados no han emprendido, en parte por las dificultades econ¨®micas pero tambi¨¦n, quiz¨¢, por una indudabl¨¦ despreocupaci¨®n sustituida por actuaciones m¨¢s espectaculares. Pr¨¢cticamente no hay catedral espa?ola que no sufra de estos problemas. Los casos, por ejemplo, de Segovia, Avila o Palencia son un ejemplo que podr¨ªa. prolongarse hasta hacer una lista interminable. Finalmente, tambi¨¦n la poluci¨®n, aliada con otros elementos, ha deteriorado gravemente las superficies exteriores.
La catedral de Le¨®n suma a su problema de estabilidad este tipo de deterioro, que se da tambi¨¦n en la de Murcia y que se al¨ªa en la de C¨¢diz a la descomposici¨®n de desprendimiento de piedra como consecuencia de la influencia del salitre. Problemas infinitamente menores son los del estudio y tratamiento de las vidrieras necesitadas de protecci¨®n.
?Qu¨¦ hace la Administraci¨®n en el momento actual ante esta lamentable realidad? En primer lugar debe tenerse en cuenta que pr¨¢cticamente en todas las catedrales espa?olas hay un programa de actuaci¨®n restauradora. En segundo lugar, a diferencia de otras ¨¦pocas en las que se actuaba directamente sin una investigaci¨®n previa, la Administraci¨®n ha encargado, en un n¨²mero elevado de edificios catedralicios (casi una decena), estudios que permitan las actuaciones posteriores, porque no cabe la menor duda de que lo mejor es no actuar hasta no tener un perfecto conocimiento de la patolog¨ªa del edificio. Esto, indudablemente, produce retrasos incluso considerables, pero, al mismo tiempo, es una garant¨ªa de que las inversiones ser¨¢n ajustadas y de que la actuaci¨®n ser¨¢ la estrictamente precisa, no produciendo una, ciruj¨ªa excesiva en el edificio.
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