Una reparaci¨®n
LA COMPA?IA Telef¨®nica y el Ministerio del Interior declararon oficialmente el pasado martes que "en ning¨²n momento los directivos de Telef¨®nica han rechazado o pedido aplazamiento de un plan especial de protecci¨®n para las instalaciones de R¨ªos Rosas". El ministro del Interior y el Presidente del Gobierno reconocieron sin embargo paladinamente ante el Congreso de los Diputados que la inclusi¨®n de la central de R¨ªos Rosas en el plan de seguridad del Mundial-82 fue retrasada. Si no fue la Telef¨®nica quien la retras¨®, fue el Gobierno. Si el Gobierno es responsable de esta imprevisi¨®n, el Gobierno estar¨ªa incapacitado moralmente para pedir colaboraci¨®n ciudadana en la prevenci¨®n del terrorismo. Pero el propio Gobierno hab¨ªa establecido un servicio de vigilancia adicional -la operaci¨®n Menta- al insuficiente de guardias jurados que manten¨ªa la Telef¨®nica. Seg¨²n fuentes fiables de la polic¨ªa, el retraso en el plan de seguridad se debi¨® a criterios t¨¦cnicos emanados de la Compa?¨ªa Telef¨®nica. La actitud de ¨¦sta, que primero abandona la seguridad de una central de semejante importancia, y en medio de una escalada terrorista, en manos de un par de vigilantes jurados, y luego esconde la cabezaba o el ala cuando la opini¨®n p¨²blica pide explicaciones, merece una respuesta por parte de las autoridades. El presidente del Gobierno ha comparecido ante el Parlamento par, lamentar la insuficiencia del sistema de seguridad y dar explicaciones. El presidente de la Telef¨®nica s¨®lo se ha hecho visible para protestar, precisar, matizar, desmentir. Un contraste de actitudes que merece ser tenido en cuenta. El Gobierno es el principal accionista de la CTNE y viene recompensando con presidencias y cargos en ella antiguos servicios pol¨ªticos, sean en la Administraci¨®n del Estado, sean en el partido gobemante. Si es verdad que la Telef¨®nica descuid¨®, por error o dejaci¨®n, la seguridad, sus administradores deben una explicaci¨®n a los accionistas y a los usuarios, que est¨¢n sufriendo da?os adicionales durante estos d¨ªas debido a las dificultades de comunicaci¨®n. Y ¨¢ la sociedad espa?ola toda, v¨ªctima en muchos sentidos del atentado del domingo. La indefensi¨®n tradicional del usuario frente al oligopolio telefon¨ªstico de este pa¨ªs no debe ser acrecentada en este tr¨¢gico asunto. Si el Ejecutivo sigue apoyando, desde su privilegiada posici¨®n en el propio accionariado, a los actuales administradores, entonces el propio Ejecutivo ser¨¢ c¨®mplice de su ineficacia y de su arrogancia. Es imposible juzgar la gesti¨®n del ex ministro ucedista S¨¢nchez Ter¨¢n al frente del consejo de administraci¨®n de la Telef¨®nica sin evaluar las responsabilidades de imprevisi¨®n existentes en el caso de la central de R¨ªos Rosas. Y todas las palabras pronunciadas el jueves por el presidente del Gabinete y el ministro del Interior, todos los valiosos testimonios de apoyo que recibieron de la oposici¨®n, pueden resultar vanos si no se aclaran cuestiones como ¨¦sta y no se repara a la opini¨®n p¨²blica del velo de silencio y distorsi¨®n informativa que en un principio se quiso extender.Por ¨²ltimo, una reflexi¨®n a?adida sobre el escaso control p¨²blico que tiene en nuestro pa¨ªs un servicio come, este de las comunicaciones telef¨®nicas. Una informaci¨®n. publicada por EL PAIS (v¨¦ase p¨¢gina 55 de la edici¨®n. del 22 de abril) pone de relieve las diferencias flagrantes, que en este aspecto mantenemos con respecto a la Europa desarrollada. Quiz¨¢ no estar¨ªa de m¨¢s que el Gobierno aprovechase la ocasi¨®n para replantearse las condiciones en las que opera una compa?¨ªa de vital importancia como ¨¦sta. La indefensi¨®n del usuario del tel¨¦fono, tantas veces denunciada por organizaciones de consumidores, echa sus ra¨ªces en el modelo de propiedad y de gesti¨®n que se ha venido manteniendo. La desgraciada actitud de los dirigentes de la compa?¨ªa a la hora. de asumir p¨²blicamente sus responsabilidades -actitud de la que habla por s¨ª sola la nota de precisiones que emiti¨® el martes pasado- es todo un ejemplo de por qu¨¦ no se puede seguir igual.
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