Trabajadores espa?oles en Francia
EL 30 de abril termin¨® el plazo abierto por el Gobierno -mediante una ley aprobada por la Asamblea Nacional-, para la regulaci¨®n de situaciones de. los obreros extranjeros que trabajan en Francia: puede preverse a partir de ahora una cierta dureza en la polic¨ªa especializada que conducir¨¢ a las expulsiones de los ilegales, muchos de los cuales pueden ser espa?oles. Es un derecho del Gobierno franc¨¦s; pero la tolerancia anterior creaba una cierta ambig¨¹edad, no siempre honesta, y la correcci¨®n socialista a esa ambig¨¹edad no est¨¢ tampoco enteramente concorde con sus principios program¨¢ticos de libertad de trabajo y libre circulaci¨®n de trabajadores: revestida de un aspecto te¨®rico de protecci¨®n al trabajador nacional y extranjero, y precedida de unas declaraciones del secretario de Estado para la inmigraci¨®n, Fran?ois Autain, en el sentido de la necesidad de proteger a los extranjeros contra un cierto renacimiento del racismo y unas formas encubiertas de esclavitud y explotaci¨®n, va a crear, en realidad, situaciones de apuro y desgarro en muchos obreros espa?oles -y de otras nacionalidades-, cuya implantaci¨®n en Francia es irregular no por su culpa, sino, por la conveniencia y el inter¨¦s de sus patronos y la complicidad por lo menos c¨®mplice de las autoridades. Hay un cierto olor a hipocres¨ªa en esta medida y en el deseo de cohonestar unos principios socialistas con un nacionalismo demasiado estrecho y con la conciencia de que muchos de los que a partir de ayer son ilegales ver¨¢n aumentada su explotaci¨®n.Las condiciones de documentaci¨®n, certificados de residencia de hecho, de trabajo contratado o de expectativas de trabajo impuestas por el Gobierno dieron lugar a un tr¨¢fico en el mercado negro de estos documentos: una gran parte de los 100.000 extrajeros que han sido legalizados han tenido que comprar a precios astron¨®micos, o mediante pactos de trabajo barato con falsificaci¨®n de n¨®minas, el papel que habr¨ªa de convalidar la autoridad. El trabajo negro o trabajo clandestino se viene ejerciendo en numerosos pa¨ªses de Europa, y uno de ellos Francia, como una forma de aliviar al patronato de obligaciones contractuales y de cargas sociales. Afecta, desde luego, a trabajadores nacionales -sobre todo a j¨®venes en busca de su primer trabajo-; pero ¨¦stos est¨¢n mejor defendidos y amparados por los sindicatos, los laboralistas, el conocimiento mayor de las leyes y, en fin, porque en ning¨²n caso puede pender sobre ellos la amenaza atroz de la deportaci¨®n. El obrero extranjero ha acudido a Francia como exiliado- econ¨®mico, laboral, de su pa¨ªs o de las zonas de su pa¨ªs donde es mayor el paro. Cerradas o limitadas las cuotas de admisi¨®n de emigrantes, han sido llevados por traficantes especializados en este mercado de trabajadores, a veces por dinero contante, pero muchas veces tambi¨¦n por la entrega semanal de un porcentaje de sus salarios; estos traficantes incluso han convenido con ellos la exportaci¨®n hacia el pa¨ªs de origen del dinero necesario para mantener a sus familiares, operaci¨®n tambi¨¦n il¨ªcita, en la que han convenido cambios de moneda inicuos. Los patronos han aceptado estas condiciones, los sindicatos han fingido no ver y la polic¨ªa de extranjeros lo ha ido permitiendo, de acuerdo con unas instrucciones no escritas de sus superiores. Los que han conseguido obtener su documentaci¨®n a ¨²ltima hora lo han tenido que pagar caro. Otros muchos no lo han logrado. Van, por tanto, a ser protegidos por el nuevo Gobierno franc¨¦s por el sistema m¨¢s r¨¢pido: se les expulsa para que nadie les explote. Se les devuelve por esta v¨ªa expeditiva al paro obrero de sus pa¨ªses. Para que no vuelvan se est¨¢ pensando en proponer el restablecimiento de visados -en lugar de la libre circulaci¨®n con mero pasaporte o tarjeta de identidad-; se supone que va a comenzar este sistema de visados con los pa¨ªses de la Am¨¦rica Latina. En gran parte, los inmigrantes latinoamericanos son exiliados pol¨ªticos que subsisten con trabajos miserables y clandestinos o que se inscriben como estudiantes. Una parte de la hipocres¨ªa de esta medida consiste en que, mientras se abre Francia a los exiliados y se profundiza en la aplicaci¨®n del asilo pol¨ªtico, los mismos acogidos pueden verse perseguidos como trabajadores clandestinos.
La votaci¨®n de cr¨¦ditos para alfabetizaci¨®n y para viviendas sociales para obreros inmigrantes compensa escasamente la nueva situaci¨®n, en la que una siempre dif¨ªcil de restringir corrupci¨®n y una especulaci¨®n para con el trabajador pueden hacer, simplemente, que disminuya el precio de la hora trabajada para personas que se ver¨¢n, junto con sus familiares, continuamente bajo la presi¨®n psicol¨®gica y el miedo a ser descubiertas y expulsadas.
No sabemos qu¨¦ medidas o gestiones habr¨¢ hecho el Gobierno espa?ol para evitar que a sus emigrantes a Francia les alcancen estas medidas. Se supone que existir¨¢n esas gestiones, y ser¨ªa conveniente que se publicaran y se acentuaran en caso de necesidad.
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