El precio de un error
La forzada dimisi¨®n del presidente (chairman) de International Harvester (IH), Archie McCardell, y el reconocimiento por parte de ENASA de que tiene que romper formalmente sus lazos contractuales con la multinacional norteamericana, son dos hechos muy significativos que, no por casualidad, se han producido casi simult¨¢neamente.Archie McCardell, el hombre que en 1977 fue robado a la Xerox Corporation con la pretensi¨®n de convertir IH en una multinacional de presencia mundial, ha sido el art¨ªfice principal de la semibancarrota de la otrora saneada compa?¨ªa y, como tal, se ha visto forzado por los bancos acreedores de IH a pasar a la historia, con m¨¢s o menos raz¨®n, como el chivo expiatorio de los p¨¦simos resultados que presenta la firma desde hace m¨¢s de dos a?os.
Pero, aparte de sus responsabilidades ante los accionistas y acreedores de IH, Archie McCardell ser¨¢ recordado en Espa?a, desgraciadamente, por algo mucho m¨¢s pr¨®ximo y concreto: en 1980 fue el hombre que embauc¨® -por decirlo de alguna manera- a los responsables del Instituto Nacional de Industria y de la Empresa Nacional de Autocamiones (ENASA) para meterse en una aventura de la que ahora se est¨¢n recogiendo los frutos finales: la simple ruptura de unos acuerdos que, en la opini¨®n de muchos, nunca se deber¨ªan haber firmado.
Algunos de los que intervinieron en esta desastrosa operaci¨®n se han defendido argumentando que, en aquellas fechas, todo iba de color de rosa en IH y que hab¨ªa que ser adivino para saber lo que iba a pasar con la compa?¨ªa de Chicago. Aunque nadie puede exigir habilidades ocultistas a tales sabios directivos, quiz¨¢ convenga recordar que IH estaba ya metida por entoces en serios problemas en Canad¨¢ -y tambi¨¦n en Estados Unidos- y que los tiempos que corr¨ªan no presentaban un panorama muy esperanzador para la empresa.
Ya en aquellas fechas, el mercado de veh¨ªculos industriales y agr¨ªcolas comenzaba a revelar s¨ªntomas preocupantes en todo el mundo, s¨ªntomas que advert¨ªan seriamente de los riesgos que supon¨ªa planificar una mayor producci¨®n en mitad de una crisis econ¨®mica de alcance mundial. Aqu¨ª, sin embargo, se hizo caso omiso de aquellas se?ales de alerta y se decidi¨®, con la disculpa de la necesidad de un nuevo socio, que ENASA era caso aparte.
La dimisi¨®n de Archie McCardell pod¨ªa, y quiz¨¢ deber¨ªa, ser una lecci¨®n para muchos de los que intervinieron, por parte espa?ola, en aquellas negociaciones, presentadas en la Prensa con una audacia y un triunfalismo que hoy rozan en la iron¨ªa. Alg¨²n responsable de aquel acuerdo no figura ya en la n¨®mina del INI, pero otros -con m¨¢s responsabilidad incluso que los que ya no est¨¢n- permanecen y, pese a su background norteamericano, se resisten a aprender una de las m¨¢ximas de aquel sistema. Por eso, cuando hoy se tiene que reconocer publicamente el fracaso y la inviabilidad de aquel triunfalista acuerdo con IH, las culpas se colocan al otro lado. Pero si hay una lecci¨®n que recoger en este lado, se la ha brindado en bandeja el propio Archie: los errores empresariales tienen un coste fijo y pagadero. Y m¨¢s en las empresas p¨²blicas, donde se juega con el dinero de todos.
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