Proposici¨®n sobre no numerarios
A quien corresponda nuestro destino universitario.Se?or¨ªas: El que suscribe, modesto profesor no numerario de universidad desde hace la friolera de trece a?os, no intenta con estas respetuosas l¨ªneas sino contribuir, en la medida de sus posibilidades, a la soluci¨®n de los graves problemas que asedian el porvenir de nuestros establecimientos de ense?anza superior. Uno de los conflictos m¨¢s acuciantes -creo que nadie me lo negar¨¢- es la condici¨®n (por no decir la simple existencia) de los llamados PNN y su normativa en la actualmente debatida LAU. En este preciso punto es donde quisiera yo echarles una mano, si se me disculpa lo indecoroso de la expresi¨®n. Como us¨ªas no tienen por qu¨¦ saber, pues no les faltan otros gatos que azotar, que suelen decir los franceses, algunos llevamos bregando con lo del estatuto de los PNN desde hace m¨¢s de una d¨¦cada. Digo "llevarnos" y debo corregirme de inmediato, pues no quisiera dar la impresi¨®n de que todos hemos luchado por lo mismo (tiempo y razones he tenido para salir de ese error en el que estuve), ni tampoco que lo reivindicado haya sido siempre la misma cosa. Les hablar¨¦ solamente de lo que unos cuantos ilusos pretend¨ªamos anta?o, creyendo compartir nuestros objetivos con tantas otras personas sensatas y responsables que en verdad sab¨ªan mucho mejor que nosotros lo que quer¨ªan. Nosotros (aunque, ?ay!, ahora recuerdo la advertencia de Cioran: "Todo el que dice nosotros, miente") detest¨¢bamos la universidad jer¨¢rquica, las c¨¢tedras vitalicias, las oposiciones ama?adas y humillantes, la gesti¨®n de los asuntos universitarios por parte de un solo estamento, con la aquiescente complicidad de una representaci¨®n simb¨®lica de los otros. Odi¨¢bamos a los funcionarios, se?or¨ªas, y odi¨¢bamos la certeza burocr¨¢tica de que "quien no est¨¢ cualificado, no puede decidir sobre lo que a¨²n no le compete" y la obligaci¨®n impl¨ªcita de convertirse en bur¨®crata estatal por la sola culpa de gustarle a uno el griego o la arqueolog¨ªa y querer ayudar a otros a desarrollar id¨¦ntica afici¨®n. Nos neg¨¢bamos a ver el estatuto de PNN (cuyo mayor encanto era que en lugar de identificarnos por lo que somos nos identificaba hegelianamente por lo que no somos) como un puro primer escal¨®n en la trepa gradual y disciplinada por la pir¨¢mide acad¨¦mica, en cuyo ascenso va uno ganando galones, estrellas y charreteras, pero no haci¨¦ndose desde luego ni m¨¢s libre ni m¨¢s sabio. -
Razon¨¢bamos m¨¢s o menos as¨ª. "?Hay quien quiere ser numerario porque le priva el funcionariato? Santo y bueno; con su pan se lo coma. Pero tambi¨¦n es leg¨ªtimo el deseo de no ser numerario, de permanecer cuanto se quiera y pueda en la universidad como un trabajador independiente, mostrando pr¨¢cticamente que es concebible otra forma de academia y que la jerarqu¨ªa burocr¨¢tica no es columna vertebral obligada del conocimiento".
Reivindic¨¢bamos entonces el contrato laboral como una forma de estabilizar nuestro trabajo sin inscrustarnos funcionarialmente en ¨¦l (no es lo mismo puesto estable que puesto vitalicio: la lucha contra estos ¨²ltimos es -perd¨®n, era- el abc de cualquier intento de reforma universitaria), para defendernos contra la arbitrariedad sin invocarla a nuestro favor, obteniendo los derechos de cualquier trabajador (paro, trienios, etc¨¦tera) y tambi¨¦n sus responsabilidades en el cumplimiento de nuestra tarea. Y por supuesto ten¨ªamos inter¨¦s en intervenir paritariamente en la gesti¨®n de la universidad -junto a numerarios, alumnos y personal no docente-, aunque los rectorados, decanatos y dem¨¢s zarandajas hubi¨¦semos de dejarlos a los funcionarios "de carrera". Por absurdo que parezca, hab¨ªa bastante gente entonces que dec¨ªa luchar por estos, sin duda, modestos objetivos. Pero resulta que muri¨® el nunca suficientemente llorado general Franco y todo cambi¨® por arte de birlibirloque. El contrato laboral se olvid¨® de un d¨ªa para otro; los enemigos de las oposiciones (confiando encontrar a miembros de sus partidos en los nuevos tribunales) empezaron a considerarlas "un mal menor" o "la f¨®rmula m¨¢s racional, aunque no perfecta, de selecci¨®n", y se lanzaron a opositar como posesos; y los que no opositaban, tambi¨¦n quisieron de inmediato ser funcionarios vitalicios, es decir, hacerse numerarios por otro tipo de meritoriaje m¨¢s paciente y chusquero. En ¨¦stas estamos, se?or¨ªas, como ustedes habr¨¢n notado. En la LAU todo el mundo resulta m¨¢s o menos funcionario: el ¨²nico problema lo causan quienes quieren llegar a serlo sin pasar por las oposiciones, a las que se enfrentan -lamento decirlom¨¢s por temor pr¨¢ctico que por objeci¨®n de principio. El sue?o de la universidad "otra" se perdi¨® en su limbo correspondiente: tal como est¨¢n las cosas, que sobreviva ¨¦sta ya es utop¨ªa suficiente...
Hay quien se indigna por el "gremialismo" de las reivindicaciones actuales de los PNN, que quieren dejar de serlo: suelen ser ex militantes de anta?o, que se lanzaron a opositar en cuanto vieron la primera cara conocida en un tribunal.
Por cierto, que los PNN no son mejores que casi nadie, pero no me cabe duda de que todos los dem¨¢s son a¨²n peores que ellos. Otros se alarman profetizando que en las nuevas universidades de las autonom¨ªas y el funcionariato por habilitaci¨®n o meritoriaje prevalecer¨¢ el "amiguismo", como si las relaciones de amistad no fuesen preferibles a las de vasallaje... Pero, en fin, yo no entro ni salgo en todo esto: lo ¨²nico que puede reprocharse a las actuales reivindicaciones es su cinismo, y ¨¦ste, como es sabido, no es m¨¢s que una variedad tonificante (y, por tanto, preferible) de la resignaci¨®n. Como ver¨¢n us¨ªas hablo de los PNN desde afuera, aun siendo uno de ellos. Y es que -perdonen la pedanter¨ªa- le coeur ny est pas, por m¨¢s que yo secunde con el debido denuedo la huelga y lo que haga falta, pues la convicci¨®n de que todas las huelgas deben ser secundadas fue la primera convicci¨®n pol¨ªtica que adquir¨ª y la ¨²ltima que perder¨¦. Y as¨ª llego por fin a la propuesta que quisiera someter a su consideraci¨®n. Puesto que algunos de nosotros nos sentimos ya PNN raros, fatigados o nost¨¢lgicos, carentes de entusiasmo por la nueva legislaci¨®n que ha de regirnos y del empuje necesario para luchar por mejorarla..., puesto que somos supervivientes de guerras perdidas nadie sabe c¨®mo ni cu¨¢ndo, y seguimos dolorosa y-escarmentadamente fieles a ideales que por lo visto nadie comparti¨®..., propongo a sus se?or¨ªas que se nos aplique una especie de ley Aza?a universitaria y se nos jubile con sueldo entero.
La medida -de aceptaci¨®n voluntaria, por supuesto- podr¨ªa alcanzar a cuantos llevamos m¨¢s de diez a?os de penennazgo ininterrumpido (expulsiones manu militari de las aulas cuentan como excedencia por accidente de trabajo). Quien tras esa permanencia en la docencia a¨²n no se ha convencido de que la situaci¨®n ideal del funcionario que todos hemos de ser es la de jubilado merece llegar a rector. Las ventajas de esta medida providencial saltan a la vista: sin aumento serio de gastos corre el escalaf¨®n y se crean nuevos puestos de trabajo, al tiempo que se limpia de elementos proclives al resentimiento y al desvar¨ªo las aulas de la radiante universidad que se nos viene encima. Por otro lado, no se trata de una disposici¨®n tan ins¨®lita. ?Acaso no va a contarse con un a?o sab¨¢tico? Pues bien, esta normativa no har¨ªa m¨¢s que instituir lo que sin falsa modestia de inventor Podr¨ªan llamarse "a?os savat¨¦ricos". Y todos, m¨¢s o menos, tan contentos. Si us¨ªas lo desean, puedo aportar una serie de firmas de interesados en apoyo entusiasta de mi propuesta, aunque espero que no sea necesario y la evidencia de su oportunidad se haga patente por s¨ª misma.
Dios no dejar¨¢ de guardar a sus se?or¨ªas muchos a?os, tal como yo no tengo remilgos en desearles.
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