La vida y la guerra en un filme australiano
No es frecuente en Espa?a la exhibici¨®n de pel¨ªculas australianas, a pesar de que suele constituir desde hace algunos a?os uno de los atractivos de cualquier festival internacional. La amplia producci¨®n del cine australiano coincide con su intento de ofrecer pel¨ªculas de s¨®lida estructura narrativa y componentes espectaculares suficientes para competir con la cinematografia norteamericana. Gallipoli es, en este sentido, una buena muestra de la calidad t¨¦cnica media de su producci¨®n.Peter Weir, que a sus 37 a?os es ya uno de los valores firmes de aquella cinematograf¨ªa, ha dirigido once largometrajes y un buen n¨²mero de cortos undergrounds, de los que a¨²n conserva el esp¨ªritu de una narraci¨®n inteligente y original.
Gallipoli
Director: Peter Weir. Gui¨®n: David Williamson y Peter Weir. Fotograf¨ªa: Russell Voyd. Producci¨®n: Robert Stigwood. Int¨¦rpretes: Mark Lee, Mel Jibson, Bill Hunter, Robert Grubbe. Drama. Australia, 1981.Local de estreno: Alb¨¦niz.
En Gallipoli, su ¨²ltima obra hasta el momento, prescinde de la tentaci¨®n del panfleto, con el que pod¨ªa relacionarse el car¨¢cter antibelicista de la pel¨ªcula, para sustituirla por la cr¨®nica de las aventuras de dos j¨®venes voluntarios que se alistan a defender a los ingleses contra las tropas turcas en el frente de Gallipoli.
En lugar de ese panfleto, Weir ofrece un panorama de la situ aci¨®n pol¨ªtica de Australia, combatiente en una guerra ajena, estimulada s¨®lo por patriotismos for¨¢neos. La opini¨®n que Weir tiene sobre esa guerra, sobre cualquier guerra, no se reduce a lo abstracto, sino que se sujeta a las particularidades de aquella contienda, donde los soldados autralianos eran sacrificados alegremente para facilitar los ataques de las tropas imperialistas brit¨¢nicas. Las ¨²ltimas secuencias son, en este sentido, impresionantes, y a ellas se dirige toda la pel¨ªcula.
S¨®lo en esos momentos finales adquieren pleno sentido las biograf¨ªas de los dos protagonistas, sus aventuras intrascendentes, su afici¨®n al deporte, que hab¨ªan formado hasta entonces el n¨²cleo argumental. El recorrido que el director hace sobre la vida de sus personajes va trunc¨¢ndose a medida que la guerra toma consistenela. La ausencia de relaci¨®n, de causa, de l¨®gica, entre las ilusiones de esos muchachos y la realidad del frente deja en el espectador la sensaci¨®n de un absurdo insoportable. Limpiamente, Weir concluye su pel¨ªcula dejando en suspenso promesas que no se cumplen. Pero precisamente es ese absurdo, ese vac¨ªo, lo que se hab¨ªa propuesto comunicar. La longitud dada a momentos interiores de la pel¨ªcula parece excesiva cuando se contempla la batalla final. Pero sin ellas, Gallipoli no tendr¨ªa el car¨¢cter cr¨ªtico que la preside.
Babelia
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