Drama y lucha de clases
Peter Weiss naci¨® cuando -era el a?o 1916- su compatriota Bertolt Brecht comenzaba, an¨¢rquicamente y con aquella l¨®gica de aventurero que jam¨¢s le abandon¨®, ni siquiera en su etapa m¨¢s cient¨ªfica, una de las m¨¢s decisivas y apasionantes indagaciones del teatro contempor¨¢neo: la b¨²squeda de una salida para el dilema, con proporciones de enigma, sobre las conexiones entre la escena y las luchas de clase.Desde tiempo inmemorial se atribu¨ªa al teatro una secreta condici¨®n de incendiaria. Arte de masas, de arenga, de plaza p¨²blica, la agitaci¨®n le acompa?¨® a trav¨¦s de los siglos, como una estela negra que hizo de ¨¦l un arte perseguido y que convirti¨® a los hombres de teatro en proscritos. Brecht parti¨® de ah¨ª en su indagaci¨®n, de la oscura conciencia de que todo verdadero hombre de escena, cuando se descubre a s¨ª mismo en el fondo de su trabajo, descubre a un delincuente, a un bandido en sentido noble, a un proscrito por el orden social dominante.
La conexi¨®n entre teatro y lucha de clases se revel¨® as¨ª como un factor esencial de la formaci¨®n del hombre de escena. Sin embargo, este descubrimiento, tan radical, del primer Brecht qued¨® en estado embrionario, a causa de los avatares de la vida del dramaturgo y su sumergimiento en las borrascas est¨¦ticas y pol¨ªticas de su tiempo. Y fue, a mi juicio, Peter Weiss quien recogi¨® el embri¨®n que abandon¨® el joven Brecht y reanud¨®, con sorprendente brillantez, la tarea abandonada por el maestro.
Marat-Sade es el primer drama contempor¨¢neo donde la tensi¨®n entre conflicto esc¨¦nico y conflicto social es revelado como una identidad y, en concreto, como una identidad existencial, que hay que situar en la propia conciencia del actor, del oficiante de la ceremonia. El llamado teatro social, banal corriente del naturalismo, que pretend¨ªa convertir al teatro en un testigo, y nada m¨¢s, de las convulsiones sociales y pol¨ªticas, qued¨® pulverizado de un mazazo con solo este hallazgo. El teatro no refleja, en la transparente ¨®ptica de Weiss, los conflictos de la sociedad en que surge, sino que los asume, los convierte en su esencia, en su materia. De ah¨ª la radicalidad de su hallazgo: el teatro no refleja la lucha de clases, porque es en si mismo lucha de clases.
Erwin Piscator, en su enorme y col¨¦rica tarea, al frente de la Volksb¨¹hne de Berl¨ªn, en los a?os treinta, tall¨® en bruto esta formula de teatro dial¨¦ctico decantada, durante los primeros a?os sesenta, por Weiss en Marat-Sade, El fantoche lusitano, La investigaci¨®n y, unos a?os m¨¢s tarde, en Discurso de Vietnam y Trotsky en el exilio. Sin embargo, en la concepci¨®n de Piscator -tambi¨¦n probablemente a causa de las devastadoras urgencias del instante- los factores pol¨ªticos dominaron sobre los existenciales y esto marc¨® su obra con una irremediable cojera formal, que solo Weiss enderez¨® m¨¢s tarde.
De ah¨ª que en la figura de este dramaturgo alem¨¢n, huido en 1934 a Praga y, despu¨¦s de la guerra mundial, finalmente instalado en Suecia, converja una vieja tradici¨®n y un conjunto de esfuerzos (le imaginaci¨®n realizados entre trincheras y barricadas. El acabamiento de sus tres grandes dramas, y en especial Marat-Sade, no es por consiguiente un acto de inventiva espont¨¢nea, sino una configuraci¨®n e incluso una cristalizaci¨®n de una labor colectiva, compleja y casi oculta del teatro alem¨¢n del siglo XX.
De ah¨ª que tradici¨®n y revoluci¨®n sean indiferenciables en la obra de Weiss. Fue un hombre de talante literario cl¨¢sico, con sus ideas primordiales entroncadas en el marxismo. Pero no fue un marxista al uso, ni hombre de obediencia de partido o adscripci¨®n pol¨ªtica incondicional. En ¨¦l, el marxismo recuper¨®, de manera paralela a su envilecimiento oficial, su perdida dimensi¨®n cr¨ªtica, su capacidad de respuesta global a la globalidad del enga?o hist¨®rico con que Weiss y sus contempor¨¢neos se enfrentaron. Pocos dramaturgos de este siglo han alcanzado, con armas literarias tan dif¨ªciles y, con frecuencia, tan abruptas, una repercusi¨®n como la alcanzada_por Weiss. El teatro de este siglo tiene un pu?ado de personajes que han podido con su trabajo trazar una de esas l¨ªneas de "antes y despu¨¦s" que jalonan un tiempo -Jarry, Stanislavski, Pirandello, Brecht, Beckett- y entre ellos est¨¢ Peter Weiss. Nada volvi¨® a ser igual en el teatro europeo despu¨¦s del estreno de Marat-Sade en Berl¨ªn, en 1964, y tres a?os despu¨¦s de La investigaci¨®n, tambi¨¦n en Berl¨ªn y montada por el legendario, y ya en el final de su vida, Erwin Piscator.
Parti¨® Weiss de los alrededores de Kafka, con su primera novela, La sombra del cuerpo del cochero, y lleg¨® a las proximidades del m¨¢s refinado romanticismo revolucionario, con sus ¨²ltimas obras, H?lderlin y su monumental novela Est¨¦tica de la Resistencia. En medio queda su vasto trabajo esc¨¦nico y literario, que penetra como pocos lo han hecho en el coraz¨®n del gran debate de este tiempo, que es el juego del destino y de la existencia del individuo en un tiempo an¨®nimo y revolucionario. No en vano Weiss consideraba a El castillo, de Kafka, como la primera obra proletaria de la historia de la literatura, porque esa definici¨®n le define a ¨¦l mismo.
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