Los Pablo Romero salieron mansos pero eran toros de lidia
Llev¨¢bamos una racha descorazonadora y preocupante de reses in¨²tiles, descastadas y sin temperamento, cuando el toro de lidia ha vuelto a La Maestranza, con el hierro de Pablo Romero.Y adem¨¢s, apenas puede creerse, en corrida televisada, lo cual, ya se sabe, es garant¨ªa de aburrimiento. Bien venida sea la excepci¨®n. Pues es el caso que los Pablo Romero, sin ser bravos, e incluso con abrumadora mayor¨ªa de mansos, ten¨ªan el comportamiento propio del toro con casta, que ofrece pelea, plantea problemas, soporta los tercios de la lidia.
Con toros hay emoci¨®n, hay inter¨¦s, y naturalmente, todo esto, y m¨¢s, proporcionaron los Pablo Romero de ayer. Lo cual consignamos con particular satisfacci¨®n, ya que esta es una divisa cargada de historia, aderezada de leyenda, que hab¨ªa entrado en decadencia. Corridas de Pablo Romero, a salvo escasas excepciones, transcurr¨ªan ¨²ltimamente con fracaso estrepitoso. Unas veces, porque las reses se ca¨ªan; otras, por su descastado comportamiento; en ocasiones, por ambos motivos a la vez.
Plaza de Sevilla
30 de abril (por la tarde). Octava corrida de feria.Cinco toros de Pablo Romero y cuarto sobrero de P¨¦rez Angoso; todos de excelente trap¨ªo, mansos, duros y broncos. Ruiz Miguel: pinchazo, media desprendida y dos descabellos (aplausos y saludos). Estocada desprendida (silencio). Manili. tres pinchazos, estocada y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Dos estocadas, dos descabellos, aviso y ocho descabellos m¨¢s (silencio). Pepe Luis Vargas: dos pinchazos y estocada ca¨ªda (vuelta). Estocada (ovaci¨®n y saludos). Presenci¨® la corrida desde una, barrera el presidente del Gobierno. Los tres espadas le brindaron sus primeros toros y parte del p¨²blico le ovacion¨®.
Los Pablo Romero de ayer, que ten¨ªan ese aparatoso trap¨ªo propio de la casa, ofrecieron juego variado, desde el boyante comportamiento del tercero a la mansedumbre declarada de los dos ¨²ltimos.
El toro manso, lo hemos repetido insistentemente durante la feria, admite un toreo de recursos al margen de los dos pases que ha impuesto la rutina, y adem¨¢s tiene emoci¨®n y belleza. Manili no lo supo aplicar al manso jugada en quinto lugar, quiz¨¢ pues ¨¦l, y casi, todo el escalaf¨®n, lo desconoce. Por ejecutar esos dos pases, hubo de perseguir a la fiera por medio ruedo y no consigui¨® lucimiento.
Los dos primeros toros de la corrida resultaron broncos, y tanto Ruiz Miguel como Manili, en sus respectivos turnos, estuvieron con ellos valientes y corajudos; aguantaron parones, sortearon tarascadas y una vez librado el derrote volv¨ªan a pisar el peligroso terreno del animal. Sus faenas transmitieron la l¨®gica emoci¨®n y el p¨²blico las aplaudi¨® con justicia.
El tercero ten¨ªa menos agresividad y fuerza, pero embisti¨® con nobleza y la supo aprovechar Pepe Luis Vargas en una faena muy bien construida en su primera mitad, valerosa y pulcra. La inici¨® con ayudados por alto, ganando terreno, y continu¨® con series en redondo con la suerte cargada, muy bien rematadas, con cambios de mano que ligaba con el de pecho. Luego dej¨® que el toro se le fuera a tablas, y fue un error, pues no pudo instrumentar el toreo al natural, ya que el Pablo Romero se le escapaba siempre a su querencia. Mat¨® defectuosamente Vargas y perdi¨® la oreja; no el calor del p¨²blico, que le aplaudi¨® con fuerza en la vuelta al ruedo.
El sexto tom¨® con gran e stilo y poder el primer puyazo, en el que lleg¨® a derribar, pero a continuaci¨®n cant¨® su mansedumbre con despavoridas carreras cuando sent¨ªa el castigo. Ruiz Miguel, asumiendo su papel de director de lidia, breg¨® mucho y bien para llevarlo al caballo. El presidente cambi¨¦ precipitadamente el tercio, por lo que el toro se qued¨® sin picar y en banderillas era un vendaval.
Ante la sorpresa general, Pepe Luis Vargas brind¨® al p¨²blico. No era, evidentemente, toro de lucimiento. No pudo fijarlo en las dobladas, y cuando intent¨® redondos y naturales, muy sereno siempre, el manso se le iba suelto. La voluntad de agradar, sin embargo, fue evidente y muy meritoria.
Hasta el sobrero se comport¨® como toro e incluso parec¨ªa m¨¢s toro a¨²n, a pesar de su bronquedad y mansedumbre. Demostr¨® poder en varas y a la muleta lleg¨® prob¨®n e incierto. Ruiz Miguel repiti¨® su habilidad para librar tarascadas y lo liquid¨® con brevedad.
El espect¨¢culo no se puede decir que ofreciese resultados brillantes, pero fue, de principio a fin, lo que hab¨ªamos ido a ver: una aut¨¦ntica corrida de toros con todos sus meritos y virtudes
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