Cara y cruz de la LAU / 2
Dec¨ªamos ayer que la universidad espa?ola requer¨ªa, inexcusablemente, una ley b¨¢sica ordenadora para el funcionamiento racional de su actividad, y que el proyecto de LAU, con todos sus defectos, podr¨ªa haber llegado a cumplir esta misi¨®n. La autonom¨ªa no se lograr¨ªa autom¨¢ticamente, pero si hubi¨¦ramos ido acerc¨¢ndonos paulatinamente a ella. La retirada del proyecto de ley vuelve a dejar las cosas en la desastrosa situaci¨®n en que se encontraban. Sin querer hacer una eleg¨ªa de las virtudes de un proyecto frustrado, creo que es conveniente recordar los problemas que siguen planteados, y c¨®mo la LAU podr¨ªa haberlos resuelto con soluciones que no distar¨¢n mucho de las que se puedan tomar en el futuro, habi¨¦ndose perdido, eso s¨ª, varios a?os.
Profesionalizaci¨®n de la universidad. Nadie duda de que ¨¦l requisito fundamental para la calidad de una universidad se basa fundamentalmente en la calidad de sus profesores, los cuales, al margen de ser seleccionados en base a sus m¨¦ritos y capacidad, tendr¨ªan que dedicarse exclusivamente, al menos la mayor¨ªa, a la universidad. El proyecto de LAU recog¨ªa este principio y consagraba de manera inequ¨ªvoca tal exigencia, lo cual, quiz¨¢, sea la aut¨¦ntica clave de lo que ha ocurrido. Hasta el punto incluso de que, aun admitiendo la existencia de profesores que no adoptaran la dedicaci¨®n exclusiva, s¨®lo podr¨ªan tener cargos acad¨¦micos los que poseyesen este nivel de dedicaci¨®n. Se profesionalizar¨ªa as¨ª la universidad, con la consecuente repercusi¨®n en la mejora de la ense?anza y de la investigaci¨®n. Claro est¨¢ que tal medida deber¨ªa ir aconipa?ada de una mejora sustancial de los actuales sueldos para aquellos que s¨®lo hagan de la universidad su medio de vida.Competitividad entre universidades. Para bien o para mal, el actual caos organizativo de la universidad en Espa?a ha logrado igualar a todas las universidades: todas funcionan igual de mal. Sin embargo, parece l¨®gico que el est¨ªmulo de la competencia entre las diversas universidades de un pa¨ªs redunde en un nivel mayor de todas, y especialmente de algunas. En todos los pa¨ªses occidentales hay universidades que funcionan bien, regular y mal. Ello es una de las consecuencias de la autonom¨ªa y tiene una clari repercusi¨®n en el distinto valor social que se atribuye a los t¨ªtulos, diplomas que conceden.
El proyecto de LAU entraba, en mi opini¨®n, en esta mec¨¢nica, aunque fuese dif¨ªcil de vislumbrar, y as¨ª la competitividad entre las universidades futuras har¨ªa tambi¨¦n que se estableciera en Espa?a, como ocurre en todos los pa¨ªses civilizados, un ranking de calidad entre ellas. Por eso las universidades de campanario, que muchos consideran que favorecer¨ªa la LAU, no tendr¨ªan mucho porvenir en Espa?a, siempre que fuese posible, como tambi¨¦n reconocer¨ªa el proyecto que sean los alumnos los que elijan la universidad que desean y no haya una inscripci¨®n obligatoria. Es m¨¢s, se se?alaba en el mismo que el Gobierno podr¨ªa cerrar los establecimientos docentes que no contaran con un m¨ªnimo n¨²mero de alumnos. De ah¨ª que, en teor¨ªa -en la pr¨¢ctica, todo puede ocurrir en este pa¨ªs -, las universidades deber¨ªan cuidar al m¨¢ximo la selecci¨®n de su profesorado, a fin de alcanzar la reputaci¨®n necesaria para que acuda el alumnado.
Modernizaci¨®n de la selecci¨®n del profesorado. El viejo y sanguinario sistema espa?ol de las oposiciones, que en alg¨²n momento pudo ser ¨²til y de valor, no responde ya hoy a criterios de objetividad y de nivel cient¨ªfico. No merece la pena poner ejemplos, pues todo el mundo conoce casos de arbitrariedades, en las que juegan intereses de escuelas, ejercicios caciquiles, odios personales o miop¨ªa cient¨ªfica por parte de los jueces de la oposici¨®n. Am¨¦n de la esterilidad misma que representan los a?os perdidos, en plena neurosis, para preparar los ejercicios de las oposiciones. Ciertamente que ning¨²n sistema de reclutamiento es perfecto, pero el sistema que adoptaba la LAU introduc¨ªa elementos de racionalidad al haber optado por el sistema d¨¦ la habilitaci¨®n, al permitir la contrataci¨®n de profesores que tengan acreditada su val¨ªa y al reducir las innumerables categor¨ªas de profesores existentes hoy. En este sentido, y como forma ¨²ltima de control, se podr¨ªa establecer un recurso de enjuiciamiento de m¨¦ritos para los casos en que se considere que una universidad ha operado con arbitrariedad para la selecci¨®n del profesorado y que podr¨ªa ser ejercido por el Consejo de Universidades. Por lo dem¨¢s, el proyecto establec¨ªa tambi¨¦n los criterios para cubrir peri¨®dicamente, mediante plazos, las vacantes que se vayan produciendo, lo cual es importante a la vista de lo que sucede hoy.
Flexibilizaci¨®n de la ense?anza. Uno de los males de nuestra universidad es que se encuentra petrificada en referencia a los planes de estudios. Es muy dif¨ªcil crear hoy nuevas materias que surgen por imperativos de los tiempos, a causa de la centralizaci¨®n y omnipotencia que ejerce el Ministerio. Un mundo tecnificado y cambiante como es el que vivimos requiere una agilizaci¨®n y modernizaci¨®n de las materias que se deben ense?ar.
Hasta ahora, eso era imposible o excepcionalmente dif¨ªcil. Por el contrario, el proyecto de la LAU permit¨ªa que cada universidad, dentro de unos par¨¢metros generales, flexibilizara la ense?anza de las materias y fuera adecuando, seg¨²n sus deseos, los planes de estudio. Al mismo tiempo que posibilitaba que los alumnos, en funci¨®n de la previsible variedad de ofertas, puedieran elegir, seg¨²n sus m¨¦ritos y la capacidad de cada universidad, el centro que desearan.
Y, en id¨¦ntica orientaci¨®n, es loable, al menos en el papel, que se declarase que la biblioteca de cada universidad constituye la unidad b¨¢sica para la ense?anza y la investigaci¨®n, cuando precisamente la tendencia de todos estos ¨²ltimos a?os ha sido la de crear universidades en el BOE sin contar previamente con profesores y con un m¨ªnimo indispensable e inicial de vol¨²menes.
Tambi¨¦n es de resaltar que el proyecto sentaba las pautas necesarias para la creaci¨®n de institutos especializados, indispensables hoy para profundizar en materias de especial relevancia. As¨ª, baste se?alar como algunos de esos ejemplos la creaci¨®n de un Instituto de Estudios Africanos, de un Instituto de Estudios Militares o de un Instituto de Derecho Parlamentario, materias todas ellas que deber¨ªan entrar en la universidad por diferentes razones.
Sin insistir en m¨¢s temas, resulta curioso que de estas virtudes de la LAU nadie ha hablado y la mayor¨ªa de los opinantes, por el contrario, no insist¨ªan m¨¢s que en sus sedicentes defectos. Baste citar, por ejemplo, el caso de la bochornosa carta de algunos catedr¨¢ticos numerarios, la cual constituye m¨¢s bien un exabrupto incontenido que una cr¨ªtica responsable y constructiva sobre un proyecto que, por estar todav¨ªa en sede parlamentaria, pod¨ªa haber sido corregido y mejorado. Resulta parad¨®jico constatar que el posible valor de algunas de las cr¨ªticas que exponen los catedr¨¢ticos firmantes -muchos de los cuales han sido probablentente manipulados en su buena fe- carecen de legitimidad desde el momento en que, atacando reivindicaciones gremialistas, ellos mismos inciden en tal pecado. ?Es que s¨®lo son los catedr¨¢ticos los ¨²nicos que velan por la pureza universitaria? ?Por qu¨¦ no han ampliado su denuncia con la firma de profesores agregados, adjuntos o ayudantes, que tambi¨¦n desean una universidad mejor? ?No ser¨¢ que ven en peligro su posici¨®n preeminente en una universidad que descansa todav¨ªa en los postulados jer¨¢rquicos del r¨¦gimen anterior?
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