Espa?a ante la OTAN / 2
Marruecos es un escenario Potencial de fricciones en el que se encuentran radicadas Ceuta y Melilla. ?C¨®mo afectar¨¢ la entrada espa?ola en la OTAN a este escenario?Naturalmente (la Prensa lo ha debatido y el Gobierno ha guardado prudente: silencio), la soluci¨®n ¨®ptima para Espa?a, pero dif¨ªcilmente alcanzable, consistir¨ªa en conseguir alg¨²n tipo de compromiso expl¨ªcito por parte de la OTAN que considerase dichas plazas como partes integrantes del territorio espa?ol a efectos de los art¨ªculos 5? y 6? del Tratado del Afl¨¢ntico Norte, que determinan la zona en la que, de producirse un ataque armado contra uno de sus signatarios, se desencadenar¨ªa el efecto de la alianza.
Para muchos de nuestros compatriotas, ¨¦sta ser¨ªa quiz¨¢ la ¨²nica hip¨®tesis admisible, y no han faltado voces que han declarado que, de no lograrse, no deber¨ªamos entrar en la OTAN. Sin embargo, desde el punto de vista de factibilidad internacional no cabe olvidar que si la historia est¨¢ a favor de Espa?a, la geograf¨ªa o la geopol¨ªtica no lo est¨¢n y que Marruecos siempre puede llevar a cabo presiones para conseguir que las plazas, islas y pe?ones dejen de, ser espa?oles. Es evidente, y no hay que hacer hincapi¨¦ en ello, que nuestra pol¨ªtica de defensa debe plantearse con realismo la posibilidad, m¨¢s o menos remota, de un cambio en la situaci¨®n de Ceuta y Melilla.
Temor al precedente
Si la OTAN incluyera a ambas dentro de los l¨ªmites geogr¨¢ficos del Tratado del Atl¨¢ntico Norte a efectos de los art¨ªculos 5? y 6? es obvio que esto supondr¨ªa una fuerte disuasi¨®n ante eventuales acciones norteafricanas, sin que, por otro lado, quepa olvidar que ello no implicar¨ªa necesariamente una modalidad definitiva de reacci¨®n de la Alianza. Ante un ataque armado a Ceuta y Melilla que no procediera del Pacto de Varsovia -antagonista exclusivo, en la pr¨¢ctica, de la OTAN- no son pensables contractuaciones de las que se adoptar¨ªan en conflicto con aqu¨¦l.
En cualquier caso, es previsible que la diplomacia espa?ola encontrar¨¢ en la OTAN una clara oposici¨®n a tal planteamiento. Ha existido en la Alianza una n¨ªtida voluntad de no modificar a la ligera sus l¨ªmites territoriales. El caso de Ceuta y Melilla podr¨ªa sentar un precedente, y es preciso contar con la indiferencia de alguno de los miembros o con la resistencia de otros que consideren las plazas como enclaves coloniales.
Ello no obstante, la hip¨®tesis de los art¨ªculos 5? y 6? no es la ¨²nica. Existen otras. As¨ª, en segundo lugar de prioridades, debe aludirse a la posibilidad de negociar con la Alianza una declaraci¨®n expl¨ªcita que califique a Ceuta y Melilla como zonas de inter¨¦s estrat¨¦gico para la misma, aunque no se encuentren dentro de los espacios que interesan a efectos de los art¨ªculos 52 y 6. Indudablemente, ello contribuir¨ªa tambi¨¦n a incrementar la panoplia a desplegar por el dispositivo disuasorio espa?ol.
Otras necesidades espa?olas
Una tercera l¨ªnea de negociaci¨®n vendr¨ªa dada por la posibilidad de negociar con la Alianza el que se comprometiera a prestarnos el necesario apoyo material y diplom¨¢tico en caso de un conflicto sobre Ceuta y Melilla no provocado por la agresi¨®n de Espa?a, sin que ello significara una intervenci¨®n directa y obligatoria de la OTAN. Esto es, posiblemente, lo que m¨¢s visos de verosimilitud genere, aunque no cabe olvidar una ¨²ltima trinchera: la de que la Alianza asuma alg¨²n tipo de compromiso, m¨¢s o menos aguado, que refleje en cierta medida el esp¨ªritu del anterior.
La cuesti¨®n de las plazas de soberan¨ªa, sobre la que, inevitablemente, debieran pronunciarse con claridad el texto de accesi¨®n o un protocolo complementario, lleva a plantear un argumento subsidiario: la aportaci¨®n de Espa?a a la OTAN habr¨ªa de tender a hacerse coincidir en la m¨¢s amplia medida posible con los intereses espa?oles. Es m¨¢s, cabe afirmar que si el ingreso soslayase la problem¨¢tica espec¨ªficamente nacional, no contribuir¨ªa mucho a mejorar nuestro margen de maniobra en Europa, por no hablar de una repetici¨®n -dicho sea salvando todas las distancias- de las concesiones franquistas a Estados Unidos.
Zonas de amenaza
Por consiguiente, en la negociaci¨®n d¨¦ la modalidad de situaci¨®n con que Espa?a se inserte en la OTAN deber¨ªa aspirarse, pienso, a que el despliegue estrat¨¦gico espa?ol se realizara atendiendo prioritariamente a la defensa del eje Baleares- Estrecho-Canarias y otras posibles zonas de amenaza.
Algunos expertos a?aden, adem¨¢s, que la asunci¨®n de los nuevos cometidos que imponga la estrategia de la Alianza deber¨ªa ser en la mayor medida compatible con los intereses y posibilidades espa?oles. En tanto en cuanto el eje mencionado siga constituyendo el fundamento de nuestra estrategia de contenci¨®n, no cabe abandonar su defensa en beneficio de otras misiones que convinieran m¨¢s a la OTAN. Tambi¨¦n por esto se medir¨¢n los resultados de la forma espec¨ªfica de insercci¨®n.
Pero las posibilidades que ofrece el ingreso en relaci¨®n con los escenarios de amenaza norteafricanos no pueden agotarse aqu¨ª: numerosos autores han mencionado la necesidad de que Espa?a desempe?e un papel de puente de cara a alertar a la Alianza sobre los eventuales potenciales de conflicto en la zona, en el marco, por ejemplo, de intentos de penetraci¨®n sovi¨¦tica materializados en el incremento, de la presencia e influencia. Espa?a, con Italia, est¨¢ en primera l¨ªnea frente a tal penetraci¨®n, y todo lo que contribuya a fortalecer el flanco sur de la OTAN tendr¨¢ efectos beneficiosos, en principio, sobre nuestra pol¨ªtica de defensa meridional.
Compensar fuerzas
Ello implica la necesidad de tratar de hacer bascular algo m¨¢s hacia abajo la atenci¨®n de la pol¨ªtica aliancista de contenci¨®n, centrada hipn¨®ticamente en la gran llanura centroeuropea. Quiz¨¢ ello compensara, con el refuerzo espa?ol, la debilidad actual del bajo vientre de Europa, hoy en l¨ªnea de actualidad a causa de la tirantez greco-turca, de la incipiente pol¨ªtica de Papandreu, del fortalecimiento de la escuadra sovi¨¦tica en el Mediterr¨¢neo y hasta por las acciones libias.
Por otro lado, y siempre en relaci¨®n con el escenario norteafricano de amenaza para Espa?a, el ingreso en la OTAN debiera garantizar avances en una dimensi¨®n crucial: la que se refiere al fortalecimiento y modernizaci¨®n de nuestras Fuerzas Armadas.
Ello implica, cuando menos, dos aspectos esenciales:
1. Determinaci¨®n de qu¨¦ unidades espa?olas deban asignarse a misiones de la OTAN, definiendo los cometidos que Espa?a haya de realizar en el conjunto de la defensa com¨²n y de acuerdo, en la mayor medida posible, con los intereses espa?oles tanto en lo pol¨ªtico como en lo estrat¨¦gico y en lo militar. El objetivo a alcanzar estriba, creo, en no mermar demasiado las posibilidades espa?olas ante ninguna amenaza, incluida la de? Norte de Africa.
2. Acceso en condiciones plenas a la informaci¨®n, planificaci¨®n, programaci¨®n, investigaci¨®n y desarrollo de armamento y material, as¨ª como a la capacitaci¨®n t¨¦cnica y profesional de las Fuerzas Armadas. Aqu¨ª hay que se?alar que, aunque no se dispone por parte militar de ninguna valoraci¨®n p¨²blica de los efectos en este sentido de los acuerdos con Estados Unidos, hay indicios que permiten suponer que no han sido muy elevados en t¨¦rminos de equipamiento y know-how. Se ha afirmado que las ense?anzas obtenidas se han centrado en los aspectos m¨¢s interesantes para los norteamericanos y que ello ha supuesto un progreso m¨¢s bien escaso en el incremento de nuestra capacidad militar.
En resumen, estas consideraciones muestran que pueden y deben establecerse relaciones de solidaridad entre el objetivo prioritario europeo (defensa contra el Pacto de Varsovia) y el objetivo prioritario espa?ol (adicionalmente, defensa de nuestra integridad territorial en otros escenarios). La forma de inserci¨®n en la OTAN determinar¨¢ nuestras posibilidades.
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