La izquierda europea ha perdido el gui¨®n
En la primera semana de este mes se celebr¨® en Viena el tercer seminario Otto Bauer, convocado por la Internacional de las Juventudes Socialistas. Las ideas debatidas -dice el autor- acaso no fueran muy nuevas; lo m¨¢s llamativo fueron las discusiones, que mostraron "la desconsoladora imagen de una reuni¨®n de n¨¢ufragos en alta mar".
Del 4 al 7 de marzo se ha celebrado en Viena el tercer seminario Otto Bauer, organizado por la Internacional de las Juventudes Socialistas (IUSY). La invocaci¨®n del nombre de Otto Bauer no es casual, ya que este preclaro padre del austromarxismo fue uno de los profetas de lo que en estos tiempos se llama tercera v¨ªa, es decir, de la b¨²squeda de una alternativa al estalinismo y a la tan pregonada bancarrota de la socialdemocracia. Y ser¨ªa precisamente la afanosa b¨²squeda de esta tercera v¨ªa el tema que surgir¨ªa una y otra vez en medio de un programa de discusiones consagrado a la exploraci¨®n de una nueva l¨®gica econ¨®mica frente a la crisis internacional.La primera evidencia que mostraron las discusiones fue que la izquierda ha perdido los papeles. Por una parte, casi nada de lo que se dijo en estos d¨ªas era .especialmente nuevo respecto a las cosas que ya se dec¨ªan hace tres o cuatro a?os. Hay una explicaci¨®n amable del hecho: las ideas ya est¨¢n ah¨ª, son correctas y s¨®lo hay que esperar a que penetren en la realidad social, lo que exige su tiempo. Me temo que esta explicaci¨®n es bastante exacta, pero a¨²n as¨ª se puede comprender el sentimiento de angustia que el oyente llega a experimentar al o¨ªr por en¨¦sima vez las mismas propuestas.
Antes de llegar a ¨¦stas se puede se?alar la segunda paradoja del coloquio, paradoja que revela especialmente la p¨¦rdida de identidad de la izquierda tradicional. Los socialdem¨®cratas alemanes y austr¨ªacos acudieron al seminario Otto Bauer tratando de abrir o continuar un di¨¢logo con los eurocomunistas, en los que la izquierda socialdem¨®crata ve el posible germen de una renovaci¨®n del pensamiento y la pr¨¢ctica de la izquierda. Y, a la inversa, los eurocomunistas italianos Pietro Ingrao y Bruno Trentin fueron a Viena con una comprensible ansia de encontrar interlocutores en unos momentos en que el PCF ha logrado cuadrar el c¨ªrculo, estando en un gobierno atl¨¢ntista desde posiciones prosovi¨¦ticas, y el PCE ha perdido casi por completo su imagen eurocomunista gracias a las en¨¦rgicas purgas emprendidas por su m¨¢ximo dirigente hist¨®rico. (Nicol¨¢s Sartorius, tambi¨¦n invitado al seminario, no lleg¨® a presentarse.)
Las discusiones, as¨ª, ofrec¨ªan la desconsoladora imagen de una reuni¨®n de n¨¢ufragos en alta mar. Pero la posible desesperaci¨®n del espectador ante un lenguaje excesivamente ritual (Ingrao, excelente orador por lo dem¨¢s, demuestra c¨®mo el tono oficial de la izquierda puede conectar f¨¢cilmente con la oratoria eclesial) fue compensada, por fortuna, por la reacci¨®n hist¨¦rica de los sectores conservadores austriacos: la Prensa de derechas denunci¨® el seminario como una conspiraci¨®n favorable a los comunistas, y sugiri¨® en¨¦rgicamente a los j¨®venes socialistas austriacos que cambiaran de partido. (Hay que conocer el cerril prosovietismo del PC austriaco para saber lo necia que resulta la simple insinuaci¨®n.)
Llamadas socialdem¨®cratas
Las ideas debatidas, como ya se ha se?alado, no eran muy nuevas. Los italianos subrayaron la necesidad de una nueva austeridad de la clase obrera, de aceptar renuncias salariales a cambio de conseguir un control de las inversiones globales, y no falt¨® alg¨²n espa?ol que les apoyara. Los alemanes y austriacos, en cambio, se mostraron m¨¢s combativos y postularon reducciones del horario de trabajo como respuesta al paro. (El pobre Trentin, mes¨¢ndose un pelo gris indeciblemente rapado, les record¨® con la mayor amabilidad que semejante medida puede crear en ciertas condiciones m¨¢s paro; sia aura eurocomunista le salvo de posibles cr¨ªticas ante posici¨®in tan moderada.)
No deber¨¢ creer el lector, sin embargo, que no hubiera algunos acontecimientos de inter¨¦s. En una reuni¨®n firmemente partidaria de las nuevas reivindicaciones sociales no falt¨® un socialista franc¨¦s, vinculado para colmo a Chevenement y a un CERES supuestamente izquierdoso, que justificara la apuesta nuclear de nuestros vecinos como una apuesta por el progreso. El estuipor fue tal que s¨®lo una rotunda y jovial moza vienesa os¨® preguntar al funcionario de Mitterrand en nombre de qui¨¦n demcinios hablaba. (Y result¨®, como era de suponer, que hablaba en nombre de la grandeur, la madre que los pari¨®.)
En todo caso son muy raras las llamadas socialdemocracias, y as¨ª intervino en el coloquio un ministro austriaco la mar de majo, Dallinger, que demostr¨® realismo y capacidad de iron¨ªa, y un joven le¨®n del SPD: Detlev Albers. Y, sobre todo, se pudo gozar del espect¨¢culo de la diminuta nieta del canciller Kreisky subi¨¦ndosele a las barbas a Pietro Ingrao. ?Se imaginan ustede:s a los hijos del presidente espa?ol jugando a las tabas con Camacho? Pero, claro, el hijo de Kreisky es ecologista y la mar de progre. Las socialdemocracias, por fortuna, son otra cosa.
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