El peligroso juego con el idioma
La decisi¨®n de cuatro polic¨ªas nacionales de matricularse en un cursillo intensivo de lengua vasca que se iniciaba el 8 de marzo en el euskaltegi (centro oficial de ense?anza del euskera, dependiente del Gobierno Aut¨®nomo) de San Sebasti¨¢n, provoc¨® la reacci¨®n de una parte de los alumnos que, ampar¨¢ndose en "razones pedag¨®gicas y de convivencia", anunciaron su intenci¨®n de abandonar el cursillo "en el caso de que dichos polic¨ªas se incorporaran a las clases". Ante ello, el departamento de Cultura del Gobierno vasco manifest¨® su decisi¨®n de "garantizar el derecho de todo ciudadano a disfrutar de un servicio p¨²blico como es el de las academias de lengua vasca", pero de inmediato la r¨¦plica de la mayor¨ªa de profesores y alumnos de los siete euskaltegis fue declararse en huelga. En verdad, este conflicto ha servido para que por primera vez se planteen p¨²blicamente los problemas que se concitan en torno al euskera, reconocida como "lengua propia del pueblo vasco" en el art¨ªculo 6 del Estatuto de Guernica, y hablada, en sus diferentes variantes, por un 26% de la poblaci¨®n. En el debate de hoy, los autores exponen sus puntos de vista sobre los conflictos, no s¨®lo ling¨¹¨ªsticos, sino culturales y sociopol¨ªticos, que plantea el biling¨¹ismo en el Pa¨ªs Vasco.
Si no se toman en cuenta augurios vagamente ominosos y alg¨²n incidente m¨¢s provocado que espont¨¢neo, se dir¨ªa que los trabajos iniciados en orden a la normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica de Euskadi, conforme a las previsiones del Estatuto y de la Constituci¨®n, se han venido desarrollando sin tropiezos molestos, y no creo que al pensar as¨ª me ciegue el inter¨¦s. Se pueden tener opiniones varias, claro es, sobre el acierto o la torpeza, la precipitaci¨®n o el retraso, etc¨¦tera, de estas o aquellas medidas, pero ello no modifica el hecho de que nada hab¨ªa ocurrido que afectara a la convivencia de gentes del pa¨ªs que no siempre usan la misma lengua. Subrayo esto porque para muchos, me atrever¨ªa a decir que hasta para much¨ªsimos, la convivencia libre en lo posible de imposiciones y violencias constituye un valor fundamental cuyo deterioro no podemos ni debemos tolerar.Mejor dicho, nada parec¨ªa haber ocurrido hasta que ha estallado, a manera de traca festiva, el incidente de los euskaltegis, creados y sostenidos por la Consejer¨ªa de Cultura, que supongo bien conocido, aunque se alcancen peor sus implicaciones. Me limito a comentar, en la l¨ªnea de E. Ibarz¨¢bal en Deia del d¨ªa 14, que nunca ha ocurrido nada semejante en ninguna academia o escuela de idiomas o, si a eso vamos, en ning¨²n centro de ense?anza, incluidas facultades universitarias. Esto hace pensar que las personas perjudicadas, cuyos derechos habr¨¢n de ser defendidos hasta el fin como hasta ahora, sin transacciones ni componendas, no son a fin de cuentas m¨¢s que el blanco aparente, ya que se est¨¢ tirando por elevaci¨®n a otros m¨¢s importantes -si algo es m¨¢s importante que los derechos de las personas- y menos pr¨®ximos.
El objetivo, para ser preciso, no es otro que el Gobierno vasco, sin que sea pertinente su encarnaci¨®n o materializaci¨®n actual, puesto,que se apunta contra el ordenamiento vigente en la comunidad aut¨®noma y en el Estado mismo. Esta sospecha se ha vuelto certidumbre con el comunicado de los profesores que anuncian, como la cosa m¨¢s natural, su intenci¨®n de quedarse para sabotear desde dentro esas academias y, de paso, lo que se ponga al alcance, al tiempo que conservan sus puestos de trabajo. Es de agradecer, con todo, que todav¨ªa no hayan hecho p¨²blica su aspiraci¨®n indescriptible a convertirse en carga vitalicia para los contribuyentes.
Cabe apuntar aqu¨ª hasta qu¨¦ punto hemos deca¨ªdo en nuestras m¨¢s preciadas virtudes. No hace tanto tiempo que un grave guru (tol¨¦reseme el pleonasmo) dec¨ªa y repet¨ªa que los vascos no deseamos ser funcionarios, al igual que la Virgen del Pilar no quer¨ªa ser francesa. Y conste que al decirlo y repetirlo, aparte de poner entre par¨¦ntesis de modestia su propia situaci¨®n personal, se olvidaba de nuestra archisabida debilidad secular por covachuelas y escriban¨ªas. Tampoco ahora, si mira un poqo alrededor, dejar¨¢ de hallar gentes que aspiran a llegar a los astros por la v¨ªa dolorosa del funcionariado.
Los comentarios que hechos como el que aqu¨ª se toca suelen suscitar no dejar¨¢n a su vez, estoy seguro, de producir irritaci¨®n y ¨¢speros comentarios entre nosotros. Y aunque este sea un consejo in¨²til y muy en primer lugar para m¨ª mismo, convendria que alguna vez trat¨¢ramos de quebrar la cadena de las recriminaciones, m¨¢s nocivas que in¨²tiles.
Otra cosa es que los hechos, desagradables por lo general, hayan de ser afrontados y profundizados. As¨ª, no hay por qu¨¦ negar que en el Pa¨ªs Vasco pasan cosas -y dejo a un lado, que ya es dejar, la violencia en estado puro- que son alarmantes y hasta amenazadoras por su reiterada insensatez. No s¨¦ si hoy son bien conocidos los planos del un d¨ªa famoso laberinto espa?ol; s¨ª s¨¦, en cambio, que las anotaciones al muy real laberinto vasco abundan m¨¢s en pistas falsas que en fidedigmos hilos conductores.
Para penetrar en ¨¦l, un dato esencial es el temor que se nota casi en cualquier parte, y no hablo de los grandes temores, mejor terrores, aunque aqu¨¦l tenga tambi¨¦n que ver, y mucho, con ¨¦stos. Aludo al temor que est¨¢ en la ra¨ªz de tantas unanimidades o mayor¨ªas abrumadoras (de profesores y alumnos, por ejemplo), del temor m¨¢s efectivo que fundado que va de mano de la verg¨¹enza, de la verg¨¹enza vergonzante que nos impide decir lo que pensamos, a pesar de saber que, de hacerlo, la verdad misma hablar¨ªa por nuestra boca. Claro que no es por nada si esto crece y prolifera: todos saben c¨®mo suelen salir corridos los que de tiempo en tiempo (porque tambi¨¦n entre nosotros les caves se rebiffent) intentan hacer frente a la corriente. De prueba a contrario puede servir el mismo escrito de los profesores de marras, cuyo ol¨ªmpico desd¨¦n da fe de que creen que les basta abrir la boca para que hasta en Madrid y m¨¢s all¨¢ queden todos apabullados por la raz¨®n de su sinraz¨®n.
Que una larga y cruel represi¨®n anterior (as¨ª como, por absurdo que parezca, cuando se dir¨ªa que la estamos provocando, la que podr¨ªa venir) tiene mucho que ver con esto es algo que poca gente desinteresada va a poner en duda, y no es la opresi¨®n ling¨¹¨ªstica el factor que menos ha influido. Como nos acaba de recordar Tovar, "el terrorismo inextirpable" de Irlanda se prolonga en un pa¨ªs "donde la cultura en su lengua ha sido sistem¨¢ticamente destruida". El pasado, de todos modos, ya no existe m¨¢s que en el presente, y es ¨¦ste, con el futuro que lleva en el vientre, lo que habremos de moldear y, para ello, conocer.
Una idea poco tranquilizadora acaba de ser expresada por Mario Onaind¨ªa (EL PAIS, d¨ªa 12), conforme a la cual "en el nacionalismo" existe y predomina ampliamente "la idea de que Euskadi est¨¢ en guerra con Madrid", De ser esto as¨ª, se tratar¨ªa de algo mucho m¨¢s grave que un simple inhibidor para, la emergencia de una moral laica entre nosotros: eso har¨ªa imposible o dificultar¨ªa en sumo grado la pacificaci¨®n de los esp¨ªritus y hasta la de los cuerpos.
Por eso mismo me interesa dejar sentado que disiento de Onaind¨ªa, y no puedo decir que lo lamente. Hace m¨¢s de 45 a?os que no asisto a la inauguraci¨®n de un batzoki ni me entero muy bien de lo que en ellas se dice, pero en las formulaciones del nacionalismo tradicional escasean mucho las menciones de "guerra" o de la "ocupaci¨®n". Lo que se mencionaba era la "invasi¨®n" (alias inmigraci¨®n) y la "opresi¨®n", en euskera m¨¢s bien "servidumbre": otse?a zara es del mismo Arana Goiri. Y en la adaptaci¨®n extremista del coro de Los Puritanos, cuyo texto est¨¢, ?y c¨®mo no!, en castellano, se habla de invasi¨®n o, en versi¨®n alternativa, de opresi¨®n. Pero el tal coro nunca goz¨® de la bendici¨®n de los sectores moderados, cuyo dominio en mis tiempos era indiscutible. En cuanto a la guerra, las carlistas hab¨ªan dejado un recuerdo horrible, y en su horror he nacido, me han criado y he crecido. Ya en 1936 s¨®lo los carlistas, y si acaso las cabras, so?aban entre nosotros con el monte: lo malo es que no se conformaron con so?ar. M¨¢s tarde, sobre todo despu¨¦s de que, digamos 1950, todos quedamos convencidos de que no solamente se hab¨ªa terminado aquella guerra, que por muchas razones era un conflicto interno espa?ol, sino tambi¨¦n de que la hab¨ªamos perdido. Se pod¨ªa quiz¨¢ recomenzar, pero no continuar algo que ya no exist¨ªa.
Por todo ello, y en lo que alcanza mi experiencia, la idea de un estado de guerra, contradicha de frente por la experiencia de (casi) todos los momentos, no es aceptada por una muchedumbre de vascos, y entre ellos se cuenta buena parte (yo me atrever¨ªa a decir que la gran mayor¨ªa) de los "nacionalistas". Lo que digo no pasa de ser una opini¨®n, pero es una opini¨®n de buena ley porque es f¨¢cil de refutar. No es dif¨ªcil arbitrar una manera objetiva de probar que es falsa, a condici¨®n de que previamente se delimite de modo preciso qu¨¦ se ha de entender por "nacionalista". Mientras esto no se haga, seguir¨¦ creyendo lo que creo, del mismo modo que creo firmemente que los organizadores de la contramanifestaci¨®n del 8 de septiembre de 1977 en San Sebasti¨¢n cre¨ªan hallarse en guerra declarada, a juzgar por su comportamiento, hasta con quienes nos manifest¨¢bamos inc¨®modamente cerca de ellos.
Volviendo a los euskaltegis, estoy persuadido de que la actitud de profesores y alumnos, en la medida en que no se desolidarice de manera expresa de su postura inicial, se descalifica a s¨ª misma y ofrece la mejor ocasi¨®n de que el Gobierno vasco y su Consejer¨ªa de Cultura demuestren su firme decisi¨®n. Con escaramuzas de esta laya no s¨®lo se est¨¢ poniendo en peligro la convivencia dentro y hasta fuera de nuestro pa¨ªs, ya demasiado echada a perder, sino que adem¨¢s se juega, con la mayor irresponsabilidad, con la suerte misma de la lengua vasca, que no es con seguridad la que menos va a perder en ellas. Claro que para darse cuenta de ello no basta con proferir gritos y exhibir carteles en su defensa e ilustraci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.