Milans se levanta, se asquea y se va
El segundo incidente (grav¨ªsimo para la dignidad y credibilidad de esta Sala de Justicia) se produjo entre las cinco y media y las seis menos cuarto de ayer, al borde ya de acabar la sesi¨®n. Adolfo de Miguel (defensor de Camilo Men¨¦ndez, Pardo Zancada y Garc¨ªa Carr¨¦s) se hab¨ªa empecinado desde el interrogatorio matutino del teniente general Aramburu, director de la Guardia Civil, en extraer del vocabulario de esta causa la acepci¨®n rehenes como alusi¨®n a los parlamentarios secuestrados como rehenes por los golpistas del 23-F.Interrogando al teniente general S¨¢enz de Santa Mar¨ªa (jefe de la Polic¨ªa Nacional cuando los autos y actual Capit¨¢n General de Valladolid), De Miguel mantuvo el siguiente di¨¢logo:
-Vuecencia ha empleado por tres veces el t¨¦rmino rehenes al referirse a los diputados durante aquellas horas. ?Le da usted a esta palabra el car¨¢cter impropio y de uso corriente o el propio de los que ven su vida como prenda?
-Si unos secuestradores entran en un avi¨®n, con armas, ejerciendo la violencia y cambian el rumbo de la nave, utilizan a los pasajeros como rehenes para lograr sus prop¨®sitos. Utilizando este s¨ªmil puede decirse que quienes entraron con violencia en el Congreso quer¨ªan cambiar el rumbo del pa¨ªs, amenazando al piloto del Congreso que ser¨ªa su Presidente y tomando como rehenes a los diputados que ser¨ªan los pasajeros.
El encausado Camilo Men¨¦ndez, capit¨¢n de nav¨ªo, se pone en pie y abandona la sala por la puerta lateral (s¨®lo para justiciables y letrados) que tiene a escasos metros a su derecha. Lo hace a un paso menos bonach¨®n de lo acostumbrado pero en los segundos siguientes nadie advierte nada. Durante las sesiones los encausados salen o entran con alguna frecuencia. Adolfo de Miguel prosigue su interrogatorio.
- Entonces a la palabra reh¨¦n le da usted el sentido impropio...
El comandante Pardo Zancada se ha puesto en pie como un fleje de metal, r¨ªgido, tenso; hace un momento ha salido y regres¨® a la Sala. Se hace evidente que este ordenancista espera airado permiso de la Presidencia para retirarse. Finalmente, sin obtenerlo, se marcha. Milans pronuncia unas palabras que, sin megafon¨ªa, se pierden; mira a los lados y se levanta dirigi¨¦ndose al Tribunal. Otros encausados (cinco, seis) se van levantando; unos quedan firmes ante sus sillas de acusados; otros hacen adem¨¢n de retirarse. Un recluta de aviaci¨®n que hace de ujier ante la puerta de acusados se cruza con Milans para conectarle un micr¨®fono. Al fin ¨¦ste es audible y se detiene la crecida de murmullos en la Sala (ya hay bastante gente en pie o a medio incorporar). Milans, visiblemente iracundo, dice que se marcha "porque nos est¨¢n llamando... ; porque nos est¨¢n dando calificaciones que no merecemos..."
El Presidente, teniente general Alvarez Rodr¨ªguez, que ya ha hecho tronar la megafon¨ªa con ¨®rdenes de "?Si¨¦ntense!", le contesta con un "?No ha lugar!". Milans, vacila, alza su mano derecha hacia la presidencia en gesto despectivo y regresa a desgana a su asiento. Familiares de procesados e invitados desfilan entre las silletas camino de las dos puertas de la izquierda (destinadas a ellos, periodistas, comisiones militares y observadores jur¨ªdicos); al menos cinco observadores militares acompa?an a los familiares en la retirada de protesta; se escuchan fuertes portazos de los primeros que abandonan la Sala en solitario antes que lo hagan los grupos. Tensi¨®n y desconcierto. La Polic¨ªa Militar que cubre dos laterales de la zona ocupada por el p¨²blico contin¨²a sentada (no fue requerida en ning¨²n momento) y sin saber qu¨¦ hacer. Se escucha la voz inconfundible del letrado Segura, fundador de Fuerza Nueva, defensor del capit¨¢n Mu?ecas y del teniente Carricondo:
-Comunico a esta presidencia que me retiro esta tarde...
Revuelo de togas negras y uniformes caqui en el largo estrado de las defensas; retiran sus sillas, se levantan y comienzan a marcharse en n¨²mero indeterminado; pr¨¢cticamente todos los codefensores militares; seguro el teniente general Diez de Mend¨ªvil, codefensor de Ib¨¢?ez Ingl¨¦s. Los rumores pasan a intercambios verbales en alta voz, ruido de sillas que se arrastran, portazos... El Presidente intenta controlar la situaci¨®n (mientras las defensas desalojan la Sala) aduciendo que acaso el testigo s¨®lo est¨¢ haciendo un s¨ªmil que podr¨ªa retirar...
Sa¨¦nz de Santa Mar¨ªa (en tono grave y bajo): "Lo retiro". (Risas entre los procesados que a¨²n no se han marchado). El Presidente recuerda a los encausados que nunca ha prohibido sus ausencias cuando as¨ª lo han necesitado y pregunta a De Miguel que si puede continuar con su interrogatorio Milans se levanta hacia el micr¨®fono:
-Pido retirarme; me encuentro malo; esto me da n¨¢useas, me da asco... ?Me marcho!"
Vuelve a hacer un gesto despectivo hacia el Tribunal, da media vuelta y abandona la Sala mientras se escucha la voz nerviosa del Presidente que le advierte en tono imperativo sobre las responsabilidades en las que est¨¢ incurriendo. Otros encausados vuelven a levantarse e inician el camino de salida.
-?Si¨¦ntense, si¨¦ntense, he dicho que se sienten! (El Presidente hace retumbar la megafon¨ªa). Todos regresan a sus sillas menos el teniente coronel Mas, ayudante de Milans, que abandona la Sala.
El coronel Escandell, defensor de Milans y de Ib¨¢?ez Ingl¨¦s, toma sin venia la palabra e improvisa sobre el estado an¨ªmico de Milans, acepta la palabra del general Santa Mar¨ªa retirando el s¨ªmil del avi¨®n secuestrado, y ruega encarecidamente no se tenga en cuenta el incidente dado que por el estado de Milans ¨¦ste no ha o¨ªdo las explicaciones del Capit¨¢n General de Valladolid. El abogado Quintana pide unos minutos de suspensi¨®n; le corta Mart¨ªn Fern¨¢ndez, defensor del teniente coronel Mas: "Mi defendido ha abandonado la Sala para atender a su jefe que se encuentra en estado de necesidad". El Presidente: "Se admiten las explicaciones de los se?ores letrados y esta presidencia ruega que se aconseje a los acusados que mantengan los nervios o pidan permiso para ausentarse, cosa que esta presidencia nunca ha denegado". Los coroneles Ib¨¢?ez y San Mart¨ªn se yerguen como flechas; otros cinco en causados se levantan en r¨¢pidos intervalos en actitud de pedir venia para irse; algunos inician la sa lida. Gritos de la Presidencia:"?Si¨¦ntense, si¨¦ntense!..."
Un abogado sugiere sea suspendida la sesi¨®n. El Presidente -"dada la hora"- accede y recomienda a los letrados hagan ver a sus defendidos la gravedad de sus gestos.
-Se levanta la sesi¨®n hasta ma?ana (por hoy) a las diez. ?Desalojen la Sala!
Expectaci¨®n e intercambio estupefacto de miradas. Voces ininteligibles con tono imprecativo se escuchan desde las defensas hacia los observadores jur¨ªdicos (muchos de ellos jur¨ªdicos militares); Mu?oz Perea (defensor del capit¨¢n Pascual G¨¢lvez y yerno de Blas Pi?ar) agita los brazos airado; algunos procesados increpan al testigo.
-?Desalojen la Sala, desalojen la Sala!Voz del fiscal por la megafon¨ªa: "Recuerdo a la presidencia que el testigo sigue sentado". El Presidente le hace se?as de que puede retirarse. Se vac¨ªa la Sala entre nervios de los militares hasta ahora m¨¢s conspicuos, incredulidad y caras de satisfacci¨®n. Los tel¨¦fonos punta-punta que conectan la saleta de trabajo militar, contigua a la habitaci¨®n destinada a la Prensa, con la Moncloa, el Ministerio de Defensa o la segunda secci¨®n de Capitan¨ªa est¨¢n en manos de oficiales que leen fren¨¦ticos sus notas dando la novedad.
Se ve¨ªa venir este segundo incidente que convirti¨® ayer la Sala de Justicia casi en representaci¨®n de vodevil con puertas abri¨¦ndose y cerr¨¢ndose con ruido y actores que salen o entran a escena, voces y carreras. Ya por la ma?ana las declaraciones del general Aramburu, reputando de calumniosas las imputaciones que se le hacen de haber proferido frases despectivas hacia sus guardias, originaron la retirada ostentosa de casi todos los familiares asistentes, mujeres en su mayor¨ªa (Tejero y el capitan Dusmets no se personaron en la vista durante toda la jornada). Luego en la tarde, a medida que avanzaba el interrogatorio de S¨¢enz de Santa Mar¨ªa, pod¨ªa haberse supuesto que los procesados montar¨ªan su ins¨®lito n¨²mero con tal de frenar o poner sordina a un testigo que estaba resultando impecable y admirable, y cuyas palabras, por primera vez en mes y pico de juicio, estaban reconduciendo el proceso a sus verdaderas dimensiones. As¨ª cuando Mu?oz Per¨¦a le pregunta si fue constitucional el Gobierno de secretarios de Estado y subsecretarios, responde: "Eso habr¨¢ que pregunt¨¢rselo al Tribunal Constitucional." O su contestaci¨®n a De Miguel:
- "?Ten¨ªa conocimiento del malestar que entre las Fuerzas Armadas exist¨ªa el 23 de febrero por causa del terrorismo que asola nuestra patria?
-S¨ª; ten¨ªa conocimiento desde 1.968 en que comenz¨® el terrorismo en nuestra patria. Pero las Fuerzas Armadas superan ese estado de disgusto cumpliendo con su deber. La lucha contra el terrorismo exige sacrificios. En este pa¨ªs el terrorismo asesin¨® a un Presidente del Gobierno y las Fuerzas Armadas se atuvieron a sus obligaciones.
En la ma?ana Aramburu se defendi¨® mejor que Gabeiras del acoso de la mayor¨ªa de los defensores (bien es verdad que las arremetidas no fueron tan duras; Gabeiras pasa a la B en veinte d¨ªas y Aramburu y Santa Mar¨ªa tienen vida militar por delante). Record¨® ante las diferentes versiones sobre su incidente con Tejero o las palabras que sobre los guardias le quieren atribuir que ¨¦l est¨¢ bajoj juramento y no los encausados. Por lo dem¨¢s Aramburu entiende que el pacto del cap¨® no exculpaba a ning¨²n teniente, ni siquiera a los de la Acorazada, y ante unas defensas que procuran dejar la sensaci¨®n de que este oficial general actu¨® el 23 de febrero dubitativo o medroso, arguye razonablemente su prop¨®sito en aquella larga noche de dejar pudrir la situaci¨®n y salir sin v¨ªctimas de la pesadilla. Enumera todas las intimidaciones la rendici¨®n que orden¨® aquel d¨ªa (hasta por altavoces) y contesta as¨ª al abogado de Tejero: (L¨®pez Montero)
-Los presuntos rebeldes ?dispararon contra las fuerzas que estaban fuera del Congreso?
-Contra nosotros no, contra el Parlamento s¨ª.
Incorreciones, capciosidades y hasta trampas de sintaxis (que irritaron a la presidencia en numerosas ocasiones) para intentar desautorizar el testimonio de un militar leal. Y pregunta a pregunta, insinuaci¨®n a insinuaci¨®n, la idea fija como siembra de futuros rencores institucionales de que la Guardia Civil ha sido traicionada.
Pero el rencor que ayer pudo palparse en Campamento fue el de unos soldados perdidos acusados de rebeli¨®n militrar contra sus compa?eros de armas leales a sus jefes y a sus leyes. Ira, casi f¨ªsica, entre dos maneras irreconciliables de entender la milicia. Esta es la ¨²nica lecci¨®n de ayer: o la una o la otra; no cabe la componenda.
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