Recordar a destajo
Temo no ser lo bastante necio (y est¨¢ el lector en su justo derecho de opinar lo contrario) para entender la ola oficial de centenarios que nos invade. A veces me pregunto si no ser¨¢ todo esto algo imaginario. Porque en otro tiempo, cuando nos invad¨ªa la ola-de-erotismo-que-nos invade, no pocos que andaban en edad de merecer iban ansiosos a la playa por ver si ca¨ªa algo. Y all¨ª no les mojaba ninguna ola. Al parecer, la marea subi¨® despu¨¦s, cuando los j¨®venes de anta?o ya no lo eran y estaba el forraje duro para pitaeras.Pero los centenarios llegan a su hora. Su puntualidad es implacable y se producen cada cien a?os y adem¨¢s en los medios siglos. M¨¢s a¨²n: cuando corren tiempos de recuperaci¨®n, como los de ahora, valen tambi¨¦n (por extensi¨®n, sin duda) las conmemoraciones terminadas en cero o en cinco. Celebramos los cuarenta a?os, los sesenta a?os, los 75... Algo lleva a favorecer a los m¨²ltiplos de cinco, no se sabe por qu¨¦. Alg¨²n extra?o e inconfesable complejo matem¨¢tico, aunque no matem¨¢tico propiamente dicho (aquellos n¨²meros complejos). ?Y por qu¨¦ no celebrar y concelebrar, asimismo en los m¨²ltiplos de siete o en los m¨²ltiplos de once?, ?y en los de tres?
Esta como a modo de criba de Erat¨®stenes conmemoratoria es un poco discriminadora. Mas los usos son los usos y lo can¨®nico es lo can¨®nico. Valga as¨ª.
Y si este af¨¢n conmemorador y memorioso viene del otro m¨¢s ¨ªntimo y vergonzante af¨¢n de taparnos las verg¨¹enzas de otros tiempos olvidadizos, nada mejor entonces que aprovechar todos los a?os para eso. Sean m¨²ltiplos de lo que sean. ?Qu¨¦ digo todos los a?os! ?Todos los d¨ªas del a?o! Que, ciertamente, cada d¨ªa tiene su af¨¢n y su efem¨¦ride.
Pues hay como una prisa por celebrar cuanto antes todo cuanto se pueda, no sea que m¨¢s tarde no pueda celebrarse. O acaso sea porque, al rev¨¦s de lo que siempre fue, se piense ahora que siendo due?os del pasado podremos dominar el presente. Hasta ahora el hombre quer¨ªa mandar en el presente para escribir (o borrar) el pasado a su manera. Stalin borraba as¨ª a Trotsky de las fotograf¨ªas y de la enciclopedia sovi¨¦tica, y Franco, a Casares Quiroga del registro civil. Y es que si la aspiraci¨®n de todo pol¨ªtico es escribir en el Bolet¨ªn Oficial del Estado, cuando llevan mucho tiempo publicando en exclusiva acaban por aburrirse y entonces se ponen a reescribir la historia.
Un inconveniente -sin duda menor- encuentro en este a?orar a destajo. Valoro positivamente, que dir¨ªa cualquier pedante en moda, el uso conjurador de los ilustres muertos. Pero, a quien corresponda, llamo humildemente la atenci¨®n sobre el peligro de emplear todo el tiempo en ella. Porque llenar el presente con el recuerdo del pasado (e incluso con la preocupaci¨®n del futuro) es justamente no tenerlo. Quienes saben suelen citar el para ellos conocido axioma de Dom¨ªnguez el Peripat¨¦tico: "Recordar con todo detalle una hora del pasado nos ocupa exactamente toda una hora del presente".
Y recordemos nosotros que los d¨ªas s¨®lo tienen veinticuatro horas, y los meses treinta d¨ªas o 31; salvo febrero, que tiene veintitr¨¦s.
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