La fantas¨ªa de Solsona fren¨® al candidato
Jos¨¦ Luis N¨²?ez quiso el domingo seguir las viejas t¨¢cticas psicol¨®gicas de Helenio Herrera y antes de subir al palco con su puro de palmo y medio, junto a Ramos Costa, baj¨® al campo y se dio un garbeo por el c¨¦sped para recoger los gritos desgarrados del p¨²blico valenciano. No le sali¨® bien la estratagema. Primero, porque sus jugadores llevaban media hora larga calent¨¢ndose sobre el propio terreno de juego y hab¨ªan recibido ya toda la gama de improperios imaginables, hasta el punto de que el p¨²blico comenzaba ya a pesar de ellos. Segundo, porque en lugar de quedarse af¨®nica con N¨²?ez, a la afici¨®n valenciana la presencia del presidente barcelonista le sirvi¨® para afinar las cuerdas vocales y calentar pulmones. El trompetista Rudy Ventura, que desde lo alto de un grader¨ªo entonaba al principio los compases iniciales del himno del Bar?a, se las tuvo que o¨ªr luego de todos los colores y tama?os. Y si en alg¨²n momento los fans valencianistas se sent¨ªan agotados o af¨®nicos, echaban mano de la traca que todo valenciano que se precie lleva bajo la faja, ce?ida a la cintura, para que el estr¨¦pito y la fiesta no decaigan.Esta puesta en escena parece que desconcert¨® al Barcelona que se durmi¨® en Mestalla y cuando quiso despertar ya era tarde. Al principio, los azulgranas, mejor escalonados sobre el campo, con una defensa infranqueable y un contragolpe terror¨ªfico, dieron todo un recital y Mor¨¢n en dos ocasiones sembr¨® el p¨¢nico en el ¨¢rea valencianista. Pero el Barcelona no supo remachar con goles su fulgurante juego del comienzo. Su f¨²tbol fue un precioso castillo de fuegos artificiales. El Valencia temeroso al principio, acab¨® perdiendole poco a poco el respeto y, en lugar de disparar carcasas de colores, prefiri¨® la contundente y efectiva masclet¨¢ que le permiti¨® llegar al descanso con ventaja, pese a no superar el juego catal¨¢n.
El Valencia jug¨® con un catal¨¢n infiltrado en sus filas. En efecto, a Daniel Solsona tuvieron que inyectarle un calmante antes del comienzo, para que no sintiera molestias en el dedo del pie que tiene averiado. Solsona, al que N¨²?ez quiso probar un d¨ªa como condici¨®n sine qua non para el fichaje, le volvi¨® a amargar la tarde al Barcelona como tantas veces ha hecho. Santamar¨ªa, presente en el partido, debi¨® tomar buena nota de los nudos, enredos y quebrantos que Solsona le produjo a su marcador V¨ªctor. Ante el desgarbado internacional aragon¨¦s, Solsona dio un recital, para escarnio de quienes un d¨ªa no le quisieron y sonrojo de otros que siguen sin tenerle en cuenta. Un paso suyo le permiti¨® a Botubot abrir el marcador, cabeceando un bal¨®n que el catal¨¢n dej¨® muerto, quieto, clavado, como suspendido en el aire. Y antes, un cabezazo inapelable de Alexanco, fue salvado in extremis por Solsona, bajo los palos, cuando Sempere: estaba ya batido. Lo cual demiiestra que el catal¨¢n jug¨® en todilas las zonas del campo y oblig¨® a V¨ªctor a perderse muchas veces in¨²tilmente tras sus pasos.
La tripleta de centrocampistas integrada por Castellanos, Solsona y Subirats, que la pasada temporada con Pasieguito funcion¨® a la perfecci¨®n, apenas s¨ª ha jugado este a?o. El domingo ante el Barcelona fue una de esas escasas ocasiones en que estuvo en liza y el Valencia comenz¨® a funcionar. Contaron con la valios¨ªsima ayuda de un Arnesen sensacional y trabajador a destajo. Esa vez, el dan¨¦s del Valencia fue muy superior a su compatriota azulgrana, Siinrionsen. A Simonet apenas se le vieron cuatro o cinco detalles de su gran clase en los inicios del pa.rtido. A medida que ¨¦ste avanzzlba, el Valencia fue asent¨¢ndose sobre el campo y como tuvo la suerte de marcar en una de sus primeras ocasiones de peligro, acab¨® super¨¢ndose a s¨ª mismo y a un Barcelona alica¨ªdo a medida que iban llegando los goles.
Esta vez el Valencia tambi¨¦n fue "m¨¢s que un club". Su triunfo fue el triunfo sobre el invasor catal¨¢n. A ¨¦ste, en cuanto lleg¨® a Mestalla, una gran pancarta le recordaba: "Esteu en el regne de Valencia", por si hab¨ªa alg¨²n despistado. El partido, por l¨®gica, era tambi¨¦n "algo m¨¢s que un partido". Senyeras de todas las marcas -coronadas, sin coronar, azules y sin azul- ondeban al viento en oleadas. Incluso dos banderas danesas destacaban en medio de la uniformidad cuatribarrada. Reinos, principados y pa¨ªses se daban cita en las gradas representados por sus m¨¢s preclaros hijos y s¨²bditos. Como juez de este enfrentamiento entre catalanes y valencianos, un aragon¨¦s. El rey Conquistador debi¨® saltar de su tumba, admirado por la facilidad con que el f¨²tbol confedera lo que a ¨¦l tantos sudores le cost¨®.
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