Miles de toneladas de t¨®xicos son manipuladas en el campo espa?ol sin control alguno
Los pesticidas, clave del ¨¦xito de la agricultura intensiva que se practica actualmente, est¨¢n siendo utilizados por los agricultores sin que ¨¦stos tengan conciencia de la peligrosidad de los productos que vierten sobre los cultivos. La Administraci¨®n espa?ola tampoco parece ser consciente de los riesgos que para la salud p¨²blica implica un lento pero continuo envenenamiento de la poblaci¨®n y parece permanecer indiferente ante las intoxicaciones que se producen entre los trabajadores dedicados a las tareas de fumigaci¨®n. Estos, por su parte, desconocen o ignoran las normas en vigor.
Hace unos meses, las autoridades norteamericanas devolvieron a Espa?a un barco cargado de piment¨®n por haber detectado que conten¨ªa endr¨ªn, un plaguicida cuya utilizaci¨®n s¨®lo est¨¢ autorizada para productos agr¨ªcolas no comestibles, como el algod¨®n. El barco volvi¨® a Cartagena, su lugar de origen, y all¨ª se desembarc¨® el piment¨®n para que fuera distribuido en el mercado espa?ol, donde, al parecer, los consumidores son menos exigentes.Los exportadores est¨¢n preocupados porque los campesinos utilizan indiscriminadamente los plaguicidas. En el caso del piment¨®n han pedido que no se utilice endr¨ªn para combatir las plagas, pero los agricultores se resisten a ver mermada su producci¨®n por culpa de los insectos. Este problema no es exclusivo de Espa?a. El uso de los plaguicidas se ha declarado imprescindible para la agricultura intensiva que se practica en todos los pa¨ªses industrializados, y su consumo es cada vez m¨¢s masivo.
Sin embargo, el control que se ejerce sobre la utilizaci¨®n de estos productos es pr¨¢cticamente nulo. Para empezar, nadie sabe cu¨¢ntas toneladas de pesticidas se consumen en Espa?a ni cu¨¢ntas hect¨¢reas se tratan con ellos. El jefe del Servicio de Defensa contra Plagas e Inspecci¨®n Fitopatol¨®gica del Ministerio de Agricultura, Jose Lu¨ªs Cervig¨®n, manifest¨® a EL PAIS que los medios con que cuenta su departamento impiden un control estricto del consumo de plaguicidas, y s¨®lo pudo especificar que en Espa?a se compran pesticidas por valor de unos 18.400 millones de pesetas al a?o. La Asociaci¨®n Nacional de Fabricantes de Plaguicidas tampoco sab¨ªa cu¨¢ntas toneladas de pesticidas se consumen en Espa?a. El ¨²nico lugar donde se pudo encontrar una cifra concreta fue en el anuario del Instituto Nacional de Estad¨ªstica, en el que se dice que en 1973, ¨²ltimo a?o en el que se aportan datos sobre pesticidas, se produjeron en Espa?a 117.753 toneladas de "insecticidas agr¨ªcolas". Sin embargo, algunos expertos hablan de unas 30.000 toneladas de consumo, cifra que parece m¨¢s razonable, si se tiene en cuenta el valor del producto.
Toda esta cantidad de productos t¨®xicos es manejada sin que nadie se preocupe del cumplimiento de las disposiciones legales, que, como siempre, son muy estrictas sobre el papel. El uso de los pesticidas est¨¢ totalmente descontrolado y depende del criterio y del grado de informaci¨®n que tenga cada campesino. En muchos pueblos de Europa Central se puede adivinar que los labradores van a fumigar sus campos cuando se ve a sus mujeres cubrir con pl¨¢sticos los huertos familiares. Luego todo queda dispuesto para que se inicie la operaci¨®n de espolvorear con plaguicidas las cosechas destinadas al mercado.
En Espa?a, la situaci¨®n es ligeramente distinta. Aqu¨ª la mayor¨ªa de los labradores no saben casi nada de lo que tienen en las manos y echan "la medicina" por doquier, sin tomar ni siquiera medidas preventivas para su propia salud y con las ¨²nicas limitaciones que les ponen los elevados precios de los plaguicidas, aunque para paliar este impedimento el Gobierno concede peri¨®dicas y generosas subvenciones.
Nunca en la historia del hombre fueron manejados tantos millones de toneladas de venenos por personal tan inexperto como con los pesticidas. De los campesinos se exige que sepan elegir el pesticida, disolver en sus correctas proporciones los polvos, actuar en el momento adecuado, con la dosis exacta, y, durante un per¨ªodo determinado, no echar ninguno de estos productos cuando las cosechas ya est¨¦n maduras y listas para el mercado, aunque en ese momento los insectos est¨¦n da?ando m¨¢s que nunca; plazos de seguridad que son necesarios para que los plaguicidas se puedan degradar antes de ser ingeridos por el hombre.
La legislaci¨®n no se cumple
La experiencia demuestra que ¨¦stas y otras normas dictadas por la ley casi nunca se cumplen. Al margen de que el mayor ¨ªndice de analfabetismo se da en el campo, muchos campesinos interpretan a su manera las instrucciones de los folletos. Por eso no resultan nada tranquilizadoras las declaraciones efectuadas en un ap¨¦ndice de la reglamentaci¨®n sobre productos fitosanitarios cuando se dice que, "ante las alarmantes noticias que aparecen con cierta frecuencia en medios de comunicaci¨®n, a cualquier persona puede dar confianza el conocer que la normativa legal vigente sobre plaguicidas es una de las m¨¢s amplias y completas".
La mayor¨ªa de los labradores entrevistados por EL PAIS manifestaron que ellos siempre "aumentaban bastante" la cantidad de polvos que hay que mezclar con disolvente porque, si no, "los bichos no mor¨ªan". La mayor¨ªa de ellos ignoraba que, de no echar el pesticida en un momento concreto del ciclo de los insectos, los efectos son pr¨¢cticamente nulos, e interpretaban este fen¨®meno como si la (dosis anterior hubiera sido peque?a, con lo que lo que hac¨ªan era aumentar la dosis y repetir la fumigaci¨®n cuantas veces fuera necesario. Muy pocos de ellos hab¨ªan hecho un c¨¢lculo econ¨®mico sobre el dinero que hab¨ªan gastado en pesticidas, aunque s¨ª se quejaban de que, a pesar de aumentar la producci¨®n, "todo se lo llevan los abonos y las qu¨ªmicas".
Seg¨²n una encuesta sobre la peligrosidad y la situaci¨®n real de la prevenci¨®n de accidentes en los tratamientos fitosanitarios, elaborada por un equipo del Servicio Social de Higiene y Seguridad del Trabajo, del Instituto Territorial de Sevilla, "los servicios oficiales ni vigilan ni controlan la utilizaci¨®n de los productos en los tratamientos". "Hemos apreciado", escribe el ingeniero agr¨®nomo Antonio S¨¢nchez-Cid, miembro del equipo que elabor¨® la citada encuesta, "que es muy frecuente que los campesinos no guarden plazo de seguridad y, en consecuencia, que los productos tratados se encuentren a los pocos d¨ªas en el mercado. Doblan la dosificaci¨®n, convencidos de que as¨ª se conseguir¨¢n mejores resultados. El trabajador s¨®lo conoce el peligro de utilizaci¨®n de estos productos o bien de o¨ªdas o por haber sufrido ¨¦l una intoxicaci¨®n".
De 825 trabajadores agr¨ªcolas encuestados, 73 hab¨ªan padecido alg¨²n tipo de intoxicaci¨®n y 248 se quejaban de molestias como consecuencia de su participaci¨®n en tratamientos fitosanitarios. De los resultados de esta encuesta tambi¨¦n se deduce que la mayor¨ªa de los agricultores desconoce la legislaci¨®n en estas materias. La encuesta denunciaba que la mayor¨ªa de los pesticidas se almacena en lugares inadecuados. Por otra parte, los envases, que seg¨²n la legislaci¨®n deben ser enterrados o devueltos a f¨¢brica, no s¨®lo no se destruyen, sino que frecuentemente son vueltos a utilizar. Y es que los campesinos est¨¢n acostumbrados a aprovechar todo lo que cae en sus manos.
Frecuentes intoxicaciones
De cualquier forma, y pese a su gravedad, el mayor problema de los pesticidas no son las intoxicaciones agudas que se producen por accidente y espor¨¢dicamente, sino las peque?as dosis que legalmente quedan como residuo en todos los productos alimenticios agr¨ªcolas que han sido tratados qu¨ªmicamente y que son ingeridas a diario por toda la poblaci¨®n. Ning¨²n departamento del Ministerio de Sanidad y Consumo de Espa?a tiene la misi¨®n de realizar el m¨¢s m¨ªnimo control sobre el contenido de residuos de pesticidas en los alimentos.
El ¨²nico caso que se pudo averiguar, en el que la Subdirecci¨®n de Defensa contra Fraudes, del Ministerio de Agricultura, impuso una sanci¨®n, fue con motivo de la devoluci¨®n de un cargamento de naranjas exportadas que conten¨ªan un alto contenido de metil-parati¨®n, un pesticida utilizado en los cultivos de c¨ªtricos. La multa impuesta por este departamento ascendi¨® a dos millones y medio de pesetas. Sin embargo, parece ser que esta medida fue tomada m¨¢s por poner en peligro las exportaciones que porque los productos puedan da?ar la salud humana. De hecho, la mayor¨ªa de las partidas que son devueltas a Espa?a, que en opini¨®n de los funcionarios "son m¨ªnimas", se distribuyen en el mercado nacional sin demasiados impedimentos.
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