La obra de Pollock, expuesta en el Pompidou, refleja la vida legendaria y tr¨¢gica del pintor
Con varias semanas de retraso, debido a la huelga de los equipos de limpieza, se abri¨® por fin al p¨²blico la exposici¨®n de Jackson Pollock en el Centro Cultural Georges Pompidou, felizmente prorrogada hasta mediados del mes de mayo. Se trata de una amplia retrospectiva, que exhibe por primera vez algunos cuadros y otros vuelven a sorprender con fuera extraordinaria, y que refleja, en la progresi¨®n de su pintura, la vida legendaria y torturada del gran pintor contempor¨¢neo.
M¨¢s de sesenta obras, montadas siguiendo un orden perfectamente cronol¨®gico, forman esta magn¨ªfica muestra, que justifica por s¨ª misma un viaje a Par¨ªs, sobre todo teniendo en cuenta que algunas de las telas, como Lavender Mist, (National Gallery, de Washington) han sido prestadas por primera vez, y otras, como Number 32 (museo de D¨¹sseldorf) o Autumn Rhythm: Number 20 (Metropolitan Museum of Art, de Nueva York), no se desplazar¨¢n nunca m¨¢s, dada su gran fragilidad.Generalmente, hablar de Pollock significa referirse al mito y la leyenda que, sobre todo tras su tr¨¢gica muerte en 1956, parece inseparable del artista. Pero es tambi¨¦n, y con mucha m¨¢s raz¨®n, hablar de la tragedia del hombre reflejada irremediablemente en toda su obra. Ya desde sus primeros cuadros de los a?os treinta (donde comienza la exposici¨®n), cuando todav¨ªa la pintura era para ¨¦l un laberinto informe, en el que no se divisaba su horizonte propio, condicionado por la ense?anza de su maestro, T. Hart Benton, aparece este car¨¢cter profundamente expresionista, desgarrado e incluso torturado, consecuencia de una real angustia de vivir ("El problema no es pintar: el problema es saber qu¨¦ hacer cuando no pinto"), puesto de relieve en su Autorretrato, de ojos grandes, exageradamente abiertos, casi infantiles, como espantados ante el espect¨¢culo del mundo, la fantasmag¨®rica caravana de Going West que parece atravesar penosamente el t¨²nel del tiempo, o The Flame, cuyos rojos intensos crean un espacio irreal y parecen herir el cuadro desangr¨¢ndolo. (Mucho m¨¢s tarde, en 1949, en Out of the web: Number 7, la figura lacerada deja en carne viva el soporte del lienzo).
Lejanos entusiasmos
El desafio que fue la obra y la vida de Pollock se revela ya en la primera parte de la exposici¨®n, en que aparecen m¨¢s o menos claras, confusas o asimiladas las influencias de los surrealistas, en general y de Masson, en particular, adem¨¢s de Kandinsky y, sobre todo, "los dos pintores que m¨¢s admiro", Picasso y Mir¨®, adem¨¢s de los muralistas mexicanos y su admiraci¨®n, nunca negada, por las calidades pl¨¢sticas del arte de los indios de las reservas ("Esta influencia no es intencional, sino probablemente consecuencia de recuerdos y lejanos entusiasmos").Los problemas econ¨®micos, no resueltos a pesar de su trabajo en la WPA Federal Arts Proyect, las sucesivas curas de desintoxicaci¨®n alcoh¨®lica y el psicoan¨¢lisis emprendido, fueron durante a?os el cotidiano de este artista, en una continua lucha por dejar surgir, como un torrente, su poderoso inconsciente mediante una iconograf¨ªa personal, desgarrada, agresiva, torturada y arquet¨ªpica (mandalas, totems, matrices, serpientes, figuras de mujer...), cantera de un arte donde la imagen aparece poderosa, no velada todav¨ªa por el flujo y reflujo del dripping, como en Guardians of the Secret (1943), un lobo apaciblernente tumbado, pero vigilante, en la horzontal de dos personajes guerreros que fimitan el cuadro, atravesado el todo por un grafismo r¨¢pido, desencadenado, sinuoso, que ser¨¢ una constante en toda su obra posterior.
Pintar lo que se es
Comienza as¨ª un proceso de olvido, de desembarazarse del saber aprendido, porque no se trata de ilustrar sentimientos, "sino de expresarlos", dejando de lado las normas, la belleza o la fealdad o cualquier clase de ortodoxia t¨¦cnica. Pintar es descubrirse a s¨ª mismo -"Todo buen pintor pirita lo que es"-, y el gesto se impone convirti¨¦ndose en forma y color. No hay croquis ni proyectos: la pintura se aborda directamente; el lienzo, extendido sobre el suelo, es un espacio en el que actuar, la obra no es ya representaci¨®n, sino acontecirniento. El movimiento, espont¨¢neo, pero controlado, queda inscrito en el lienzo gr¨¢ficamente; no hay l¨ªmites ni centro, la tensi¨®n se acumula por igual en todas sus partes. La l¨ªnea realizada con la ayuda de un pincel bien cargado, un palo o incluso una jeringa se agita, se encabrita, se enreda en formas c¨®smicas que poseen la tela al ritmo del movimiento del artista; cuando el trance, el ¨ªntimo e intenso contacto entre la obra y el hombre desaparece, la obra est¨¢ acabada.Poco importa que otros, Merrild, Max Erns o Masson, emplearan, aunque de forma muy limitada, el procedimiento antes que ¨¦l: ninguno lo llev¨® hasta sus ¨²ltimas consecuencias, en ninguno de ellos se dio esta simbiosis fundamental entre pensamiento y acci¨®n; para ninguno, salvo para Pollock, signific¨® un paso definitivo; s¨®lo ¨¦l se lanz¨® a la desesperada, sin protegerse, corriendo el riesgo de encontrarse al borde de lo irremediable, al final de un callej¨®n sin salida. Continuar por esta v¨ªa era copiarse a s¨ª mismo, repetir indefinidamente este gesto, por fundamental irrepetible, era privar de sentido a su obra. La convulsi¨®n que supusieron para Pollock los cuadros de su llamada "¨¦poca cl¨¢sica" no le permiti¨® jugar con su pintura, porque pintar "es querer ser", y esta fue, en definitiva, su batalla fundamental.
La victoria final
A partir de 1952, la imagen aparece de nuevo, poco importa el que, como afirma su viuda, Lee Krasner, aqu¨¦lla estuviera ¨²nicamente velada en sus drippings, pero es una figura destrozada. Contra la opini¨®n de muchos que se negaron a ver en Pollock otra cosa que un pintor abstracto, frente a los te¨®ricos de tumo que consideraron este resurgimiento como regresi¨®n, fiel consigo mismo, sigui¨® su camino, el corto camino que le quedaba ya por recorrer. Es la ¨¦poca de sus pinturas negras, l¨ªricas y terribles a la vez, pero tambi¨¦n de, Greyed Raimbow y The Deep, casi una premonici¨®n. A partir de 1953, Pollock abandon¨® pr¨¢cticamente la pintura y, una vez m¨¢s, el alcohol impuso su dictadura.?Accidente o suicidio? Muchos son los que comparten la opini¨®n de Robert Motherwell: "Es dif¨ªcil de decir, pero es probable que Pollock se haya finalmente destruido".
La huella que Pollock ha dejado en el arte no se limita a la abstracci¨®n. Para A. Kaprow, fue el padre del happening, pop-art, minimal y conceptuales reconocen su deuda, y el body-art y el patter painting y las performances, planea la sombra del artista.
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