La elite econ¨®mica
La transici¨®n pol¨ªtica se ha realizado, seg¨²n el autor de este art¨ªculo, bajo la aquiescencia y el control del poder econ¨®mico, plasmado en la progresiva presencia de la banca en los sucesivos gobiernos democr¨¢ticos. Sin esa aquiescencia y ese control, la transici¨®n no se hubiese llevado a cabo. Es preciso reflexionar sobre los avatares de la elite econ¨®mica en un r¨¦gimen de libertades
Una de las constantes que ofrece el lento y desacompasado proceso de industrializaci¨®n espa?ol, desde su inicio en la segunda mitad del siglo XIX hasta la aparici¨®n del actual r¨¦gimen parlamentario, ha sido la continua y tenaz oposici¨®n de nuestras clases dirigentes -en la que no se ha descartado in extremis el recurso a las armas- a todo aquello que constituyera un menoscabo de sus, en buena medida, ancestrales privilegios, y la no menor aversi¨®n, cargada de temor, menor aversi¨®n a un marco de libertades que pudiera poner en peligro la estabilidad de los mismos. De esta suerte, la democracia y la transformaci¨®n aci¨®n de la estructura socioecon¨®mica que hubiera introducido una mayor racionalidad productiva y, en consecuencia, un crecimiento m¨¢s arm¨®nico, adem¨¢s de correr parejas, se fueron convirtiendo en patrimonio de un reducido grupo de la burgues¨ªa apartada del poder y, de algunas opciones que persegu¨ªan, parad¨®jicamente, no tanto el perfeccionamiento como la sustituci¨®n del sistema.La reforma econ¨®mica y la libertad llegaron por esta v¨ªa a ser una sola bandera, a¨²n en la mal llamada etapa de desarrollo franquista, en la que, si bien se obtuvieron elevadas cotas de expansi¨®n, la carencia de tales cambios hipotec¨® la posibilidad de un crecimiento autosostenido, como se ha plasmado con toda crudeza desde 1974.
En esta fecha se abri¨®, como se sabe, un per¨ªodo de crisis en la que la incidencia de factores externos se ha visto agravada por los componentes nacionales encerrados en la misma.
El cambio de actitud
La reforma pol¨ªtica del ex presidente Su¨¢rez, abortando la propuesta rupturista de la oposici¨®n, supuso un giro en la conducta de la oligarqu¨ªa espa?ola respecto al tradicional binomio libertad pol¨ªtica-transformaci¨®n socioecon¨®mica.
A partir de ese acontecimiento, el rechazo generalizado de un sistema democr¨¢tico por parte del gran capital empez¨® a hacer agua. Un sector considerable de ¨¦ste hab¨ªa llegado a la convicci¨®n -a la que no fue ajena la creciente demanda de libertades auspiciada por un amplio abanico social ni la necesidad de reforzar sus lazos econ¨®micos con el exterior, lo cual exig¨ªa su homologaci¨®n pol¨ªtica- de que la salvaguardia de sus intereses en la Espa?a del ¨²ltimo cuarto del siglo XX pasaba por la aceptaci¨®n de un r¨¦gimen de libertades.
Desde entonces, la tarea fue evitar que el nuevo marco pol¨ªtico conllevara indefectiblemente la aparici¨®n de aquello a lo que siempre se le hab¨ªa considerado unido: las reformas b¨¢sicas en la econom¨ªa. Hubo disposici¨®n de remozar, mas no de transformar.
He aqu¨ª algunas razones por las que la transici¨®n pol¨ªtica no s¨®lo se ha realizado, desde su propia g¨¦nesis, bajo la aquiescencia del poder econ¨®mico -l¨¦ase capital financiero-, sino tambi¨¦n bajo su control, plasmado, entre otras formas, en la progresiva presencia de la gran banca privada en los Gobiernos democr¨¢ticos. Sin ambos, aquiescencia y control, dificilmente se hubiera producido durante los ¨²ltimos cinco a?os la disociaci¨®n de ese maridaje hist¨®rico.
La otra tarea
Entre los casos representativos de esa falta de voluntad renovadora se encuentra la evoluci¨®n seguida por el partido que ha aglutinado los intereses mayoritarios de la elite econ¨®mica: UCD.
Los avatares que de un tiempo a esta parte se ciernen sobre el proyecto del partido gubernamental, desviando su inicial reformismo, de corte populista, hacia postulados cercanos a opciones situadas a su derecha, es un suceso que traspasa la coyuntural trayectoria de una organizaci¨®n pol¨ªtica. Puede ser interpretado como la Ilustraci¨®n de la incapacidad reformista de nuestras clases dirigentes.
El abandono de la tendencia modernizadora que pareci¨® vislumbrarse en algunas tendencias de UCD cuando esta formaci¨®n pol¨ªtica abord¨® la tarea de dirigir la transici¨®n democr¨¢tica, indica algo m¨¢s que su derechizaci¨®n. Manifiesta el fracaso, nuevarnente, del gran capital espa?ol Ipara acometer un proceso de carribio integrador, al igual que lo hicieron algunos de sus hom¨®nimos europeos. Proceso que, al tiempo que hubiera impulsado el desarrollo econ¨®mico, liber¨¢ndonos de los l¨ªmites que han atenazado nuestro crecimiento, le servir¨ªa para legitimar y garantizar su hegemon¨ªa pol¨ªtica en un marco de libertades.
Desde esta perspectiva, y sin negar otros aditamentos, se expliea la fuga de UCD de aquellos miembros que, en palabras del propio Adolfo Su¨¢rez, no admiten que "la izquierda tenga el monopolio del cambio y de las reformas y del proceso de estructurar una nueva sociedad espa?ola", como son los socialdem¨®cratas del PAD, o la creciente marginaci¨®n, en el aparato ucedista, del grupo dirigido por el ex presidente, por parte del cual no hay que deseartar la formaci¨®n de un nuevo partido.
Lo peculiar de esta etapa no ha sido, en definitiva, la renuncia, te?ida de cierta impotencia, de las tradicionales clases dirigentes a una transformaci¨®n de la estructura socioecon¨®mica -lo que est¨¢, seg¨²n parece, amenazando su hegemon¨ªa pol¨ªtica-, ni la presencia de una burgues¨ªa minoritaria, hipot¨¦ticamente dispuesta a recorrer cierto camino de la mano de algunos sectores de la izquierda. Lo original ha consistido en la act¨ªtud adoptada por la mayor¨ªa de los grupos hegem¨®nicos: combinar su aceptaci¨®n del orden constitucional con su anterior oposici¨®n a acometer reformas de tipo estructural.
El proceso inacabado
Tales desajustes entre lo econ¨®mico y lo pol¨ªtico hab¨ªan de tener necesariamente un precio: el debilitamiento del propio sistema de libertades. Este, al verse privado de un contenido social con el que permanentemente hab¨ªa sido identificado, y que hubiera sido su mejor defensa, ha llegado al extremo de temer por su futuro.
La cojera de la que est¨¢ siendo v¨ªctima el nuevo marco pol¨ªtico muestra, entre otras lecciones, que su consolidaci¨®n definitiva se halla subordinada a esas reformas estructurales. Su asentamiento exigir¨ªa incorporar a las modificaciones pol¨ªticas las econ¨®micas, con el fin de abordar la modernizaci¨®n de Espa?a. De este modo, la democracia ser¨ªa un bien con el que la mayor¨ªa social se sentir¨ªa m¨¢s comprometida, desterrando, de una vez por todas, el fantasma que desde hace tiempo est¨¢ amenazando nuestro devenir: la contrarreforma.
Ha transcurrido un lustro desde que en 1977 la sociedad espa?ola emprende la v¨ªa constitucional. Ahora los vientos de una nueva confrontaci¨®n electoral empiezan a aflorar. Quiz¨¢ por ello resulte oportuno reflexionar sobre ciertos comportamientos de la elite econ¨®mica en un r¨¦gimen de libertades con las que tan escasamente ha estado familiarizada a trav¨¦s de la historia.
es profesor adjunto de Estructura Econ¨®mica de la Universidad Complutense.
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