Nosotros y el Rey
La estrategia del golpismo criminal, basada en el desprestigio del sistema pol¨ªtico establecido en la Constituci¨®n de 1978, conoce en las ¨²ltimas semanas una actividad inusitada. La propaganda del golpismo pretende salpicar a los partidos pol¨ªticos e instituciones representativas de sospechas. Pero dentro de esta burda intentona hay un objetivo cualificado en el que se est¨¢n empleando generosos recursos: el desprestigio de la figura del Rey. Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza y Pedro Lain denuncian hoy en sus art¨ªculos esta mendaz campa?a y sit¨²an la figura del Rey don Juan Carlos en el contexto que todos los ciudadanos ya conocen de exquisito respeto a la legalidad constitucional vigente.
Nosotros somos en este caso los espa?oles que, procedentes de cualquiera de los dos bandos que contendieron en nuestra ¨²ltima guerra fratricida o de los que no se decidieron a participar en ella, queremos una Espa?a en la cual la convivencia pac¨ªfica, la libertad civil, la aut¨¦ntica democracia y la justicia social sean h¨¢bitos reales y firmes; los que no tenemos ni queremos tener cargos pol¨ªticos, cualquiera que sea su especie, y rehusaremos siempre cualquiera de las prebendas que en ocasiones -en demasiadas ocasiones- distribuye el poder; los que, como Antonio Machado escribi¨® de s¨ª mismo, podemos decir: "A mi trabajo acudo, con mi dinero pago -el traje que me cubre y la mansi¨®n que habito-, el pan que me alimenta y el lecho donde yago"; los que diariamente, unos con sus manos, otros con sus instrumentos o sus palabras, nos esforzamos por edificar una patria donde el arte, la ciencia, el pensamiento y el prestigio moral hagan m¨¢s alta y m¨¢s humana la vida de los hombres, de todos los hombres, y vivimos descontentos mientras no veamos que este deseo va siendo realidad; los que contemplando nuestra historia sentimos ante todo un compromiso moral y un regalo en la degustaci¨®n de las gracias de nuestro pueblo, y un espolazo para la denuncia o para la acci¨®n ante el espect¨¢culo de sus desgracias; los que modestamente, sin arrogancias ni engolamientos, vemos en primer t¨¦rmino nuestro honor en la diaria conjunci¨®n del trabajo y la decencia; los que, en suma, como Antonio Maura en una c¨¦lebre sesi¨®n parlamentaria, y acaso con mejores motivos que ¨¦l, podemos en cualquier momento decir: "Nosotros somos... nosotros".Somos, por otra parte, espa?oles que cierta tarde de febrero, en una Espa?a que no era, desde luego, satisfactoria, pero tampoco catastr¨®fica, y en cuya sociedad, pese al recuerdo de tiempos recientes en que la opresi¨®n y el privilegio eran la regla, y de tiempos menos recientes en que el asesinato del discrepante fue terrible lacra general, no se pod¨ªa percibir el odio, y s¨ª la voluntad de resolver problemas seculares, vivieron en sus almas la sorpresa, el bochorno y la alarma de saber que el Congreso de los Diputados hab¨ªa sido asaltado con violencia, alevos¨ªa y zafiedad, que en ¨¦l eran mantenidos como rehenes el Gobierno entero de la naci¨®n y la totalidad de sus representantes leg¨ªtimos, y que pod¨ªa ser inminente la reca¨ªda de nuestro pa¨ªs en una noche oscura y amenazadora; y los que sintieron el enorme alivio de ver en las pantallas de sus televisores la imagen grave y conmovida, pero firme, de un Rey -el Rey de todos- que tuvo la serena y consciente valent¨ªa de poner resueltamente su Corona al servicio de la libertad, la democracia, la ley que a todos rige y la verdadera dignidad de las armas espa?olas; de un hombre, en suma, que supo jugarse su destino personal y su destino hist¨®rico para lograr, porque s¨®lo con esa decisi¨®n suya era esto posible en aquella hora, que la gran mayor¨ªa del pueblo espa?ol siguiera viviendo sobre una tierra no dominada por el silencio, la marginaci¨®n y el temor.
Pues bien: en estos momentos en que artera e insidiosamente se pretende ocultar, desvirtuar o manchar la gran verdad de lo que en el Rey de Espa?a vimos con nuestros ojos y de ¨¦l o¨ªmos con nuestros o¨ªdos, todos nosotros, y con nosotros, estoy seguro, la mayor y la mejor parte de nuestras Fuerzas Armadas, queremos volver el rostro hacia ese Rey que entonces nos habl¨®, para sencillamente decirle: "Majestad, gracias".
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