Ideolog¨ªa y mitolog¨ªa en el Pa¨ªs Vasco
Contaban all¨¢ por el siglo XVI que T¨²bal, hijo de No¨¦, se hab¨ªa establecido en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, asent¨¢ndose en la zona que andando el tiempo tendr¨ªa la fortuna de llegar a ser el Pa¨ªs Vasco. La ingenua narraci¨®n mostraba a T¨²bal ense?ando el eusquera a sus hijos, lengua que para m¨¢s de uno era la que hab¨ªan hablado Ad¨¢n y Eva en otro para¨ªso. Y, puesto a so?ar el pasado vasco, alg¨²n que otro visionario se hab¨ªa imaginado a T¨²bal dictando en verso los Fueros. Hoy estas narraciones provocan nuestra risa y desatan nuestra compasi¨®n hacia aquellos paisanos nuestros que con tanta candidez se las creyeron. Sin embargo, no todo era ingenuidad y simpleza en aquellas historias vascas: dentro de todas ellas se escond¨ªa el deseo de que tontos y listos se tragasen el anzuelo de la naturaleza singular del Pa¨ªs Vasco y de la radical originalidad de sus costumbres e instituciones.Mucho ha avanzado la cr¨ªtica hist¨®rica desde aquellos fantasiosos d¨ªas del siglo XVI y muchos mitos han ca¨ªdo destrozados por la piqueta del pensamiento cient¨ªfico. Pero es tan grande la capacidad de fabulaci¨®n de los hombres que por mucha prisa que se d¨¦ la ciencia en quemar la hojarasca de la mitolog¨ªa vuelve a nacer exuberante el forraje de la ficci¨®n. Y ello no ser¨ªa malo si la imaginaci¨®n contribuyese a crear un vivir m¨¢s feliz y divertido. Harina de otro costal es echarle fantas¨ªa a nuestro pasado para decirnos c¨®mo debemos hablar o pensar si queremos seguir siendo vascos. Otra cosa es fabular nuestra historia para hacernos creer que somos diferentes de los que hasta ayer pens¨¢bamos ¨¦ramos hermanos.
Las ideolog¨ªas nacionalistas que tantos vuelcos han hecho dar al mundo contempor¨¢neo se han manifestado como consumadas maestras en la industria de la fabulaci¨®n y de la quimera. ?Cu¨¢ntas veces el concepto de naci¨®n ha tenido que pasar por la redoma de la imaginaci¨®n y del sentimiento para convertirse en algo completamente alejado de los elementos reales y de los supuestos sociales que deber¨ªan constituir su fundamento! Los testimonios de esta espiritualizaci¨®n y mixtificaci¨®n de la naci¨®n ser¨ªan interminables. Desde Renan, para quien la naci¨®n era "un alma, un principio espiritual", hasta Mussolini, que con no poco cinismo declaraba: "Nosotros hemos creado nuestro mito. El mito es fe, pasi¨®n. No es necesario que deba cumplirse, pero es una realidad por el hecho de que es un est¨ªmulo, una esperanza, una fe. Nuestro mito es la naci¨®n, nuestro mito es la grandeza de la naci¨®n". No hace falta ponderar aqu¨ª cu¨¢nto irracionalismo pol¨ªtico alumbraron y amamantaron dichas ideolog¨ªas ni a d¨®nde fueron a parar muchas de ellas. B¨¢stenos con recordar c¨®mo la afirmaci¨®n excluyente de los propios valores acab¨® por exigir la destrucci¨®n y aniquilamiento de los dem¨¢s.
Quisi¨¦ramos creer que no hay nadie tan candoroso que piense que los nacionalismos s¨®lo son desinteresadas reivindicaciones de los valores comunitarios o simples sentimientos tel¨²ricos que hermanan al hombre con la tierra donde nace y donde muere. Para ahora ya debe de ser sabido que el nacionalismo, como cualquier otra ideolog¨ªa, le sirve al poder pol¨ªtico para su propia legitimaci¨®n, o lo que es lo mismo, para su consolidaci¨®n y pervivencia. Nada tan importante para quienes ejercen el poder como esparcir y afianzar la ideolog¨ªa que lo legitima y nada reporta a ¨¦stos tan generosos dividendos pol¨ªticos como el socializar o adoctrinar al conjunto de la sociedad en las ideas, creencias y pautas de comportamiento que componen la ideolog¨ªa de los que gobiernan. El aparato cultural, el religioso, el escolar, el sindical, el familiar, el de la informaci¨®n son lugares privilegiados donde se esparce la ideolog¨ªa que autojustifica a quienes mandan, y que aspira a encontrar legitimaci¨®n en los mandados. Naturalmente todo este amaestramiento y domesticaci¨®n, con lo quiere en verdad ser operativo, oculta lo que tiene de sectario y partidista con el disfraz de credo nacional y se enmascara en la afirmaci¨®n de unos valores enga?osamente presentados como de todos. Inculturaci¨®n es una palabra fe¨ªsima que emplean muchos mandamases eclesi¨¢sticos y laicos para animar a sus clientelas a enraizarse en la cultura de un determinado pueblo. A veces, empero, tan buenos prop¨®sitos s¨®lo son el maquillaje de otros m¨¢s deshonestos e inconfesables de aceptaci¨®n lisa y llana de las pautas culturales de los que est¨¢n en el poder. Porque, ?cu¨¢l es la cultura de un pueblo? De sobra saben los que hoy quieren dirigirla, como lo supieron los que la mangonearon antes, que la cultura de un pueblo es algo vivo, que la cultura es cr¨ªtica, inconformista, inc¨®moda para todo poder. Por el contrario, la cultura oficial es obsequiosa y zalamera para los que gobiernan; la que ponen en circulaci¨®n los que mandan suele ser un cad¨¢ver ambulante, una momia torpe a la que hay que quitarle su vendaje para descubrir la maquinaci¨®n y pirater¨ªa de los que la echaron a andar.
El poder pol¨ªtico en el Pa¨ªs Vasco lo tienen hoy los nacionalistas herederos del carism¨¢tico Sabino Arana. Cristianos viejos o conversos, nuestros gobernantes peneuvistas conf¨ªan tambi¨¦n en la eficacia legitimadora de su ideolog¨ªa, en su capacidad de ocultamiento de la realidad, y en su poder de enmascarar apetencias e intereses. El nacionalismo vasco, como componente fundamental de esa ideolog¨ªa, viene demostrando una preocupaci¨®n continua por el pasado nacional (?), y por su acomodaticia interpretaci¨®n en funci¨®n del presente. Otros nacionalismos tuvieron antes esa misma preocupaci¨®n y tambi¨¦n echaron mano de su historia amaestrada y de sus mitos.
Huelga casi apuntar que en estos a?os de dominaci¨®n nacionalista han proliferado interpretaciones mitificadoras de nuestra historia y se han vendido como an¨¢lisis cient¨ªficos emotivas consideraciones sobre nuestro pasado. Muchas de estas conmovedoras lucubraciones se presentan a veces como estudios interdisciplinares en los que personas poco disciplinadas por la ciencia entran en la historia como los elefantes en una tienda de porcelana: all¨ª quedan, v¨ªctimas del abordaje, jirones de historia, una historia sesgada, verdades a medias de psicolog¨ªa, el derecho y la sociolog¨ªa hechos a?icos..., el resultado no puede ser m¨¢s lamentable para cada una de las disciplinas metidas en la danza de la elaboraci¨®n de un pasado de ficci¨®n y en la b¨²squeda obsesiva de una identidad.
Quienes por oficio hemos debido estudiar la obra de Sabino Arana sabemos algo que tal vez ignoren los que han hecho de ella, sin leerla, la nueva biblia del patriotismo vasco: nos referimos a la escasa producci¨®n hist¨®rica del inventor de Euskadi. Ya lo hizo ver Juan Jos¨¦ Soloz¨¢bal en su libro El primer nacionalismo vasco, como antes lo hab¨ªa se?alado Angel Zabaleta, sucesor de Arana en la jefatura del partido. Estaba tan en desacuerdo Sabino Arana con la actuaci¨®n del pueblo vasco a lo largo de los siglos que prefiri¨® muchas veces no escribir su historia. El propio Arana lo confesar¨ªa en su correspondencia con Zabala: "Es tan desfavorable el juicio que la mayor parte de los actos trascendentales realizados por nuestros antepasados en el curso de nuestra historia me merecen, con acerbo dolor de mi alma, y tan terrible la calificaci¨®n que a los actos les dar¨ªa y los cargos que le har¨ªa al sujeto, que tiemblo cada vez que me siento inclinado a tratar la historia de mi patria". A pesar de ello, Sabino Arana admit¨ªa que tal vez fuera bueno escribir la historia de su pueblo para que "se corrigiera", pero desconfiaba de que lo entendieran as¨ª sus compatriotas: "Tal es la duda que me atormenta y me impide escribir sobre la historia de mi patria". Sabino Arana no estudi¨® la historia del Pa¨ªs Vasco, pero puso en circulaci¨®n abundantes mitos que muchos de sus disc¨ªpulos, que dicen interesarse por ella, intentan hacer pasar hoy por verdad cient¨ªfica. Los nacionalistas vascos, tan dados a mostrarse agraviados e incomprendidos, ?cu¨¢ndo caer¨¢n en la cuenta del agravio que hacen a la historia del Pa¨ªs Vasco con su mitolog¨ªa? Hasta que llegue ese d¨ªa seguiremos hablando de sus principales mitos y enso?aciones en futuros art¨ªculos.
Fernando Garc¨ªa de Cort¨¢zar es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea y decano de la facultad de Filosof¨ªa y Letras de la Universidad de Deusto. Manuel Montero es profesor de Historia Contempor¨¢nea de dicha universidad. Autores de una Historia de Vizcaya y de Historia contempor¨¢nea del Pa¨ªs Vasco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.