Otra modalidad de antisemitismo
Con desprecio de toda l¨®gica, aquel artista de la. brocha que fue Adolfo Hitler sosten¨ªa que detr¨¢s de las aberraciones, tanto del capitalismo como del comunismo, se encontraban los jud¨ªos; con olvido de toda decencia, un conocido botarate soriano opinaba recientemente que tras los cr¨ªmenes del nazismo -concretamente, tras el asesinato de millones de jud¨ªos- se encontraban tambi¨¦n los jud¨ªos. Con ignorancia dolosa, tonta o malintencionada, son muchos hoy quienes, para acabar de rizar el rizo, osan decir que el origen de los vicios del cristianismo se halla en el juda¨ªsmo, como si no hubiera existido soluci¨®n de continuidad entre ambas religiones.?Cu¨¢les son los representantes de esta nueva modalidad de antisemitismo? Todos aquellos que hablan de una tradici¨®n judeocristiana; todos aquellos -y son muchos- que a la hora de pedir responsabilidades al cristianismo por sus excesos implican en ¨¦stos a quienes fueron perseguidos sa?udamente durante siglos por aqu¨¦l, y de tal forma, que la culpabilidad ¨²ltima recae sobre las v¨ªctimas, por virtud de una filiaci¨®n aberrante: la que se intenta crear mediante la referencia a esa tradici¨®n que nunca existi¨®.
La supuesta tradici¨®n judeocristiana ha sido invocada en los ¨²ltimos tiempos como causa del machismo -en un programa televisivo, y por alguien con mucho predicamento popular-, de la represi¨®n sexual -la mayor¨ªa de los libros actuales sobre el tema hacen alusi¨®n a ella-, y no olvidemos que los dos grandes antagonistas en la interpretaci¨®n del pasado espa?ol que fueron Am¨¦rico Castro y S¨¢nchez Albornoz coincidieron en ver la causa de la intolerancia de la Iglesia espa?ola y de los cr¨ªrrienes de la Inquisici¨®n en la influencia judaica -para no hablar de quienes, desconociendo que el juda¨ªsmo es una religi¨®n adogm¨¢tica, lo acusan de haber generado el dogmatismo cat¨®lico, cuando no de estar en la base del establecimiento del Santo Oficio-. ?Efectos previsibles de todo ello? Que cuando Antonio no pueda llevarse a la czima a su novia Mar¨ªa eche la ci:ilpa de su frustraci¨®n a los jud¨ªos; que Manuela acabe por considerar responsables a esos mismos jud¨ªos de la triste vida entre cacerolas que se ve obligada a llevar, de su hast¨ªo y del hecho de que ella, tan dotada, no haya llegado a ser presidenta del Gobierno de alguna comunidad auton¨®mica; que cat¨®licos de izquierda y dem¨®cratas en general se den unos a otros con el codo, gui?en un ojo y murmuren, entre copa y copa: "?No te lo dec¨ªa yo? No tienes m¨¢s que ver lo que pasa en Israel...". Y aqu¨ª surge la cuesti¨®n: ?acabar¨¢n siendo perseguidos los jud¨ªos por haber desviado al cristianismo, con su pretendida paternidad nefasta, de lo que hubiera debido ser o, lo que resultar¨ªa a¨²n m¨¢s grave, por haber hecho posible su surgimiento?
Pero seamos serios -aunque los antisemitas no nos den pie para ello- y abordemos dos temas que tengo por fundamentales: ?qu¨¦ hay detr¨¢s de esa repetida referencia a la tradici¨®n judeocristiana? Y ?por qu¨¦ no puede hablarse de ¨¦sta con rigor o sin ¨¦l?
En su origen, que creo pr¨®ximo, la expresi¨®n tradici¨®n judeocristiana no ten¨ªa carga antisemita alguna: fue acu?ada por cristianos que quer¨ªan revitalizar y depurar su religi¨®n remont¨¢ndola hacia aquello que consideraban fuente de la misma; es decir, el Antiguo Testamento. Pronto, sin embargo, la expresi¨®n comenz¨® a ser utilizada poniendo en juego un trasfondo antisemi
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ta: s¨®lo se hac¨ªa uso de ella cuando se denunciaba alg¨²n aspecto negativo del cristianismo. ?Qu¨¦ se buscaba y se busca con ello? Pienso que, consciente o inconscientemente, cosas muy varias. Por ejemplo: ciertos cristianos progresistas, utilizar el juda¨ªsmo como chivo expiatorio que cargue con los pecados de la Iglesia y deje a ¨¦sta en disposici¨®n de asumir el papel izquierdista que ellos le asignan; algunos progresistas que ya no son cristianos neutralizar el cristianismo en sus conciencias mediante el expediente de convertir al mismo en un mero hecho cultural, con objeto de combatir la atracci¨®n secreta que pueden sentir a su respecto -nostalgia inconfesada de sus comuniones de ni?o, de sus arrebatos m¨ªsticos de adolescencia, de la tranquilidad que pro porcionaban la sumisi¨®n a unas autoridades indiscutidas y a una explicaci¨®n global de lo dado que hac¨ªa inviable la perplejidad generalizada que ahora padecen-; la totalidad de los antisemitas tradicionales, en fin, penalizar a la Iglesia por el positivo cambio de actitud ¨¢doptado por ella en el concilio Vaticano II, de cara a los jud¨ªos, y marcar distancias a su respecto.
Dejando aparte, sin embargo, lo que se busque al hablar de una tradici¨®n judeocristiana, lo cierto es que resulta totalmente ileg¨ªtimo hacerlo, pues nunca ha existido algo as¨ª. En efecto, cualquiera que tenga la m¨¢s peque?a noci¨®n del juda¨ªsmo comprender¨¢ que ¨¦ste y el cristianismo son irreductiblemente antag¨®nicos por cuanto el cristianismo se asienta sobre tres principios que niegan de ra¨ªz la tradici¨®n jud¨ªa: la idea de un hombre-Dios, atentatoria contra el fundamento mismo del juda¨ªsmo; la idea del pecado original, creada, en mi opini¨®n, para explicar y justificar la Redenci¨®n, la muerte de Dios por los hombres; la idea de la fe en cuanto sumisi¨®n del entendimiento a lo ininteligible -"creo porque es absurdo"-, radicalmente contraria a la creencia jud¨ªa: un acto de amor concebido como ¨²nica forma de conocimiento de lo inefable.
?Pensar¨¢ alguien, tras la lectura de lo que antecede, que el filojuda¨ªsmo hace ver visiones, peligros donde no lo hay? En tal caso, que quien quiera que sea ese alguien medite sobre el deleznable origen de la identificac¨ª¨®n medieval jud¨ªo = diablo y sobre las consecuencias tr¨¢gicas que de ella se siguieron.
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