Joaqu¨ªn Turina y sus amigos franceses

Contin¨²a la programaci¨®n de obras de Joaqu¨ªn Turina en el a?o de su centenario. Esta vez, Enrique Garc¨ªa Asensio con la Sinf¨®nica de RTVE. Revis¨® la Serenata y la Sinfon¨ªa sevillana y las hizo acompa?ar en el programa de dos maestros franceses que Turina conoci¨® y trat¨® durante sus a?os de Par¨ªs: Gabriel Faur¨¦ y Maurice Ravel, autores respectivamente de Masques et bergamasques y de Dafnis y Cloe.Con la Sinfon¨ªa sevillana (1920), Joaqu¨ªn Turina acomete, con resultados excelentes, un dif¨ªcil problema: el engaste de una inspiraci¨®n popularista (sin m¨¢s cita concreta que la petenera del movimiento central) en las entonces todav¨ªa imperantes formas c¨ªclicas que, desde C¨¦sar Franck, hab¨ªan modificado en algo el sinfonismo europeo. El equilibrio entre arquitectura, desarrollo de escuela, textura sinf¨®nica y car¨¢cter andaluz resulta plenamente logrado y m¨¢s vivo si se nos da en versi¨®n tan coloreada y brillante como la de Garc¨ªa Asensio.

En 1935 -el a?o del Concierto sin orquesta, Mujeres espa?olas y Homenaje a Lope de Vega- compone Turina para su hijo Joaqu¨ªn una Serenata cuarte¨ªstica. Por sus vecindades y diferencias, la p¨¢gina -f¨¢cilmente trasladada a la orquesta de cuerda- evoca La oraci¨®n del torero, de 1925, si bien la Serenata carece de alusiones descriptivas, con lo que se aparta del cuadro de g¨¦nero. De poder expresivo muy directo, transparente escritura y fuerte cohesi¨®n interna, la pieza transcurre dentro de una continuidad ag¨®gica vivificada por el plan din¨¢mico. A pesar de su objetividad y su tiempo allegro vivace, tiene algo de idilio andalucista.

En 1919, Gabriel Faur¨¦ prepara, por encargo del director del teatro de Montecarlo, Raoul Gunsbourg, Masques y bergamasques, t¨ªtulo tomado de Verlaine. Se trataba de un espect¨¢culo con "poema, canto y danza" sobre texto de Ren¨¦ Fauchois, para el que Faru¨¦ utiliz¨® algunas m¨²sicas de juventud junto a otras nuevas. Del total de la obra seleccion¨®, el mismo a?o, cuatro tiempos -obertura, minuetto, gavotta y pastoral- que, en forma de suite estren¨® Philippe Gaubert con la Orquesta del Conservatorio de Par¨ªs.

El esp¨ªritu -como los decorados a lo Watteau- recoge del pasado dieciochesco franc¨¦s elementos para una obra muy atractiva que, a veces, parece preludiar ciertas creaciones de Poulenc y, en todo momento, evidencia el genio comedido de aquel ma?tre des charmes, que, en palabras de Debussy, fue Gabriel Faur¨¦.

Tras la limpia versi¨®n de Marques, Garc¨ªa Asensio dirigi¨® a orquesta y coro, la segunda suite de Dafr¨¢s, de Ravel, aut¨¦ntica concentraci¨®n de un largo proceso evolutivo en la m¨²sica de Francia.

Largas y repetidas ovaciones subrayaron la brillantez de la versi¨®n, excelentemente servida por los profesores de la RTVE.