Una reducci¨®n simb¨®lica de los tipos de inter¨¦s
La rebaja del tipo de Inter¨¦s de los bonos del Tesoro en un 0,25%, anunclada por el Banco de Espa?a, es comentada por el anterior ministro de Econom¨ªa, Jos¨¦ Luis Leal, en el contexto de la pol¨ªtica monetaria que sigue actualmente el Gobierno.
Hace unos d¨ªas, el Banco de Espa?a anunci¨® y puso en pr¨¢ctica inmediatamente una reducci¨®n del 0,25% del tipo de inter¨¦s de los bonos del Tesoro que el banco ofrece a las instituciones financieras, aparentemente con la intenci¨®n de provocar una ca¨ªda de los tipos de inter¨¦s activos de estas instituciones. El prop¨®sito es loable y el m¨¦todo se practica con frecuencia. En el pasado mes de diciembre los tipos de inter¨¦s anunciados para los bonos y certificados de dep¨®sito a un mes pasaron del 15,6% en la primera decena al 14,3% en la ¨²ltima, es decir, una variaci¨®n de casi punto y medio.?Por qu¨¦, pues, dar tanto relieve a una medida que forma parte de la pr¨¢ctica cotidiana del banco? La publicidad habr¨ªa sido m¨¢s comprensible si tras la decisi¨®n de las autoridades monetarias se escondiera el firme empe?o de promover una reducci¨®n de los tipos de inter¨¦s del conjunto del sistema financiero. En tal caso, lo que resultar¨ªa dif¨ªcil comprender es la timidez del gesto.
La cuesti¨®n no es secundaria y la eventual ca¨ªda de los tipos de inter¨¦s bien merece alg¨²n comentario por parte de quienes tienen la responsabilidad de conducir la pol¨ªtica econ¨®mica. Entre otras razones, porque una eventual ca¨ªda de los mismos no podr¨ªa dejar de tener repercusiones sobre la cotizaci¨®n de la peseta.
Si nuestros tipos de inter¨¦s internos se reducen al tiempo que permanecen los externos, la peseta tender¨¢ a depreciarse. Si, por el contrario (y es la hip¨®tesis m¨¢s probable, habida cuenta de las rigideces de nuestro sistema), los tipos externos caen mientras que los internos permanecen estables, entonces la peseta se apreciar¨¢. Lo cual puede tener un cierto inter¨¦s no s¨®lo para exportadores e importadores, sino tambi¨¦n para el ciudadano medio, cuyo poder adquisitivo depende cada vez ni¨¢s de la fortaleza o debilidad de nuestra moneda.
Y lo mismo puede decirse del sector p¨²blico. Mientras la demanda de cr¨¦dito del sector privado atraviese por un per¨ªodo de aton¨ªa, los problemas de fondo no emerger¨¢n a la superficie. Pero eso no quiere decir que no existan. En realidad, un aumento de la demanda privada de cr¨¦dito provocar¨ªa r¨¢pidamente tensiones monetarias, cuyo alivio s¨®lo se encontrar¨ªa por la v¨ªa del encarecimiento del cr¨¦dito (con el consiguiente freno a la inversi¨®n) o por el arriesgado camino del aumento de la oferta monetaria (y antes o despu¨¦s, de la inflaci¨®n).
Claro est¨¢ que estos dilenias ni son f¨¢ciles ni pueden disciitirse cada vez que las autoridades monetarias toman una decisi¨®n, por nimia que ¨¦sta sea. Pero ello no excusa el que en alg¨²n momento estas cuestiones sean discutidas. Las modalidades y problemas de una eventual ca¨ªda de los tipos de inter¨¦s merecen, sin duda, un debate m¨¢s amplio.
La discreci¨®n con que ha venido rode¨¢ndose la pol¨ªtica monetaria en los ¨²ltimos meses contrasta con la publicidad de que ha sido objeto la medida comentada. Tal vez sea una buena ocasi¨®n para que las autoridades econ¨®micas expliciten algo m¨¢s tanto los objetivos inonetarios que persiguen como las prioridades que piensan aplicar.
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