Inmortal 'Werther', inmortal Goethe
El 22 de marzo el mundo cultural alem¨¢n celebra, tanto en la Rep¨²blica Federal como en la Rep¨²blica Democr¨¢tica -y en perfecta desuni¨®n en el plano oficial, como es de rigor- el 150 aniversario de la muerte del gran patriarca de las letras germanas: Johann Wolfgang Goethe (1749-1832). Con este motivo, el que ya en vida fue considerado educador y ej?emplo de la naci¨®n es objeto de solemnes y un¨¢nimes homenajes en las ciudades mayores de Alemania, especialmente en su ciudad natal, Francfort, y en su segunda patria, Weimar, situadas la una en la RFA y la otra en la RDA, en patente y fatal simbolismo de la divisi¨®n de Alemania.En este momento de exaltaci¨®n acad¨¦mica del intocable J¨²piter del Olimpo literario germ¨¢nico del indiscutible autor de Fausto, Wilhelm Meister, Las afinidades electivas y Poes¨ªa y verdad, del prudente ministro y consejero de pr¨ªncipes en Weimar, se pierde f¨¢cilmente de vista al que fue artista adolescente, demoledor precisamente de ortodoxias y academicismos, creador de un nuevo lenguaje po¨¦tico y precursor del romanticismo revolucionario. Ante la estatua colosal y marm¨®rea, acaparada por la academia y el pante¨®n, es necesario, pues, recordar al inmortal autor del inmortal joven Werther.
Como ninguna otra de las obras claves de la ¨¦poca creativa juvenil de Goethe, apretada entre los a?os 1771 y 1775, y rebosante de material po¨¦tico incandescente, el Werther representa esa impresionante tensi¨®n de entusiasmo y sensibilidad, inteligencia e impetuosi dad que caracteriza la juventud de Goethe y que s¨®lo puede definirse como genialidad. Cuando en el oto?o de 1774 se public¨® en Francfort la primera novela del joven abogado bajo el t¨ªtulo de Die Leiden des jungen Werther -Las penas del joven Werther-, el impacto en la sociedad de su ¨¦poca fue fulminante. La fiebre wertheriana se extendi¨® por toda Alemania y por Europa, gracias a m¨²ltiples traducciones.
El tr¨¢gico destino de Werther toc¨® profundos resortes del sentir colectivo del siglo que gestaba la revoluci¨®n de 1789. La fuerza subversiva de Werther fue perfecta mente captada en su tiempo. Mientras el p¨²blico lector demos traba su entusiasmo leyendo masivamente el libro -la wertherman¨ªa fue un fen¨®meno ¨²nico en las letras alemanas- las gentes de orden intentaron neutralizar su efecto anatematiz¨¢ndolo y luego ridiculiz¨¢ndolo. El peligroso libro que marcaba a su autor con el estigma de Ca¨ªn fue sistem¨¢ticamente tergiversado ya en su ¨¦poca. La imagen del joven obsesivamente enamorado, hipersensible, melanc¨®lico, casi rid¨ªculo se superpuso a la imagen original.
El Werther del estereotipo sentimental, tan extendido luego por el romanticismo, especialmente franc¨¦s, se impuso al Werther precursor del h¨¦roe byroniano y stendhaliano, tan consciente como rebelde, de cuyo ejemplo nada bueno pod¨ªa esperar la sociedad autocr¨¢tica y semifeudal de fines del 18. Y todav¨ªa hoy Werther es sin¨®nimo de lacrimosidad y romanticismo inoperante. Sin embargo, Werther nada tiene que ver con su estereotipo.
Belleza volc¨¢nica
Basta una relectura para establecer de nuevo la radical propuesta, la ins¨®lita valent¨ªa, la belleza volc¨¢nica de esta breve y concentrada pieza narrativa que conmovi¨® y marc¨® a Europa. En la forma de la novela epistolar lacrimosa, popularizada por la Pamela (1740), de Samuel Richardson, y la Nouvelle Helo?se (1761), de J. J. Rousseau, el joven Goethe vierte un material semi autobiogr¨¢fico de una virulencia y una concentraci¨®n cr¨ªticas y denunciatorias hasta entonces nunca vistas. A trav¨¦s del personaje de Werther, un joven de raro talento, pintor, escritor, amante de la naturaleza y de los ni?os, defensor de los d¨¦biles, enemigo de la injusticia y la desigualdad, ferviente lector de Homero y de Osslan, Goethe describe el choque entre el ser humano total y la sociedad, entre el deseo absolutista de perfecci¨®n y la relatividad de la existencia.
El suicidio con el que el autor culmina la vida de su alter ego y cierra magistralmente su libro no es una huida, sino una protesta. Werther no sucumbe por debilidad de car¨¢cter, sino por exceso de ¨¦l es el homme revolt¨¦ por excelencia y su reducci¨®n por la posteridad a ejemplo negativo no es m¨¢s que una de las perfidias de la historia
Sin ret¨®rica alguna -?qu¨¦ moderno y econ¨®mico resulta hoy el lenguaje de Goethe!-, el autor despliega ante el lector el destino inevitable de su personaje. Con vehemencia contenida expone un cuadro de la ¨¦poca, de la sociedad aristocr¨¢tica en la Alemania atomizada del siglo XVIII, con sus,r¨ªgidas barreras sociales, su estrechez e insensibilidad ante las innovaciones y las ideas, su cruel intolerancia hacia todo el que no sigue las normas establecidas. La crisis existencial de Werther es, en primer lugar, social y pol¨ªtica. La inviabilidad de su concepto humanista y libre de la existencia -el hombre de acuerdo consigo mismo, con la naturaleza y con la sociedad- le destruye. Su independencia moral e intelectual le impide la subordinaci¨®n, tanto al embajador a cuyo servicio trabaja unos meses, como al arist¨®crata que le invita en calidad de adorno art¨ªstico a su est¨¦ril y peque?a corte.
La utop¨ªa wertheriana
El servicio a la mediocridad le degrada tanto como a otros hombres de su tiempo -desde Mozart a H?lderlin, pasando por Schiller, Lenz, Kleist o Beethoven-. Pero ?hab¨ªa otra salida excepto ese servicio a la mediocridad en la Alemania de ese tiempo?
El amor por Lotte -la tan tra¨ªda y llevada pasi¨®n amorosa, que seg¨²n las interpretaciones simplistas es la causa primera del triste fin de Werther- es tanto el amor por una mujer concreta, como el amor por una forma de vida arm¨®nica, exenta de subordinaci¨®n, oportunismo y ambici¨®n que Werther ve encarnada en ella. En el ambiente id¨ªlico de la casa paterna, rodeada de sus numerosos hermanos y de la naturaleza, Lotte es la personificaci¨®n femenina del buen salvaje rousseauniano, del ser humano natural y bueno. En ella la utop¨ªa wertheriana se hace realidad, pero s¨®lo pasajeramente. La aparici¨®n del ecu¨¢nime Albert acaba con el espejismo. Elbert es el prometido de Lotte, pero tambi¨¦n es el principio de realidad del que habla Freud. A diferencia de Werther, sabe pactar con la vida, hacer compromisos. Donde Werther es absolutista, ¨¦l es relativista. La relaci¨®n antit¨¦tica y complementaria de ambos queda plasmada en el famoso di¨¢logo sobre el suicidio, en el que culmina la primera parte del libro. La suerte de Werther est¨¢ echada.
Goethe sab¨ªa muy bien que la tragedia de Werther radica en su inflexibilidad subjetiva y egoc¨¦ntrica, es decir, en su dificultad para pasar de la adolescencia a la madurez. Si quiere sobrevivir, tiene que integrar en su persona algo de la concreci¨®n y la imperturbabilidad de Albert y algo de la generosidad de Lotte, sin por ello renunciar a su protesta, a su pasi¨®n. "?Sea usted un hombre!", le implora Lotte en la escena culminante del segundo libro.
Goethe sac¨® las conclusiones que Werther no fue capaz de extraer de sus experiencias. Su marcha a Weimar a finales de 1775 fue un compromiso con la real¨ªdad y las limitaciones de la Alemania de entonces. Fue un acto de madurez. Aceptar la subordinaci¨®n a un principe -el de Weimar- m¨¢s joven y con bastante menos talento que ¨¦l, aceptar la estrechez de una corte que s¨®lo con el tiempo y gracias a su esfuerzo se convertir¨ªa en una Atenas alemana, no debi¨® ser f¨¢cil para el creador de un personaje ind¨®mito hasta las ¨²ltimas consecuencias, en cuyas venas corr¨ªa la misma sangre libertaria y violenta de su creador. Probablemente Werther, con su muerte, salv¨® la vida a Goethe, le permiti¨® pasar de ser un abogado de futuro harto incierto a ser un hombre de Estado, de ser un rebelde a ser un cl¨¢sico. ?Qu¨¦ menos pues que en el homenaje al hombre prudente de Weimar recordar a Werther, el joven apasionado?
Babelia
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