El embrollo asturiano
EL FORCEJEO en torno a la elecci¨®n del presidente del Gobierno auton¨®mico asturiano ha concluido finalmente con la designaci¨®n para ese cargo del socialista Rafael Fern¨¢ndez, que ha recibido los votos del PSOE y del PCE tras una dura negociaci¨®n entre esos dos partidos. La declaraci¨®n del secretario general del PSOE, criticando la decisi¨®n de sus correligionarios asturianos, pone de relieve las discrepancias y fisuras producidas en el partido por esta cuesti¨®n, que puede revestir un car¨¢cter simb¨®lico en el actual momento pol¨ªtico.La Junta General del Principado de Asturias, formada por parlamentarios, diputados provinciales y delegados designados por Ios partidos, presenta un equilibrio de fuerzas entre PSOE y UCD, que era un puro empate antes de que el diputado centrista Rodr¨ªguez Zapico decidiera pasarse al Grupo Mixto. Junto a los veinticuatro parlamentarios socialistas y los veintitr¨¦s representantes de UCD, los siete junteros comunistas y los tres miembros de Alianza Popular crean la posibilidad de barajar varias combinaciones para conseguir la mayor¨ªa. En un primer momento, el PSOE propuso un Gobierno de coalici¨®n bajo la presidencia de un socialista. Pero los centristas declinaron la oferta. El rechazo de UCD resultaba de dudosa justificaci¨®n desde el punto de vista de los intereses del Pririicipado, pero altamente rentable para sus prop¨®sitos partidistas cara tanto a las elecciones de Andaluc¨ªa como, sobre todo, a las pr¨®ximas generales. El cegamiento del cauce para la coalici¨®n dejaba a los socialistas en los cuernos de una alternativa cuyas dos salidas eran malas para ellos. Si optaban -como finalmente han hecho- por negociar un pacto con los comunistas, forzados por la negativa centrista a compartir el Gobierno regional, UCD estar¨ªa en condiciones de sacar de los arcones los viejos fantasmas de la unidad de la izquierda, que tuvo en la Asturias republicana su principal escenario, y utilizar los recuerdos de la victoria en 1936 del Frente Popular (imagen por lo dem¨¢s impropia, dada la participaci¨®n de partidos republicanos no obreristas en aquella alianza) para cultivar el voto del miedo. Si el PSOE rechazaba el pacto con los comunistas, la aritm¨¦tica de los sufragios entregar¨ªa a UCD la presidencia del Gobierno asturiano como anteriormente hab¨ªa sucedido con la presidencia de la Junta.
Los socialistas, tras grandes dudas y vacilaciones, decidieron ofrecer al PCE una contraprestaci¨®n m¨ªnima -la cartera de Transportes en el Gobierno aut¨®nomo- a cambio de recibir sus votos. Los intereses electorales del PSOE quedaran lesionados por ese pacto, ya que algunos sectores moderados proclives a votar a Felipe Gonz¨¢lez en los pr¨®ximos comicios podr¨ªan revisar su actitud por temor a un Gobierno de izquierdas a la francesa. Sin embargo, a los socialistas asturianos no les hubiera resultado f¨¢cil justificar frente a su propio electorado la decisi¨®n de renunciar al Gobierno regional. Datos cantan: Asturias vot¨® en 1979 mayoritariamente a favor de la izquierda (el PSOE obtuvo el 37,37% de los sufragios y el PCE el 13,75%, frente al 33,10% de UCD y el 8,65% de Alianza Popular), los comunistas tienen una considerable implantaci¨®n en la cuenca minera y la f¨®rmula del gobierno de izquierda ha sido aplicada a escala nacional en los ayuntamientos y diputaciones tras las elecciones de abril de 1979.
El pacto PSOE-PCE para el Gobierno de la comunidad aut¨®noma del Principado, que tantas y tan poderosas resistencias tuvo que vencer dentro de las propias filas socialistas, estuvo a punto de naufragar, hasta el punto de que muchos as¨ª lo predijeron, incluido este peri¨®dico en su edici¨®n de ayer, por la s¨²bita escalada de las pretensiones comunistas. Finalmente, sin embargo, medio sumergidos en las aguas del aislamiento pol¨ªtico, los comunistas se han agarrado a la mano que el PSOE se ha visto obligado a tenderles en Asturias. El tiempo dir¨¢ si esa decisi¨®n permitir¨¢ salvarse a los auxiliados o arrastrar¨¢ en la desgracia a los auxiliadores.
UCD contempla c¨®mo el desarrollo del conflicto asturiano puede ayudar a mejorar sus desmoralizadas expectativas electorales en Andaluc¨ªa. La campa?a del miedo en torno a una alianza a la francesa de socialistas y comunistas no tiene ya como ¨²nico punto de apoyo los pactos municipales. Cierto es que las instituciones de autogobierno del Principado no son sino una nueva versi¨®n, con competencias ampliadas, de la Diputaci¨®n provincial ya existente y en la que la izquierda gobernaba. Pero, a efectos de propaganda electoral, siempre se puede afirmar que la organizaci¨®n territorial auton¨®mica se halla a medio camino entre la Administraci¨®n local y la Administraci¨®n central y prepara el camino para una mayor¨ªa socialcomunista en las Cortes Generales y el Gobierno de la naci¨®n.
Cada partido es muy due?o de establecer sus propias estrategias, pero en el caso asturiano el acuerdo entre el PSOE y el PCE no es un matrimonio de amor sino de conveniencia, y una consecuencia de las calabazas dadas anteriormente por los centristas a los socialistas. Las analog¨ªas con el pasado republicano o el presente franc¨¦s son por eso improcedentes. La vocaci¨®n socialista de formar Gobierno con UCD, o con un sector desgajado de las filas centristas, es un secreto ya casi a voces y resta eficacia al atemorizamiento de un sector de la opini¨®n p¨²blica con el espectro de una alianza de la izquierda. La t¨¢ctica del partido de? Gobierno en Asturias parece confirmar los designios de importantes sectores del poder ejecutivo de favorecer un pacto global con Alianza Popular antes o despu¨¦s de las pr¨®ximas elecciones.
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