Pol¨¦mica sobre feminismo: el miedo del hombre a las mujeres
El domingo 2 de mayo se public¨®, en la secci¨®n Libros, un informe sobre el feminismo, que incluye un balance realizado por Judith Astellarra sobre el estado M movimiento y sus producciones. El n¨²cleo de esa revisi¨®n lo constituye la noci¨®n de orden patriarcal.De acuerdo con el reclamo de la autora, de proseguir la elaboraci¨®n te¨®rica que resulta "especialmente necesaria en estos momentos de receso y crisis de los grupos pol¨ªticos y movimientos sociales, que afecta tambi¨¦n al feminismo", hemos cre¨ªdo de inter¨¦s desarrollar algunos interrogantes.
En primer lugar, qu¨¦ debe entenderse por orden patriarcal. Si el espacio disponible en esta clase de art¨ªculos no estimula definiciones conceptuales rigurosas, el problema, sin embargo, escapa a ese l¨ªmite. En el discurso feminista, esta noci¨®n puede encerrar diversidad de fen¨®menos: a t¨ªtulo de ejemplos, es patriarcal una estructura jerarquizada, una relaci¨®n autoritaria, una forma pol¨ªtica totalitaria, o en el art¨ªculo que nos ocupa, cierto tipo de nacionalismo. La noci¨®n es sugerente, pero poco rigurosa.
En esta ocasi¨®n, sin embargo, dejaremos de lado su precisi¨®n para considerar cu¨¢l es la relaci¨®n supuesta entre "el receso del movimiento feminista y la subsiguiente ascensi¨®n del fascismo, del estalinismo, del nazismo y otras ideolog¨ªas claramente patriarcales".
Si la referencia al desaf¨ªo dirigido al movimiento feminista parece aludir a un posible efecto protector contra esta clase de "enfermedades sociales", el estudio de cada una de las situaciones hist¨®ricas indicadas pone de manifiesto que no fue el caso.
Richard Evans (Las feministas, Siglo XXI de Espa?a) recuerda que en el Reino Unido, como en Alemania y en Italia, los movimientos feministas se dividieron, por la ¨¦poca, en un sector progresista, cada vez m¨¢s peque?o e impotente, y en un sector conservador, m¨¢s importante num¨¦rica y organizativamente y evolucionando hacia posiciones m¨¢s y m¨¢s autoritarias ' desde bastante antes que se constituyeran esos movimientos "claramente patriarcales".
Pero parece, en cambio, cierto que ambos tipos de fen¨®menos -el ascenso de los movimientos totalitarios y la decadencia del movimiento feminista- coincidieron con una fase de crisis y depresi¨®n econ¨®mica. Dicho componente desempe?¨®, en los a?os previos al ascenso del fascismo y el nazismo, un papel significativo, y la presi¨®n ideol¨®gica para el regreso de la mujer a la casa no puede separarse de ese elemento (v¨¦ase L. Paramio: 'Una relaci¨®n infeliz, feminismo y socialismo', En Teor¨ªa, n¨²mero 6).
Dimensi¨®n de los fantasmas
Hoy, en efecto, vuelven a repetirse muchos de los componentes de aquella situaci¨®n; nuevamente el sistema atraviesa una onda de estancamiento y recesi¨®n que coincide con una ofensiva antifeminista en casi todos los pa¨ªses m¨¢s desarrollados.
Un ejemplo por dem¨¢s evidente de este proceso lo constituye lo ocurrido en Estados Unidos, desde el momento en que R. Reagan accedi¨® a la presidencia: la legislaci¨®n ha devenido cada vez m¨¢s regresiva y muchas de las experiencias pioneras en el campo. de la protecci¨®n de la mujer est¨¢n desapareciendo, entre otras razones como consecuencia de las restricciones del gasto p¨²blico destinado a ese fin.
Esta apelaci¨®n a las condiciones estructurales no significa -por si es necesario decirlo- su exclusividad. Por el contrario, el movimiento feminista posee ya una din¨¢mica propia.
En la actualidad, y a pesar de la ofensiva ideol¨®gica antifeminista, se puede prever que la tendencia de la mujer a incorporarse al mercado de trabajo no se interrumpir¨¢. Ello significar¨¢ una presi¨®n sobre el mercado de trabajo inexistente en crisis anteriores y ser¨¢ uno de los efectos del trabajo del. movimiento feminista de los ¨²ltimos a?os.
Pero la apelaci¨®n se hace, en cambio, para no hacer descansar los avatares de la situaci¨®n de la mujer en una especie de compl¨® masculino, que vuelve por las suyas cada vez que puede.
En un sentido, no. obstante, la referencia al miedo que los hombres experimentar¨ªan frente a las mujeres, o m¨¢s exactamente la referencia en el art¨ªculo al temor hacia el triunfo de las mujeres, hace intervenir un nuevo factor que parece interesante considerar: la dimensi¨®n de los fantasmas.
En la larga cita de E. Figes que transcribe J. Astelarra, la relaci¨®n, inclusive, es inversamente proporcional entre el car¨¢cter temible, amenazante de la mujer, y el poder efectivo que detenta.
Y surge entonces un nuevo interrogante: ?no habr¨ªa que considerar, si fu¨¦ramos consecuentes, que la representaci¨®n que las mujeres se hacen de los hombres como represores, dominantes, desp¨®ticos, tenga a su vez una dimensi¨®n fant¨¢smatica?
El padre terrible
M¨¢s a¨²n, si mantenemos el car¨¢cter de la proporcionalidad, arriba mencionado, ser¨ªa necesario formular la hip¨®tesis de que los momentos de mayor cuestionamiento de la figura patriarcal coincide con los de su declinaci¨®n o m¨¢xima crisis, y a la inversa.
Una relaci¨®n similar, con respecto a un fen¨®meno hist¨®rico diferente, es formulada por Tocqueville, quien, en El antiguo r¨¦gimen y la revoluci¨®n, propone que las masas francesas experimentaron un odio mayor hacia la aristocracia cuando ¨¦sta estaba a punto de perder su poder.
"Mientras la aristocracia mantuvo vastos poderes de jurisdicci¨®n fue no s¨®lo tolerada, sino respetada. Cuando los nobles perdieron sus privilegios, entre ellos el privilegio de explotar y de oprimir, el pueblo les consider¨® par¨¢sitos sin ninguna funci¨®n real en el gobierno del pa¨ªs. En otras palabras, ni la opresi¨®n ni la explotaci¨®n como tales fueron la causa del resentimiento".
Lo cierto es que, en relaci¨®n al poder patriarcal y a su cuestionamiento, mientras ¨¦ste se mantuvo inc¨®lume, y durante largas ¨¦pocas, fue bien tolerado.
Esta hip¨®tesis -pues es s¨®lo eso: una hip¨®tesis- tiene al menos la ventaja de refutar esas recomendaciones del sentido com¨²n, que nos conducen a creer que la rebeli¨®n procede siempre de la oposici¨®n a un gran poder y a grandes abusos.
Un comentario marginal es que en la experiencia psicoanal¨ªtica solemos encontrar justamente el padre terrible como fantasma restitutivo all¨ª donde est¨¢ la falta de padre, y en la histeria el fantasma de seducci¨®n donde la potencia de un padre desfallece.
Recordemos, por fin, que estas tesis, y m¨¢s all¨¢ de su valor cient¨ªfico, pueden funcionar como ideales. Ellos mover¨¢n en la existencia individual, como en la social, las luchas o los recesos.
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