Por un poder regional
De Ayamonte al cabo de Gata. De Despe?aperros al golfo de C¨¢diz. De la m¨¢s alta cumbre de sierra Nevada a las marismas del Guadalquivir. De sierra Morena a las hoyas de Baza o Guadix. De los desiertos almerienses al mineral del And¨¦valo onubense. De los olivos del santo reino jienense al tajo ronde?o o al Chorro de M¨¢laga. De los pies a la cabeza y de la cabeza a los pies recorre hoy la espina dorsal de este pueblo un claro y expreso sentimiento de orgullo. De orgullo de ser andaluz. Orgullo de saberse y sentirse andaluz. Orgullo del renacer andaluz, y del renacer de Andaluc¨ªa. Porque estamos ante una resurrecci¨®n -la renaxen?a de la que escrib¨ªa ayer: ante la recuperaci¨®n de la plena personalidad e identidad de Andaluc¨ªa como comunidad y como pueblo plenamente diferenciado. "Amo a mi pueblo porque soy mi pueblo", que ha escrito recientemente el escritor cordob¨¦s Antonio Gala. Social y econ¨®micamente -bajo el peso de sus estructuras y poderes en presencia-, Andaluc¨ªa sigue siendo "de tercera". Pero pol¨ªticamente ya se ha situado en primera divisi¨®n.Las elecciones generales (primeras democr¨¢ticas) celebradas en 1977 arrojaron un jarro de agua fr¨ªa sobre los regionalistas andaluces. S¨®lo los grandes partidos con implantaci¨®n en toda Espa?a se repartieron la clientela electoral. Por ello nadie auguraba el m¨¢s m¨ªnimo ¨¦xito al PSA (Partido Socialista de Andaluc¨ªa o, como ¨¦l se llama, Partido Andalucista, pues la "ese" de socialista no la ejercita ni la usa) en las elecciones del 1 de marzo de 1979. Sin embargo, el PSA gan¨® cinco esca?os en el Congreso de los Diputados, que hubieran sido ocho o nueve si rigiese en Espa?a la democracia que reza "un hombre, un voto" y no las reglas de juego del se?or D'Hont. Un salto adelante inigualado y de tal naturaleza que convirti¨® a Andaluc¨ªa en la tercera regi¨®n m¨¢s regionalista de Espa?a, por delante de Galicia, de Valencia y aun de Canarias. Junto a vascos y catalanes s¨®lo Andaluc¨ªa puede hacer o¨ªr su propia voz en las Cortes como grupo, aunque en el Mixto hable el canario Sagaseta.
Parece claro que, tras casi medio siglo sin partidos pol¨ªticos ni elecciones, no exist¨ªan en esa regi¨®n condiciones para que en 1977 les hablasen de andalucismo. Y el andalucismo fracas¨®. Por otra parte, a la generalidad del electorado "le sonaban" los grandes partidos de implantaci¨®n estatal (UCD, PSOE, PCE y hasta el hoy extinto PTE, luego convertido en PTA y ahora integrado en el PSA), y hacia ellos inclin¨® su voto. Asimismo, el electorado pareci¨® "no fiarse", no confiar en que dar su voto a un partido regionalista sin tradici¨®n fuera "votar ¨²til". Pero en dos a?os el panorama cambi¨®. Vascos y catalanes se empe?aron en una marat¨®n por conseguir ser los primeros en lograr la autonom¨ªa. Y cada d¨ªa sub¨ªan y sub¨ªan m¨¢s- alto el list¨®n de las competencias que les ser¨ªan propias. Tambi¨¦n desde mitad de la pasada d¨¦cada la crisis econ¨®mica no ha hecho sino acentuarse, y tras cerrar la espita o v¨¢lvula de escape de la emigraci¨®n al extranjero, se acabaron cerrando asimismo la tradicional emigraci¨®n andaluza a Catalu?a: "Su novena provincia", que dicen los andaluces...
En este tiempo -y siempre con el tel¨®n de fondo de ver c¨®mo vascos y catalanes forzaban o sub¨ªan m¨¢s Y m¨¢s el techo auton¨®mico-, muchos andaluces se fueron dando cuenta de que sus problemas espec¨ªficos y concretos no encontraban salida ni soluci¨®n a trav¨¦s de los partidos de implantaci¨®n estatal, m¨¢s preocupados -como es natural- por planteamientos globalizadores. Los andaluces se dieron perfecta cuenta de que su desamparo crec¨ªa, al igual que el de otras regiones mantenidas en el atraso. Por otra parte, en Catalu?a, por ejemplo, tanto el PSUC como el PSC-PSOE miran siempre antes por Catalu?a (en cuestiones puntuales socioecon¨®micas y pol¨ªticas) que por el resto del Estado (salvo, claro, en casos que afectan al Estado como tal), y esto a cualquier nivel, empezando por el de la defensa de las clases m¨¢s populares. En consecuencia, se produce un fen¨®meno singular: tanto en las nacionalidades catalana como vasca son los propios partidos de izquierda los que no dudan en aplicar una pol¨ªtica nacionalista, pero al aplicarse ¨¦sta sin efectuarse correcciones de importancia (la m¨ªnima disposici¨®n correctora es la de compensaci¨®n interregional, que es poco m¨¢s que una limosna), esa pol¨ªtica no hace sino reforzar la posici¨®n ya hegem¨®nica y dominante de sus respectivas ¨¢reas. Posici¨®n que redunda en mayor enriquecimiento y centralismo" o acumulaci¨®n en esa ¨¢reas (m¨¢s la madrile?a) que disfrutan e mejor nivel de vida. Sin duda, tambi¨¦n se benefician las masas populares que viven en esos polos industrializados, pero, a la vez, se sigue acentuando el desequilibrio espacial de la renta.
El resultado (entre otros) es que las masas asalariadas que trabajan en las nacionalidades o regiones m¨¢s pujantes logran ese mayor bienestar a costa del paulatino empobrecimiento, tanto de los territorios m¨¢s atrasados (de donde ellos mismos han emigrado), como ayudan (aunque. sea a su pesar) a perpetuar el sistema vigente, que es b¨¢sicamente (por la l¨®gica de lucro y acumulaci¨®n y polarizaci¨®n de recursos en que se inspira su pol¨ªtica defensora del capital) insolidario y desequilibrador.
Pobres y ricos
El Partido Andalucista (PSA) ha sabido jugar muy bien esa baza y ha utilizado b¨¢sicamente dos argumentos. El primero, de que la consecuencia de una mayor igualdad en el plano social y personal no se podr¨ªa lograr en una Espa?a con distintos reg¨ªmenes auton¨®micos, sino que precisamente la existencia de esas comunidades aut¨®nomas exige un planteamiento doble: interno, en cada comunidad, por la conquista de una sociedad m¨¢s libre y justa, menos desequilibrada en sus sectores sociales, y externo, de comunidad aut¨®noma a comunidad aut¨®noma, entre ricas y deprimidas, entre las pocas dominantes y las muchas dependientes. Entre regiones pobres y regiones ricas, en suma. (Es decir, que se introduce aqu¨ª lo que podr¨ªamos denominar el regionalismo de clase.)
Pero el PSA tiene un fallo de bulto: para lograr lo que preconiza se necesita que las regiones hoy dominadas (todas menos cuatro: Catalu?a, Euskadi, Pa¨ªs Valenciano y Madrid) logren un aut¨¦ntico poder regional para que se palie de momento y pueda ir rebaj¨¢ndose a medio y largo plazo la absoluta
dependencia en que se encuentran sumidas. La l¨®gica del sistema socioecon¨®mico imperante tender¨¢ (como. viene haci¨¦ndolo desde hace lustros) a acentuar los desequilibrios regionales y a potenciar la acumulaci¨®n de toda suerte de recursos (humanos, financieros, etc¨¦tera) en los espacios m¨¢s pu-
Por un poder regional
jantes y desarrollados, es decir, en los centros de decisi¨®n, en las regiones o nacionalidades dominantes.En Espa?a, los desequilibrios existentes entre sus distintos territorios y pueblos son, a peque?a escala, una exacta reproducci¨®n de lo que sucede en el mundo: hay un escaso n¨²mero de pa¨ªses dominantes, donde se toman las decisiones importantes y se adjudica a cada regi¨®n mundial lo que puede hacer, y existe una mayor¨ªa de pa¨ªses dominados que se ven obligados a seguir las pautas que les han sido marcadas.
El poder judicial
Joan Fuster, el gran escritor valenciano, escribi¨® hace ya m¨¢s de tres a?os, en La Vanguardia, un art¨ªculo esclarecedor y prof¨¦tico titulado 'La ilusi¨®n de las autonom¨ªas'. Dec¨ªa Fuster: "... Andaluces, extreme?os, aragoneses, etc¨¦tera, ?creen de veras que pueden con la autonom¨ªa sacar sus respectivos territorios de la miseria ancestral? La miseria del campo andaluz era y es de estructura. El emigrante ha sido, de entrada, una v¨ªctima de las estructuras de su pa¨ªs de origen. Huye de sus tierras porque esas estructuras perduran, porque no han sido modificadas. Si las autonom¨ªas regionales (de las regiones atrasadas) no empiezan por enfrentarse con sus estructuras, ?para qu¨¦ las quieren? S¨®lo tienen objeto esas autonom¨ªas para sacar a la poblaci¨®n resistente de su subdesarrollo. ?Qu¨¦ ser¨¢, vaya por caso, una 'autonom¨ªa andaluza' sino se tocan las sacrosantas estructuras de su multisecular latifundio?".
Y concluye Fuster, de forma tan clarividente como terror¨ªfica: "Pero las autonom¨ªas no servir¨¢n para eso (para cambiar las estructuras ni en Andaluc¨ªa, ni en Extremadura, ni tampoco en Catalu?a, Valencia o Euskadi). Las prometidas autonom¨ªas no cumplir¨¢n esa aspiraci¨®n".
Tiene raz¨®n Fuster. Las autonom¨ªas de las regiones atrasadas (pobres por estar sujetas a desempe?ar el papel que les han asignado los centros-regiones dominantes, aunque sean potencialmente ricas, como es el caso andaluz, y sumidas en ese atraso con la connivencia e intermediaci¨®n de sus oligarqu¨ªas ind¨ªgenas) s¨®lo tendr¨¢n raz¨®n de ser y de permanecer con apoyo popular en la medida en que sus ¨®rganos de gobierno aut¨®nomo puedan cambiar, mutar, sus actuales estructuras sociales y econ¨®micas. En todo caso, ser¨¢n agua de borrajas...
Y algo de eso hay. O mucho. O casi todo.
Bien dice Fuster que ese poder para cambiar estructuras no lo van a tener, no lo tienen, es verdad, ni Catalu?a ni Euskadi, pero no se?ala que, claro es, tanto en Catalu?a como en Euskadi no hace falta alguna revolucionar esas estructuras, porque -si no de forma ¨®ptima- sus bases estructurales est¨¢n, ya desde hace mucho tiempo, m¨¢s acordes con un tipo de sociedad y de econom¨ªa m¨¢s racional, m¨¢s social, m¨¢s humana, m¨¢s igualitaria, m¨¢s repartida, en suma.
Por eso, por mucho leg¨ªtimo andalucismo que le ponga el PSA a su doctrina pol¨ªtica, si la Junta de Andaluc¨ªa no va a tener (y no los va a tener, pues ya sabe que tendr¨¢ menos poderes que la Generalidad o el Gobierno vasco, que tampoco tienen poderes mutantes estructurales) aut¨¦nticos poderes regionales, las decisiones estructurales que puedan afectar a Andaluc¨ªa -si es que un d¨ªa se alcanza el hipot¨¦tico caso de que ganaran las izquierdas en las elecciones generales- ser¨¢n a trav¨¦s del Congreso de los Diputados, con sede en Madrid, y no de los esca?os que logren o dejen de lograr las izquierdas en Andaluc¨ªa, sean del PSA, del PSOE o del PCA-PCE. Lo que no resta un ¨¢pice -en otro sentido- a la importancia que las elecciones andaluzas entra?an, sobre todo, en el aspecto concreto de ver si el PSOE, al no defender partidos nacionalistas (pese a los descalabros sufridos brutalmente en el Pa¨ªs Vasco y algo menos en Catalu?a..., aunque siempre esperaron que el presidente de la Generalidad fuera Joan Revent¨®s), baja o sube, o si logra la mayor¨ªa absoluta (para lo cual tendr¨ªa que tener el 42%, como m¨ªnimo, para conseguirla), y si se consolida el PSA tras hab¨¦rsele unido el antiguo PTE-PTA y contar con el apoyo expl¨ªcito de los l¨ªderes de los jornaleros andaluces (Paco Casero, del SOC, proclama su apoyo al PSA).
Esto es lo importante a nivel regional, aunque a nivel nacional las elecciones entra?en otras posibilidades de gran trascendencia si Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico "se hunde", por ejemplo, en las mismas.
Competencias desiguales
En fin, la igualdad ante la ley -ya lo recuerda un viejo aforismo- no es que todos reciban de la misma un trato igual, sino un trato justo y equitativo. Para eso existen los agravantes, los atenuantes, los eximentes, etc¨¦tera.
El caso a considerar puede ser el mismo, por ejemplo, la muerte violenta de un ser humano. Pero no a todos los que matan a un ser humano se les inculpa de la misma manera. Depende de las circunstancias en que esa muerte se produzca.
Pues bien: lo igual es tratar . con desigualdad a los desiguales. Medir a todos por el mismo rasero es lo profundamente desigual. Y eso es, por ejemplo, la LOAPA: la consagraci¨®n de una falsa igualdad, de unos techos que se dicen iguales para todos. Pero eso es mentira.
Cara a las comunidades aut¨®nomas, el dar iguales poderes sobre los mismos sectores a Catalu?a o a Euskadi que a Andaluc¨ªa o Extremadura es demencial, porque los problemas a considerar son completamente distintos. Mientras, por ejemplo, a Catalu?a y a Euskadi el tema de la reforma agraria es balad¨ª y sin la menor importancia, para Galicia o para Extremadura, Andaluc¨ªa y Canarias es b¨¢sico, sustancial; hasta el punto de que si la Junta de Andaluc¨ªa no va a tener plenos poderes en este terreno su fracaso ya est¨¢ cantado.
No se trata, pues del caf¨¦ para todos.
Podr¨ªamos extendernos en una infinidad de ejemplos. ?Qu¨¦ le importa a Castilla la Vieja que su techo en materia sider¨²rgica sea igual al asturiano si s¨®lo tiene chimeneas para las cocinas? ?O para qu¨¦ en materia de pesca? ?Para qu¨¦ necesitan Galicia, Le¨®n, Salamanca o Zamora generar m¨¢s y m¨¢s millones de kilovatios -a cambio de recibir el plato de lentejas del canon- si les privan de la primogenitura de que esa electricidad haga funcionar industrias in situ y no a miles de kil¨®metros de distancia?
Por ello, los techos puestos a Catalu?a y a Euskadi en sus estatutos pueden ser de sumo inter¨¦s para los intereses vascos y catalanes y no tener en muchos campos la menor importancia para otras comunidades aut¨®nomas, que, en contraposici¨®n, deber¨ªan tener otras competencias superiores en un sinfin de campos, mientras que se podr¨ªan ahorrar el tener unas competencias que jam¨¢s podr¨¢n ejercitar.
Andaluc¨ªa tiene problemas espec¨ªficos estructurales que no pueden atacarse tan s¨®lo con las medidas generales que dimanan de la estrategia nacional de los partidos con implantaci¨®n estatal, que "se olvidan" de que, por ejemplo, en vez de ?forma agraria se hace una ley de Fincas Mejorables, cuyos modest¨ªsimos logros son menores y menos significativos que los alcanzados por el r¨¦gimen dictatorial de Franco con los paternalistas planes de Ja¨¦n y Badajoz.
Di¨¢logo interregional
Se diga lo que se diga, no hay di¨¢logo interregional. Todo se ha quedado, por ahora, en el establecimiento de un Fondo de Compensaci¨®n Interterritorial, de cuyos fallos y pobreza de fines se ha escrito ya largo y tendido, y en el canon a pagar a las provincias productoras de energ¨ªa el¨¦ctrica, una peque?a cantidad de dinero (pagada por los usuarios, claro, no por las compa?¨ªas el¨¦ctricas que explotan los saltos de agua, t¨¦rmicas y nucleares). Y se corre el riesgo de caer en m¨¢s de un enfrentamiento regional.
Se evidencia una absoluta proclividad a respetar la situaci¨®n actual, lo que hace que al no atacarse en profundidad las actuales relaciones interregionales entre los centros/regiones dominantes y los dependientes casi todo se queda en una literatura vac¨ªa, huera, hueca, grandilocuente y falsa. Falsa de fondo y ret¨®rica y rimbombante de forma. Porque si nadie, ya desde principios de la d¨¦cada de los setenta, se atreve a negar la evidencia de los impresionantes desniveles de renta regionales, de equipamiento social y de posibilidades de trabajo y acceso a la cultura, a la sanidad, etc¨¦tera, ?se nos puede explicar c¨®mo se pueden paliar progresivamente tales desniveles y desequilibrios si se contin¨²an aplicando las mismas pol¨ªticas franquistas que los acentuaron? (Y esto, comenzando por la "captaci¨®n de recursos financieros", ahorro, etc¨¦tera, y terminando por las inversiones obligatorias que favorecen m¨¢s a las regiones m¨¢s ricas.)
Por tanto, si no se mutan las causas que posibilitan esas antedichas relaciones de las regiones dominantes con las regiones dependientes, es absolutamente imposible. Antes al contrario, una autonom¨ªa catalano-vasco-madrile?a, aun sin m¨¢s poderes reales que los que pudieran alcanzar Andaluc¨ªa, Extremadura, Galicia, etc¨¦tera (y no va a ser as¨ª), no har¨¢ sino acentuar la espontaneidad del sistema, que, por su l¨®gica intr¨ªnseca, seguir¨¢ tendiendo a la polarizaci¨®n de los recursos, a la concentraci¨®n en tres o cuatro n¨²cleos muy concretos de Espa?a.
Ya desde hace a?os el catedr¨¢tico de Historia Jos¨¦ Antonio Lacomba viene defendiendo la conquista de parcelas de poder. "Ayer fue la lucha por llegar a la autonom¨ªa. Hoy es la decisi¨®n y la esperanza en que por ese camino el pueblo andaluz recobre su personalidad. Ma?ana es la voluntad y el esfuerzo com¨²n para transformar Andaluc¨ªa. Porque ello es responsabilidad de todos".
De todas formas, flota en el aire un regustillo amargo. "Estamos, tal vez, ante la oportunidad de Andaluc¨ªa de salir del subdesarrollo y la dominaci¨®n exterior. Que no se rompa otra vez esa responsabilidad. Porque hay que pensar que si se destruye ahora quiz¨¢ no haya una nueva ocasi¨®n particular. Y las consecuencias pueden ser enormemente dolorosas. Recu¨¦rdese si no el dramatismo de las "agitaciones campesinas andaluzas".
S¨ª; porque se olvida cada d¨ªa que este pueblo, el andaluz, ha sido siempre el m¨¢s rebelde de la Pen¨ªnsula. Y hay mucha gente que est¨¢ 'jarta de estar jarta"-
Si la autonom¨ªa de la Espa?a arrojada a la depresi¨®n, mantenida como reserva o coto _(tantas veces de caza), no va a tener poder para frenar la emigraci¨®n, para cortar la huida o succi¨®n de capitales, para tener voz y voto sobre sus recursos naturales... Si, en fin, las autonom¨ªas no van a servir para abolir las hoy regiones-banana y poner coto al colonialismo interior, entonces, que el ¨²ltimo en salir de Castilla o de Extremadura, de Andaluc¨ªa o de Canarias que apague, por favor, la luz.
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