Ana Bel¨¦n: del pasodoble al auto sacramental
Quiz¨¢ lo m¨¢s chocante en Ana Bel¨¦n sea que nunca quem¨® las naves de su origen humilde y callejero, que conserva su cuna incolora a salvo de las tempestades multicolores del ¨¦xito, que no se olvida -sin por ello tejer banderas lacrimosas- de un comienzo que pudo ser inm¨®vil, torvo y trivial como para otras muchas hijas, m¨¢s que del aire, de un padre cocinero y de una madre portera. De ah¨ª acaso su aspecto de frescura impasible, esa mirada rara y familiar de quien a punto fijo considera una costumbre de sombr¨ªo lujo la indignaci¨®n o la obediencia, que tanto da el extremo o centro de todo aquello que jam¨¢s navega hacia la jubilosa libertad.Se puso el nombre de Ana no por ex¨®tica promesa al Cristo de Medinaceli, sino para que nadie salpicase los gestos primitivos de Mari Pili Cuesta ni con piropos ni con insolencias. Ella es ese secr¨¦to. Un sumergirse en el recuerdo. Un optimismo con dedicatoria fiel. Y hasta el extra?o privilegio de ser la ¨²nica actriz espa?ola que suelta aparatosos tacos sin la menor extravagancia rentable, as¨ª, como si tal cosa. No dijo adi¨®s. Supo a tiempo que el riesgo hay que empe?arlo en la actuaci¨®n al sol, no siempre el m¨¢s caliente, y que tan s¨®lo en la penumbra la verdad interior fructifica. Es por eso un fantasma con latidos certeros.
Un fantasma que todav¨ªa se desliza por la madrile?a calle del Oso, junto a otros rapazuelos de la misma calle y algunos de la calle de Cabestreros. El aire de la calle como armadura de inocencia. Y el paraguas colegial, en la calle de Fray Ceferino, al lado del Rastro, donde reinaban a su aire las damas apost¨®licas: "O sea, no iban vestidas de monjas, pero...". Del colegio a la calle. Un vaiv¨¦n que aumentaba en Nllari Pili sus ganas inmudables de cantar. Las ganas inmudables de escuchar su voz: "?Anda, Mari Pili, canta!". Y Ana entonces cantaba. Cantaba de todo: desde Pasodoble, te quiero, a cualquier tema de Los Cinco Latinos.
Con que, jaleada por profesoras y alumnas, Mari Pili se presenta a un concurso radiof¨®nico dirigido por Bobby Deglan¨¦. Vale todo se llamaba el espacio: "Y, efectivamente, todo val¨ªa". All¨ª acud¨ªan rapsodas ("todos recitaban El Piyayo"), cantantes flamencos, l¨ªricos, modernos.. . A nuestra hero¨ªna, con diez a?os reci¨¦n cumplidos, fueron y le preguntaron: "?Y qu¨¦ canci¨®n vas a cantar?" Dud¨®: "Estuve a punto de decir que Pasodoble, te quiero, con lo cual mi vida posterior hubiera ido por otros vericuetos. Pero dije que iba a cantar La novia". Y la cant¨®, blanca y radiante. Quedaba as¨ª desposada con velo de modernidad, enamorada de la modajuvenil de anta?o, lista para correr por todas las emisoras, dispuesta a maquillarse con cola-cao e inmersa en la naciente nouvelle vague musical.
A?os de calvario
Tres a?os de calvario cantar¨ªn. Acud¨ªan los mismos. Cantaban los mismos. Hasta que una ma?ana, al escucharla por Radio Madrid, un cazador de gargantas decidi¨® liberarla de la mismidad y llev¨¢rsela, en gorjeo y cuerpo al para¨ªso del cine. El d¨ªa en que cumpl¨ªa trece a?os le hicieron las primeras pruebas cinematogr¨¢ficas. Tuvo que cantar No tengo edad. "Y creo que tambi¨¦n interpret¨¦ La flor de la canela". Iban a prepararla para ser artista. Mari Pili se escabull¨ªa y dejaba la ficci¨®n en manos de Ana.
Ana recibe clases de un profesor de piano que viv¨ªa en su propia calle, enfrente de su casa. Iba todas las tardes. Pero se aburr¨ªa a montones con lo del solfeo. En cuanto firman contrato -ellas y sus padres- con la gente del cine, izas!, revuelo urgente: clases de baile, clases de canto. Y tambi¨¦n clases de sociedad, al amparo de Adolfo Waitzman. Mari Pili acecha desde la calle del Oso. Ana Bel¨¦n inicia el vuelo.
A los catorce a?os, su primera pel¨ªcula: Zampo y yo. Ning¨²n ¨¦xito. Mas, durante el rodaje, conoci¨® a Miguel Narros: "Era un tipo la mar de simp¨¢tico, me trataba muy bien, me cogi¨® bastante cari?o. Me contaba chistes y me hablaba como a una persona mayor. Me pareci¨® el ¨²nico ser divertido del conjunto". Ahora bien, al t¨¦rmino del rodaje, le solt¨® de rebato: "Vente a estudiar conmigo. Yo dirijo una escuela de teatro". Ella parpade¨®: "?Ay, madre, qu¨¦ serio! Y yo que pensaba que no, que era un tipo sencillote... Pero segu¨ª sus consejos. Y, al principio, asist¨ª como oyente a sus clases". Con calcetines. Mientras los otros alumnos la miraban muy raramente.
Ana era todo ojos: "No entend¨ªa ni jota. Era terrible". Narros sol¨ªa preguntarle a quien cayera: "?Qu¨¦ piensas? ?Qu¨¦ est¨¢s pensando?" Y ella se dec¨ªa, aterrada: "?Pero c¨®mo voy a contarle lo que estoy pensando? Eso es espantoso. No puedo". Recuerda: "?Pasaba unos miedos!" Hasta que comprendi¨® que era Ana Bel¨¦n y no Mari Pili la que albergaba en su risa la respuesta.
Cuando a Narros le nombran director del Teatro Espa?ol, Ana Bel¨¦n tiene quince a?os. Y se la lleva a trabajar con ¨¦l durante cuatro temporadas. Quince a?os m¨¢s tarde, hace muy poco, ella era el personaje elegido para centrar el torbellino esc¨¦nico de un auto sacramental. Del pasodoble al verso conceptista, una carrera estelar -canciones, teatro, cine, televisi¨®n- en la que Ana Bel¨¦n no ha quemado jam¨¢s las naves de su origen humilde y callejero. Por ello es muy dif¨ªcil olvidarse, al contemplarla, de las palabras de William Blake: "Lo que hoy es evidencia, ayer fue solamente imaginaci¨®n".
Babelia
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