El ocaso del prusianismo
Hace ya algunos a?os, el general Israel Tal, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), public¨® en Military Review un comentario acerca de los conflictos ¨¢rabe-israel¨ªes. En principio, debo aclarar que dicho comentario sobre los ¨¦xitos del Ej¨¦rcito de Israel s¨®lo se expresa de un modo t¨¢cito. El concepto que emplea el general I. Tal se refiere a que el potencial b¨¦lico de una naci¨®n depende de dos factores: uno, cuantitativo, y el otro, cualitativo. En el factor cuantitativo se debe incluir aquello que el vulgo, tomando el todo por la parte, identifica con el potencial b¨¦lico, es decir, cantidad de hombres combatientes, cantidad de armamento y material, que puede ser mejor o peor, lo cual aumenta el c¨®mputo total ... Y todo ello sustent¨¢ndose en una econom¨ªa, una demograf¨ªa y un territorio.
El factor cualitativo debemos deducirlo de esta afirmaci¨®n del citado general: "La superioridad militar de Israel tendr¨ªa que estar basada en la superioridad cualitativa de la sociedad de Israel en todos sus campos: ¨¦tico, cultural, cient¨ªfico y tecnol¨®gico". Lo que, en t¨¦rminos militares, se traduce en: "moral, motivaci¨®n, pericia cient¨ªfica v tecnolog¨ªa superiores en un profesionalismo impecable y, en un pensamiento militar original". Cuando el autor se halla al final de su disertaci¨®n, completa su concepto de potencial b¨¦lico, al establecer una comparaci¨®n entre ej¨¦rcito regular y, ej¨¦rcito de milicias. "En cuanto a la moral concierne, las milicias llevan la ventaja. La guerra, como muchas otras esferas del esfuerzo humano, est¨¢ compuesta tanto de elementos materiales como espirituales. La movilidad, por ejemplo, es, desde el punto de vista material, una funci¨®n de la calidad del equipo; pero desde el punto de vista espiritual es una funci¨®n de la motivaci¨®n, iniciativa, osad¨ªa, pensamiento flexible e improvisaci¨®n. Es un estado de la mente".
Federico y su colecci¨®n de aut¨®matas
De un solo golpe, y apoy¨¢ndose en la experiencia, el general jefe del Estado Mayor del mejor ej¨¦rcito del mundo tira por tierra los mitos del entrenamiento de aut¨®matas, de la obediencia ciega, de la rigidez, que est¨¢n en la base del prusianismo, cuyo rostro nos aparece ahora, sin m¨¢scara, inhumano, materialista y vulgar.
En la ¨¦poca del despotismo ilustrado reinaba en Prusia Federico el Grande, gran militar y aficionado a la filosof¨ªa. Y as¨ª escrib¨ªa: "El pueblo es una masa est¨²pida hecha para ser dirigida por quien se toma la molestia de enga?arle...". "Cuando los soberanos se juegan las provincias, los hombres (soldados) son las monedas que las pagan...". "Si a mis soldados les diera por pensar, ni uno solo permanecer¨ªa en mis filas...". "Estos extranjeros (la mitad de sus soldados eran mercenarios) no tienen nada que les una a las banderas, y aprovechan la primera ocasi¨®n para desertar..." .
De todo modos, el ambiente que se respirada en otros sitios no era mucho mejor. Tomemos como muestra estas afirmaciones (a?o 1790) del conde de Saint-Germain, ministro de la Guerra franc¨¦s: "Los ej¨¦rcitos, en el momento actual, ¨²nicamente pueden ser compuestos por la turba de todo lo que es in¨²til y perjudicial a la sociedad. Corresponde despu¨¦s a la disciplina militar purificar esta masa corrompida, moldearla, hacerla ¨²til". En fin, que cualquier tiempo pasado no fue mejor.
Consecuente con el concepto que se ten¨ªa del soldado, pero tambi¨¦n condicionado por el sistema pol¨ªtico imperante y por los procedimientos t¨¢cticos al uso, Federico, que, como buen militar, era hombre coherente y realista, sigui¨® empleando la dura disciplina impuesta por su padre, basada en el control y los m¨¦todos coercitivos, y a?adi¨® una instrucci¨®n mecanizada, de modo que los soldados parec¨ªan robots.
Los oficiales de Federico proced¨ªan de la nobleza pobre y su conducta estaba regida por un c¨®digo de honor, que reflejo de una estructura feudal, que la sociedad germ¨¢nica no logr¨® superar durante la edad moderna.
Las convenciones de una clase social invadieron el Ej¨¦rcito, con gran satisfacci¨®n de Federico, que ve¨ªa as¨ª c¨®mo a los soldados los guardaban los oficiales, mientras que a los oficiales los guardaba su honor... cuando ¨¦l (el omnipotente Federico) no pod¨ªa vigilarlos; este sistema es tan viejo como la historia de los hombres.
Voluntad de vencer
Nos parece, pues, el Ej¨¦rcito prusiano dispuesto en dos estratos, con r¨¦gimen diferente, lo que hace afirmar a Villamart¨ªn que su "organizaci¨®n es decepcionante...", "... con tantos privilegios como uniformes, perjudicando as¨ª al arte y a la unidad militar". Este Ej¨¦rcito es adem¨¢s, para Villarmart¨ªn, "una colecci¨®n de aut¨®matas". Y eso era, ciertamente.
Pero aquella "colecci¨®n de aut¨®matas " estaba mandada por uno de los maestros de la guerra de trayectoria m¨¢s brillante en la historia. Aquel hombrecillo extravagante y polifac¨¦tico (m¨²sico, historiador, poeta, fil¨®sofo ... ), de aspecto enfermizo, era, en realidad, todo un car¨¢cter que se crec¨ªa con las dificultades y se agigantaba en los momentos cr¨ªticos. Surg¨ªa entonces toda la claridad de juicio, toda la iniciativa, toda la resoluci¨®n que puede llevar dentro un hombre privilegiado, y con ellas arrollaba a quien se plasiera enfrente.
"No fue el Ej¨¦rcito prusiano el que durante siete a?os defendi¨® Prusia contra las siete naciones m¨¢s poderosas de Europa, sino Federico el Grande" (Napole¨®n).
Pero cuando los r¨ªgidos formalistas (esos se?ores que toman el r¨¢bano por las hojas, porque no saben pasar de la superficie) se fueron a Prusia para aprender el arte militar, llenaron sus blocs de monsergas y estupideces acerca de los robots y sus movimientos autom¨¢ticos. Y con ellas regresaron a sus pa¨ªses.
Y entorices estos militares de v¨ªa estrecha, que tanto pudieron aprender de Federico, sembraron toda Europa de prusianismo, que no es, otra cosa que ej¨¦rcito de Federico, pero sin Federico: una aut¨¦ntica vulgaridad.
El inevitable Carlos von Clausewitz da con una de las claves al analizar las campa?as de Federico, y piensa que sobre el papel es f¨¢cil concebir los proyectos del rey prusiano, pero ?que intente alguien imitarle sobre el terreno!
Pues s¨ª, aunque parezca mentira: los se?ores formalistas le intentaron imitar y se fijaron s¨®lo en "la forma y en los peque?os detalles de la organizaci¨®n y de la t¨¢ctica, sin profundizar para nada en el fondo, en el esp¨ªritu, en la esencia de una y otra..." (general Navarro).
Pienso yo que se debi¨® tener en cuenta que Federico era un conspicuo representante del despotismo ilustrado, que todav¨ªa no se hab¨ªan inventado las armas autom¨¢ticas, que se combat¨ªa en formaciones cerradas, que en los Estados germ¨¢nicos no se supera durante la edad moderna la estructura social del medievo, que los ej¨¦rcitos mercenarios (anteriores a la Revoluci¨®n Francesa) no se distinguen por unas motivaciones muy altas en sus soldados... Hay que considerar, en fin, que "la guerra es, en esencia, un hecho social, que halla sus reglas profundas en la naturaleza misma de los pueblos, en su estructura pol¨ªtica, en su organizaci¨®n social o econ¨®mica". (Emile Wanty.)
As¨ª que el soldado prusiano combate y se sacrifica, de una parte, bajo la presi¨®n de los m¨¦todos coercitivos, y de otra, porque ha sentido dentro de s¨ª un soplo vital que le ha redimido de su condici¨®n de vulgar aut¨®mata, impresionado por la grandeza e infalible acierto de su jefe.
Pero los formalistas "estudiaron el militarismo prusiano, no la Prusia militar" (Corsi), y as¨ª lo aprendieron todo acerca de los medios coercitivos, pero ignora ron tambi¨¦n todo lo concerniente a insuflar vida en los aut¨®matas. El formalista, en general, es un individuo que confunde los medios con los fines. Para los ingleses, el fin de una guerra es la victoria, no la Victoria Cross (con
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