La guerra del Atl¨¢ntico sur
NADA DE lo que est¨¢ pasando en los archipi¨¦lagos del Atl¨¢ntico sur parece cre¨ªble: su ¨²nico contacto con la verosimilitud es que es real. La acci¨®n militar de la Rep¨²blica Argentina del 2 de abril, la respuesta militar del Reino Unido el 25, abren una guerra t¨¦cnica -seg¨²n la definici¨®n argentina- en la que se ve pol¨ªticamente complicado el mundo entero; sobre todo, Washington. Estados Unidos ha agotado su capacidad de mediaci¨®n y se ve obligado a tornar partido. Est¨¢ unido a Argentina por tratados panamericanos, que han sido invocados por Buenos Aires y que han tenido una respuesta pr¨¢cticamente total por parte de los otros pa¨ªses; lo est¨¢ al Reino Unido por la OTAN y por relaciones bilaterales privilegiadas tan antiguas como constantes. Y si Argentina recibe el apoyo de Latinoam¨¦rica, el Reino Unido tiene el de Europa. La idea de que se enfrentan el nacionalismo americano con el colonialismo europeo, una especie de patriotismos continentales, resulta absurda y descabellada en estos tiempos. Hay componentes hist¨®ricos, arrastres de psicolog¨ªas y situaciones antiguas que desbordan la lenta y progresiva construcci¨®n de un Occidente unitario. Precisamente Europa estaba en estos momentos -hablando de una manera muy general- sirviendo de intermediaria en algunas situaciones americanas agudas y tratando de encontrar una posici¨®n m¨¢s suave de Washington en esas situaciones. Reagan hab¨ªa simplificado el tema de su continente a una cuesti¨®n de agresi¨®n comunista por la v¨ªa de la URSS y de Cuba. Una naci¨®n completamente eximida de esos cargos, como Argentina, dirigida por una Junta Militar contrarrevolucionaria que no solamente ha tratado de eliminar el comunismo, sino tambi¨¦n toda posibilidad de izquierda o de disentimiento democr¨¢tico, aparece ahora como un foco de tensi¨®n. Y precisamente la URSS y Cuba se alinean junto a ella sin ninguna duda, y hasta le ofrecen y le prestan ayuda. El objetivo sovi¨¦tico y cubano es el de aparecer como defensores de todas las reivindicaciones del Tercer Mundo y de Latinoam¨¦rica: claramente se ve que el colonialismo brit¨¢nico es insignificante y en decadencia y que el fomento del nacionalismo y del irredentismo va m¨¢s en el sentido de mostrar que Estados Unidos tambi¨¦n ejerce su colonialismo, y, que una intervenci¨®n armada en cualquier Nicaragua habr¨¢ de ser condenada en la misma medida que la presencia brit¨¢nica en las Malvinas.La respuesta brit¨¢nica al hecho consumado del 2 de abril est¨¢ en las viejas tradiciones del tambi¨¦n viejo imperio: una lentitud segura, unos movimientos tan pausados como implacables y una decisi¨®n de no perder nada (no, naturalmente, infalible: ha perdido todo su imperio en un pu?ado de a?os). No parece que en los c¨¢lculos del Gobierno conservador est¨¦ el de llevar una guerra abierta con Argentina, tan costosa como dif¨ªcil (aunque Buenos Aires, por razones pol¨ªticas y psicol¨®gicas, mantenga entre sus ciudadanos unos nervios de guerra inminente). La elecci¨®n del punto de desembarco -Georgias del Sur- parece m¨¢s bien indicar que quiere asegurar su decisi¨®n y su fuerza en el punto en litigio: no es lo mismo negociar despu¨¦s de haber demostrado su capacidad y su decisi¨®n que hacerlo, como lo ha intentado hasta ahora, desde una situaci¨®n de debilidad y con la creencia general de que no ten¨ªa posibilidades de respuesta y de que si, por una parte, la operaci¨®n militar era muy dif¨ªcil, por otra, las obligaciones pol¨ªticas -la presi¨®n de Washington, la necesidad de no enfrentarse con Am¨¦rica Latina en bloque- la maniataban. La operaci¨®n de desembarco y captura no parece indicar que haya comenzado ya lo definitivo y lo irreversible, sino un deseo, por una parte, de forzar a Reagan a que tome partido y, por otra, de que las negociaciones se lleven a cabo en igualdad de condiciones militares.
No obstante, la situaci¨®n del Reino Unido en el lugar de los sucesos es precaria. La decisi¨®n com¨²n latinoamericana parece firme. Y la Junta argentina no tiene camino de regreso. Ha conseguido movilizar todo el pa¨ªs en favor suyo, ha encontrado lo que casi parec¨ªa imposible de encontrar: una gran causa nacional que supere sus dificultades pol¨ªticas interiores. Si la pierde, ella misma est¨¢ perdida. Y, una vez m¨¢s, se plantea ante el mundo una situaci¨®n cuyos elementos se manifestaron en Europa por ¨²ltima vez con Hitler y Mussolini: las dictaduras, los reg¨ªmenes fuertes, partidarios del vivere pericolossamente (Mussolini), redimen -aparentemente- territorios y restauran injusticias hist¨®ricas. Mientras las democracias titubean, vacilan. Si Argentina entera es un¨¢nime en el respaldo de la acci¨®n cumplida, en el Reino Unido, la oposici¨®n pol¨ªtica es cautelosa con la decisi¨®n del Gobierno Thatcher. Y este es el verdadero triunfo de la democracia: el mantenimiento de un sistema en el que se puede disentir por motivos tan patri¨®ticos como los que esgrimen los que asienten. M¨¢s patri¨®ticos a¨²n si aquello de lo que se disiente es la sangre, la violencia y la represi¨®n. La guerra en cualquiera de sus formas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.